Una luz fija y tenue. Un poeta que se levanta y comienza a soñar… Alfonso Armada destapa sus versos más íntimos gracias a un “exilio voluntario” en Rusia. ‘Streaptease Sentimental’ es un espectáculo audiovisual que combina poesía y música el primer lunes de cada mes en la sala Cuarta Pared y en el que el retrato de los días vividos se transforma en una voz que, apoyándose en el juego de luces, marca las estancias repletas de silencio.
Los vestigios del periodismo internacional son como un narcótico que se proyecta en sus palabras, cuya inmediatez se contrapone al ritmo de sus acciones sobre el escenario: lentas, pausadas, un viajero que atraviesa el aire con una maleta negra y vieja.
Sencillamente, Armada compone en voz alta, como si fueran sus pensamientos exteriorizados. Como mirándose a sí mismo clava los ojos en sus poemas reflejados en la pared y parece que todos los espectadores hemos sido trasladados a ese “tren de Moscú que no alumbra en la oscuridad de la Unión Soviética”. Una historia que gira y vuelve a su anhelo como la vida.
Alfonso Armada, poeta.
María García / SIGLO XXICuando se dirijan a la sala, ¿qué van a ver exactamente los espectadores?
‘Streaptease sentimental’ es una mezcla entre recital poético, concierto de música y proyección de imágenes, cuya unión hace que nos encontremos ante un espectáculo teatral atípico. El núcleo de la historia es un libro de poemas, que se titula TSYC. Diario de sombras y se ha convertido en la esencia de la representación.
¿Qué significa TSYC?
365 días. La historia del libro comienza en el año 1990 cuando empiezo a viajar con frecuencia a la Unión Soviética. Durante esa etapa conocí a una mujer rusa con la que me casé frente a la estatua de Lenin y desde ese momento decidí escribir un poema cada día.
Anteriormente, ¿no hubo un TSYC parecido con Diario da noite?
En el pasado hice lo mismo, pero en gallego y utilizando imágenes de periódicos, hojas de los árboles, billetes de tren… Estas cosas que en la vida vas descartando a mí me gusta mucho guardarlas, puesto que son como pruebas de que has vivido. Son elementos que no tienen valor por sí mismos, pero que unidos a un poema, por ejemplo, es como si pararas el tiempo.
Tal y como está el panorama actual de la poesía, en el que de cada cuatro novedades dos son recopilaciones de poetas clásicos ya reconocidos, ¿qué pretensiones tienes con esta iniciativa?
Publicar y hacer teatro. De todas formas, creo que ahora se están publicando bastantes libros teniendo en cuenta que el sector lo está pasando bastante mal. Lo que ocurre es que uno se tiene que ir a las editoriales pequeñas para encontrar algo.
¿Cómo definirías lo que está ocurriendo ahora con la poesía?
Pienso que el rasgo general, lo común, es precisamente que no tienen nada en común. Hay muchísimos estilos distintos, aunque creo que hay una cierta línea predominante en poetas más jóvenes que consiste en escribir de forma más desgarrada, más fresca, más descarada y en que no hay ningún pudor para hablar de temas de sexo, por ejemplo, sin demasiada preocupación por las formas clásicas. También hay mucha implicación de las nuevas tecnologías, que permiten publicar en blogs y conocer la opinión del público.
Normalmente, entre los actores de teatro, existe una crítica hacia los poetas que leen sus propios versos…
A mí me gusta mucho recitar mis poemas. Yo empecé estudiando teatro, me costó mucho entrar en la escuela y descubrí que me gustaba más dirigirlo o escribirlo. Sin embargo, este proyecto es, de alguna manera, volver a recuperar esa pasión por actuar, aunque éste es un espectáculo semiteatral, ya que se trata de mis propios poemas, con lo que no tengo que convertirme en un personaje distinto a mí.
¿Cómo es tu poesía?
La persona menos indicada para definirse o para criticarse es uno mismo, aunque también uno se conoce… Me cuesta mucho pensar que soy poeta, creo que es un trabajo de depuración constante: nunca acabas de llegar a lo que estás buscando. La poesía persigue la esencia de las emociones, sintetizar, una imagen. Es todo mucho más descarnado, más intenso. En mi caso, utilizo con frecuencia las imágenes, me gusta ser muy visual y mezclar la biografía con la memoria personal trascendida. El libro es muy duro, es una lucha constante conmigo mismo, con muchas referencias culturales, fascinaciones pictóricas, musicales…
A lo largo de nuestra historia, la cultura ha tenido bastante repercusión social y, sin embargo, hoy se ha convertido en un mero instrumento para entretener, de ocio…
Es como un elemento decorativo, se ha vuelto ‘prescindible’: cada vez es más superficial, más banal… Es como si el espectáculo fuera dominando todo el espectro cultural. Ha perdido esa cualidad que durante la década de los setenta-ochenta estaba más viva, ese intento por cambiar el mundo. De manera que, la sensación que queda es de que no hay nada que hacer: una sensación impulsada por los medios de comunicación. La sensación de que la lucha no sirve, de que somos ajenos a nuestra propia historia cuando la cultura y la política han ido unidas en numerosas ocasiones. Por eso, hemos construido la revista digital Frontera D.
En mi libro no sólo hablo de amor, sino también de la historia de la Unión Soviética. Cuando yo llegué allí a finales de los ochenta me encontré con que se estaba descomponiendo, con que ha sido el epílogo de un gran sueño que se acaba convirtiendo en la peor pesadilla.
¿Por qué has tachado este espectáculo de antipoético?
En principio es una aberración el escribir un poema cada día como si fuera una especie de asiento contable en el que se apuntan los gastos y los ingresos. No es porque piense que la inspiración, que juega un papel siempre, es lo más importante, pero el hecho de proponerse un ejercicio poético diariamente y luego publicarlo no parece muy poético. Aunque también es verdad que he sido bastante honesto ya que tengo los originales de los poemas, que son parte de la puesta en escena y, además, he realizado muy pocas correcciones. Tal como están escritos los poemas constituyen un intento de ser lo más fiel posible al curso de la vida, a las emociones y a la escritura recogiendo su más amplio espectro de momentos, en los que unas veces consigues figuras poéticas que te sorprenden a ti mismo y otras en que las palabras son mejorables. De ahí que lo califique de antipoético.