En el fútbol se vive también de sensaciones y ahora mismo mientras no llegue la victoria, el equipo malagueño no va a salir de la dinámica negativa. La sensación de ansiedad por lograr un triunfo es más que patente y aunque el equipo ganó un punto in extremis, la realidad es que pasa una jornada más y se está ante otra oportunidad perdida. El consuelo es que todavía quedan muchas, no hay que perder la fe.
Un triunfo permitirá cambiar el rumbo del equipo y quitar la ansiedad que pesa domingo tras domingo a los de Pellegrini. Faltan jornadas y el descenso se puede eludir a base de victorias pero éstas nunca llegan.
Tres puntos supondría mirar con otro color la tabla de la clasificación, esperar con mayor entusiasmo los jugadores que están en la enfermería y analizar con optimismo el calendario que les queda a los de Pellegrini. Mientras, se sigue observando con desánimo y cierto pesimismo como el equipo continúa como farolillo rojo o en puestos de descenso.
En los últimos partidos el club vive en un continuo querer y no poder. La necesidad es manifiesta pero por determinadas circunstancias el equipo no puede conseguir la victoria. En Sevilla la falta de oportunidades o la mano salvadora de Palop lo impidieron y hoy la primera mitad regalada -por Pellegrini dando entrada a jugadores que no rinden al nivel que se le exige véase Fernando o Maresca- al conjunto visitante tampoco permiten conseguir un vital triunfo.
La fe de este equipo puede ser la gran baza que tenga guardada bajo el brazo los pupilos de Pellegrini. Ejemplos como el del domingo pueden repetirse y el equipo no va a tirar la toalla. Si algo le sobra al Málaga es casta y coraje y en momentos tan malos como éste el equipo sigue mostrando unidad y compromiso, lástima que en fútbol solo se viva por los puntos conseguidos.