Parece que en los últimos años las películas de boxeadores han recobrado protagonismo entre las preferencias de la academia. Quizá sea el halo romántico que envuelve a estos héroes nacidos del fango que logran abrirse camino a puñetazos lo que atraiga a un Hollywood aficionado a rendir tributo a los triunfadores más sacrificados. Quizá sea que, al igual que el western, el film de boxeo es un género especialmente apto para retratar una sociedad yanqui que, no hay que olvidarlo, también se forjó a golpe de puño y pistola.
En cualquier caso, todas estas películas vienen a ser lo mismo: un protagonista que se prepara para golpear y ser golpeado (en esto reside su encanto), que empieza perdiendo hasta que por fin su suerte cobra fuerza y consigue llegar al combate decisivo. Lo que diferencia el interés del género es la capacidad del ring de boxeo para dilatarse y dar cabida a conflictos de mayor calado y eso es lo que sucede en “The fighter”.
THE FIGHTERMicky Ward (Mark Wahlberg) es un welterweight o boxeador de peso medio, que vive a la sombra de su hermano mayor Dicky Eklund (Christian Bale), quien llegó a lo más alto derrotando a Sugar Ray Leonard antes de sucumbir a las drogas y hacerse adicto al crack.
La película ilustra la trayectoria de un Don Nadie que ha de abrirse camino para alcanzar un lugar no sólo en la sociedad sino también en su propia familia, un grupo de paletos a los que la fama repentina de su primogénito, lejos de ayudarles, les condujo a la miseria moral en la que viven.
Producida por uno de los nuevos enfants terribles de Hollywood (Darren Aronofsky) y dirigida por David O. Russel (“Tres reyes”), la cinta se presenta como una de las sorpresas de la temporada que ha conseguido hacerse con siete candidaturas a los oscars desbancando a “Origen”, la rebuscada superproducción de Christopher Nolan que figuraba en todas las quinielas como una de las favoritas.
Con ecos del mejor Elia Kazan, “The fighter” se convierte en un cine de personajes, una película tan humana como épica, que destila sinceridad y emoción por todos sus poros y que alcanza momentos de gran altura gracias a unas interpretaciones magistrales. Cabe destacar el trabajo de Melissa Leo en el papel de la madre de los boxeadores, actriz que se dio a conocer hace un año en “Frozen River” y que vuelve a comerse la pantalla con una veracidad y fuerza que, literalmente, quita el aliento. Una gran película.