El momento tan esperado llegó. El sábado tuvo lugar una victoria consagrada como balsámica después de todos los despropósitos que se habían ido acumulando en las estadísticas del Valladolid. Pese al triunfo quedan aún muchas cosas por pulir, pero los tres puntos tan necesarios permiten respirar un aire con olor a tranquilidad.
El Valladolid transita por el camino incorrecto como pollo sin cabeza. Las decisiones de Abel se han tornado faltas de ideas y de tácticas. Los cambios en el once se han convertido en una costumbre para el equipo, y así, como no podía ser de otra manera, ante el Recre, el técnico pucelano realizó su enésimo cambio revolucionario.
Gracias a la suerte o gracias a la toma de una nueva actitud por parte de los jugadores pudimos observar una gran diferencia con las medidas anteriores. La salida de Baraja y Nafti -dos de los jugadores menos en forma- dio cuerpo al mediocampo y Barragán, con su buen juego, se encargó de hacer que Pedro López vea peligrar su puesto.
Para no matar la costumbre, la primera parte volvió a ser tediosa, el único que se ocupó de dar luz al partido fue Óscar cuando, rozando el final de dicha mitad, decidió autoexpulsarse por una falta absurda. Es curioso cómo, nada más reiniciar el encuentro, los blanquivioleta zanjaron la mala racha a domicilio en el momento menos esperado, con un jugador menos en el campo.
La celebración del tanto que subió al marcador era loable de ser mayúscula, pues el 10 de octubre, el contador de goles a domicilio se puso a cero y desde entonces no habíamos podido volver a sentir la sensación de cantar un gol lejos de Zorrilla. Similar es lo que ocurría con las victorias en campos ajenos, desde el triunfo ante el Granada en la segunda jornada, el Valladolid había olvidado cómo ganar al rival en su estadio.
Quizá sea el exceso de confianza que presentan jugando con once el determinante de que los triunfos se hayan catalogado como algo casi imposible para el Pucela. Parecía difícil que, tras la expulsión, remontaran el vuelo, pero para sorpresa de todos, así lo hicieron. Al verse en inferioridad numérica la lucha por conseguir los tres puntos fue meritoria de acabar ganando el encuentro. Como no podía ser otro, los tintes de calidad los dio de nuevo Javi Guerra.
De esta forma, la amenaza de los puestos de abajo se disipa un poco más y los play off se acercan. Cinco puntos separan al Valladolid de los puestos de descenso y seis de los de promoción, un dato que llama a la esperanza pese a seguir demostrando ciertas carencias. Solo cabe esperar a que los pucelanos hayan dado con el ardid correcto y sepan aprovechar, para empezar, el mal momento bético e ir escalando puestos.