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Cristian Aguado

María Zambrano y la Razón Poética

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María Zambrano es una de las pensadoras más importantes de la historia de la filosofía española, pero por desgracia, es posible que también una de las más desconocidas entre el lector común. Por lo menos, al igual que muchos autores, más de lo que se merece. Fue una representante de la primera ola de mujeres que se lanzó a hacer filosofía en España comenzado el siglo XX.




María Zambrano.


Discípula de Ortega y Gasset, dejó una obra filosófica de especial belleza estética. Agraciada con el don de la palabra consigue presentar la problemática filosófica de manera sencilla. El concepto se hace visual mediante la poética narrativa. Amante apasionada de la filosofía, estuvo siempre desarrollando labores didácticas y estéticas.

Nación en Vélez, Málaga, en 1904 e inició sus estudios en Madrid, donde pronto comenzó a desarrollar una vida intelectual participando en el ambiente erudito de los años 20-30. Su pensamiento, ligado a las ideas republicanas le obliga a exiliarse al estallar la guerra en España, y comienza un largo viaje por Cuba, México y Puerto Rico. Más tarde regresará a Europa. Vivirá en Italia, Francia y Suiza. Durante el exilio escribe el grueso de su obra filosófica. No es de extrañar que su literatura esté impregnada de cierta nostalgia poética.

Entre su obras destaca “Los intelectuales en el drama de España”, “Filosofía y Poesía”, “Pensamiento y poesía en la vida española”, “El pensamiento vivo de Séneca”, “Claros del bosque”, “Un saber sobre el alma” entre otras.

La temática abarca temas políticos desde la reflexión histórica. Su propuesta fue esclarecer la situación española para buscar un destino que sólo la democracia podía hacer realidad. La temática filosófica proponía una metafísica poética como superación a la crisis del racionalismo más positivista. Aunque si algo destaca en su obra es el ímpetu por integrar razón y sentimiento en una misma cosmovisión del mundo.

Frente a una larga tradición filosófica que había separado filosofía y literatura por no contemplar a esta última como ciencia, María abre un nuevo camino de unión al considerar la literatura parte esencial del hombre como forma de conocimiento.

Como explica en su obra “Filosofía y poesía”, desde que Platón fundamentara el concepto de verdad a través de la razón en el Mito de la caverna, el papel de la poesía, entendida como literatura, quedó restringida únicamente al espacio estético y se consideró un arte estéril en términos de rigor y certeza, pura fantasía.

María Zambrano, sin embargo, consideró imprescindible el papel de la poesía para el hombre. Vital para que éste formule su visión del mundo, puesto que la forma que estructura el concepto de razón y el de poesía es incompleta por separado. Cada una de ellas posee en esencia lo que a la otra le falta por naturaleza.

Incluso en materia puramente científica se da esta situación. Una idea científica, por ejemplo la ley de la gravedad, no es más que una intuición hasta que se demuestra. La idea no existe si no es por un impulso intuitivo, poético, que lo proyecta como posible en la mente de su creador, y la convierte en verdadera cuando se demuestra de forma racional. Cuando Newton vio caer la manzana del árbol y pensó que esa acción debía responder a una ley física, esa intuición no era todavía ciencia, sino literatura, algo por demostrar. Y cuando lo demostró mediante leyes físicas se convirtió en ciencia.

Este postulado, heredado en cierto modo de la razón vital de Ortega Y Gasset, María lo convierte en Razón poética. De forma que si el primero defendía que la razón no es un ente abstracto independiente de la vida, Zambrano hace de ella un ente creador que genera sentido a la realidad del hombre mediante la metáfora y la poesía.

En 1984 regresa a España y continúa su carrera. Recibe el premio Príncipe de Asturias seguido del Cervantes y varios reconocimientos académicos. Pero en cierto modo, su proyecto de una filosofía nueva no ha calado más que en un pequeño sector cultivado y pequeñas parcelas de algunas universidades. De repente, su pensamiento es reconocido y comienza una ola de entusiasmo por estudiar y dar a conocer su obra. En 1991 fallece dejando un bello recuerdo y un legado filosófico que proporciona a la historia del pensamiento de habla española un auténtico tesoro cultural.

De todos modos, a pesar de aquel entusiasmo, María Zambrano continúa sin formar parte de la cultura general de la sociedad y sus trabajos son difíciles de encontrar en las librerías. Y no porque no exista un profundo estudio de su obra, si no porque vivimos en el siglo XXI y ella habla de filosofía.

María Zambrano y la Razón Poética

Cristian Aguado
Cristian Aguado Crespo
martes, 15 de febrero de 2011, 08:00 h (CET)
María Zambrano es una de las pensadoras más importantes de la historia de la filosofía española, pero por desgracia, es posible que también una de las más desconocidas entre el lector común. Por lo menos, al igual que muchos autores, más de lo que se merece. Fue una representante de la primera ola de mujeres que se lanzó a hacer filosofía en España comenzado el siglo XX.




María Zambrano.


Discípula de Ortega y Gasset, dejó una obra filosófica de especial belleza estética. Agraciada con el don de la palabra consigue presentar la problemática filosófica de manera sencilla. El concepto se hace visual mediante la poética narrativa. Amante apasionada de la filosofía, estuvo siempre desarrollando labores didácticas y estéticas.

Nación en Vélez, Málaga, en 1904 e inició sus estudios en Madrid, donde pronto comenzó a desarrollar una vida intelectual participando en el ambiente erudito de los años 20-30. Su pensamiento, ligado a las ideas republicanas le obliga a exiliarse al estallar la guerra en España, y comienza un largo viaje por Cuba, México y Puerto Rico. Más tarde regresará a Europa. Vivirá en Italia, Francia y Suiza. Durante el exilio escribe el grueso de su obra filosófica. No es de extrañar que su literatura esté impregnada de cierta nostalgia poética.

Entre su obras destaca “Los intelectuales en el drama de España”, “Filosofía y Poesía”, “Pensamiento y poesía en la vida española”, “El pensamiento vivo de Séneca”, “Claros del bosque”, “Un saber sobre el alma” entre otras.

La temática abarca temas políticos desde la reflexión histórica. Su propuesta fue esclarecer la situación española para buscar un destino que sólo la democracia podía hacer realidad. La temática filosófica proponía una metafísica poética como superación a la crisis del racionalismo más positivista. Aunque si algo destaca en su obra es el ímpetu por integrar razón y sentimiento en una misma cosmovisión del mundo.

Frente a una larga tradición filosófica que había separado filosofía y literatura por no contemplar a esta última como ciencia, María abre un nuevo camino de unión al considerar la literatura parte esencial del hombre como forma de conocimiento.

Como explica en su obra “Filosofía y poesía”, desde que Platón fundamentara el concepto de verdad a través de la razón en el Mito de la caverna, el papel de la poesía, entendida como literatura, quedó restringida únicamente al espacio estético y se consideró un arte estéril en términos de rigor y certeza, pura fantasía.

María Zambrano, sin embargo, consideró imprescindible el papel de la poesía para el hombre. Vital para que éste formule su visión del mundo, puesto que la forma que estructura el concepto de razón y el de poesía es incompleta por separado. Cada una de ellas posee en esencia lo que a la otra le falta por naturaleza.

Incluso en materia puramente científica se da esta situación. Una idea científica, por ejemplo la ley de la gravedad, no es más que una intuición hasta que se demuestra. La idea no existe si no es por un impulso intuitivo, poético, que lo proyecta como posible en la mente de su creador, y la convierte en verdadera cuando se demuestra de forma racional. Cuando Newton vio caer la manzana del árbol y pensó que esa acción debía responder a una ley física, esa intuición no era todavía ciencia, sino literatura, algo por demostrar. Y cuando lo demostró mediante leyes físicas se convirtió en ciencia.

Este postulado, heredado en cierto modo de la razón vital de Ortega Y Gasset, María lo convierte en Razón poética. De forma que si el primero defendía que la razón no es un ente abstracto independiente de la vida, Zambrano hace de ella un ente creador que genera sentido a la realidad del hombre mediante la metáfora y la poesía.

En 1984 regresa a España y continúa su carrera. Recibe el premio Príncipe de Asturias seguido del Cervantes y varios reconocimientos académicos. Pero en cierto modo, su proyecto de una filosofía nueva no ha calado más que en un pequeño sector cultivado y pequeñas parcelas de algunas universidades. De repente, su pensamiento es reconocido y comienza una ola de entusiasmo por estudiar y dar a conocer su obra. En 1991 fallece dejando un bello recuerdo y un legado filosófico que proporciona a la historia del pensamiento de habla española un auténtico tesoro cultural.

De todos modos, a pesar de aquel entusiasmo, María Zambrano continúa sin formar parte de la cultura general de la sociedad y sus trabajos son difíciles de encontrar en las librerías. Y no porque no exista un profundo estudio de su obra, si no porque vivimos en el siglo XXI y ella habla de filosofía.

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