Que internet no es el futuro sino el presente es algo que parece claro. Digo que parece, porque aún hay quienes a pesar de trabajar y llenar su tiempo ocio con la red siguen queriendo aplicarle las miras de todo lo anterior.
Internet ha supuesto una revolución en la difusión de la información acaso comparable a la invención de la imprenta por Gutenberg. Si ésta convirtió el saber almacenado en los libros en algo accesible para un mayor número de personas, aquélla, la red de redes, ha desmantelado bibliotecas para acercarlas a cualquiera que quiera consultarlas.
Un autor se mantiene en mayor o menor medida por los royalties que produce la compra de su obra. Pero no es menos cierto que la manera de entender la producción –digamos- cultural ha cambiado. Esto solamente indica que la manera de presentarse al público ha de cambiar necesariamente.
Álex de la Iglesia lo expresó así en su última ceremonia de los premios Goya como presidente de la Academia. El público es quien hace que el cine exista y no se puede ir contra él si es que se quiere seguir rodando películas. No es internet en su revolución tecnológica la que ha de cambiar para amoldarse a las exigencias de los autores. Son ellos mismos los que han de hacer lo que dicen que saben hacer.
Han de inventar maneras nuevas de acceder a un público que ha cambiado radicalmente en pocos años. Han de llevar la creatividad a todos los rincones de su profesión. A fin de cuentas, han de reciclarse igual que lo hace cualquiera que no quiera verse desplazado en su trabajo.
Y no es que esté totalmente en desacuerdo con la ley Sinde. Me parece más bien que quien no entienda que el mar ha cambiado, se está mostrando como un desesperado pez pequeño rodeado de enormes peces mucho mejor adaptados al medio.