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David S. Broder

¿El retorno del hijo pródigo?

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WASHINGTON - Cuando la Asociación de Gobernadores Nacionales celebre su encuentro de invierno que arranca el 26 febrero, espero ver los primeros pasos de la campaña presidencial de 2012. Esa reunión de tres días va a plantear la primera oportunidad y la mejor que tendrá el grupo ampliado de 29 gobernadores Republicanos de formar comité y consultar entre ellos.

Lo primero que descubrirán es su propia influencia. A pesar de unas cuantas oportunidades perdidas en Illinois, Colorado y New Hampshire entre otros estados, los Republicanos se alzan con importantes avances, en el centro del país sobre todo. Tennessee, Ohio, Michigan, Wisconsin y Iowa, todos pasaron del control legislativo Demócrata al Republicano. Esta influencia adicional los convierte en una formidable fuerza en medio de una carrera presidencial Republicana sin favoritos.

A falta de un favorito legislativo claro que se haga con la candidatura, numerosos gobernadores y ex gobernadores se han posicionado para competir.

Mitt Romney en Massachusetts y Mike Huckabee en Arkansas, habiendo adquirido los dos experiencia útil y credenciales como rivales del Senador John McCain en 2008, volverán a ser candidatos casi seguro. Probablemente se acompañen de Tim Pawlenty en Minnesota, Haley Barbour en Mississippi y ahora Jon Huntsman en Utah, que vuelve al país tras ser destacado en Pekín como embajador.

El surtido de candidatos solventes y atractivos dificulta que los gobernadores cierren filas en torno a un único contrincante al principio del proceso como pasó con George W. Bush, por entonces Gobernador de Texas, al inicio de la campaña de 2000.

Pero queda otra opción -- la estrategia del hijo pródigo -- que preserva y mejora su influencia. Los hijos pródigos son los candidatos que se presentan sólo en los estados que representan, donde su popularidad les hace formidables. La estrategia lleva años sin utilizarse en las campañas presidenciales, pero este año es especialmente atractiva. Hay motivos para creer que Barbour, candidato con escasas posibilidades de alzarse con la candidatura, va a explotar el respeto que se ha granjeado entre sus colegas como secretario de la asociación para proponer la idea.

Aunque Barbour está en mejor situación para poner en marcha la estrategia del hijo pródigo -- y tiene pocas probabilidades de perder porque mucho tendría que llover para que los otros fueran considerados opciones serias -- otro gobernador será más importante a la hora de determinar si la estrategia levanta el vuelo o no.

Es Terry Branstad, otra vez Gobernador de Iowa tras décadas desde su primera apuesta al cargo. Figura política de excepcional habilidad, Branstad se cuenta en general entre los partidarios de Tim Pawlenty, de Minnesota. Su apoyo es la principal razón de que Pawlenty tenga alguna posibilidad en los comités que sirven de primera criba -- hasta frente a Huckabee, la sorpresa de 2008 en Iowa; Romney, que ha invertido bastante organizando el estado; y quizá alguno más, incluyendo a Newt Gingrich, el ex presidente de la Cámara.

La decisión de Branstad de suscribir la estrategia del hijo pródigo y abrirse a la candidatura como favorito de Iowa se consideraría inevitablemente como un importante golpe a Pawlenty. Pero podría favorecer a Pawlenty en los estados que celebran sus comités más tarde como New Hampshire, donde podría respaldar al candidato en lugar de hacer campaña por su cuenta con escasas posibilidades de ganar.

Si el Senador de Carolina del Sur Jim DeMint, que está sopesando la idea de convertirse en el candidato como favorito del movimiento fiscal, se declara favorito en las primarias a menudo cruciales de Carolina del Sur, tiene posibilidades de excluir a otros allí, y evitaría por completo lo que sería una nociva derrota.

En última instancia no puedo decir cuál de los actuales aspirantes se beneficiaría de la estrategia con éxito, con posibilidades de futuro como el General David Petraeus. Pero ello reservaría la influencia de los gobernadores para el momento de cerrar filas en torno a un único candidato. Y mientras tanto, ello alteraría de forma fundamental la dinámica de este intrigante proceso en el que puede pasar cualquier cosa.

¿El retorno del hijo pródigo?

David S. Broder
David S. Broder
jueves, 3 de febrero de 2011, 07:33 h (CET)
WASHINGTON - Cuando la Asociación de Gobernadores Nacionales celebre su encuentro de invierno que arranca el 26 febrero, espero ver los primeros pasos de la campaña presidencial de 2012. Esa reunión de tres días va a plantear la primera oportunidad y la mejor que tendrá el grupo ampliado de 29 gobernadores Republicanos de formar comité y consultar entre ellos.

Lo primero que descubrirán es su propia influencia. A pesar de unas cuantas oportunidades perdidas en Illinois, Colorado y New Hampshire entre otros estados, los Republicanos se alzan con importantes avances, en el centro del país sobre todo. Tennessee, Ohio, Michigan, Wisconsin y Iowa, todos pasaron del control legislativo Demócrata al Republicano. Esta influencia adicional los convierte en una formidable fuerza en medio de una carrera presidencial Republicana sin favoritos.

A falta de un favorito legislativo claro que se haga con la candidatura, numerosos gobernadores y ex gobernadores se han posicionado para competir.

Mitt Romney en Massachusetts y Mike Huckabee en Arkansas, habiendo adquirido los dos experiencia útil y credenciales como rivales del Senador John McCain en 2008, volverán a ser candidatos casi seguro. Probablemente se acompañen de Tim Pawlenty en Minnesota, Haley Barbour en Mississippi y ahora Jon Huntsman en Utah, que vuelve al país tras ser destacado en Pekín como embajador.

El surtido de candidatos solventes y atractivos dificulta que los gobernadores cierren filas en torno a un único contrincante al principio del proceso como pasó con George W. Bush, por entonces Gobernador de Texas, al inicio de la campaña de 2000.

Pero queda otra opción -- la estrategia del hijo pródigo -- que preserva y mejora su influencia. Los hijos pródigos son los candidatos que se presentan sólo en los estados que representan, donde su popularidad les hace formidables. La estrategia lleva años sin utilizarse en las campañas presidenciales, pero este año es especialmente atractiva. Hay motivos para creer que Barbour, candidato con escasas posibilidades de alzarse con la candidatura, va a explotar el respeto que se ha granjeado entre sus colegas como secretario de la asociación para proponer la idea.

Aunque Barbour está en mejor situación para poner en marcha la estrategia del hijo pródigo -- y tiene pocas probabilidades de perder porque mucho tendría que llover para que los otros fueran considerados opciones serias -- otro gobernador será más importante a la hora de determinar si la estrategia levanta el vuelo o no.

Es Terry Branstad, otra vez Gobernador de Iowa tras décadas desde su primera apuesta al cargo. Figura política de excepcional habilidad, Branstad se cuenta en general entre los partidarios de Tim Pawlenty, de Minnesota. Su apoyo es la principal razón de que Pawlenty tenga alguna posibilidad en los comités que sirven de primera criba -- hasta frente a Huckabee, la sorpresa de 2008 en Iowa; Romney, que ha invertido bastante organizando el estado; y quizá alguno más, incluyendo a Newt Gingrich, el ex presidente de la Cámara.

La decisión de Branstad de suscribir la estrategia del hijo pródigo y abrirse a la candidatura como favorito de Iowa se consideraría inevitablemente como un importante golpe a Pawlenty. Pero podría favorecer a Pawlenty en los estados que celebran sus comités más tarde como New Hampshire, donde podría respaldar al candidato en lugar de hacer campaña por su cuenta con escasas posibilidades de ganar.

Si el Senador de Carolina del Sur Jim DeMint, que está sopesando la idea de convertirse en el candidato como favorito del movimiento fiscal, se declara favorito en las primarias a menudo cruciales de Carolina del Sur, tiene posibilidades de excluir a otros allí, y evitaría por completo lo que sería una nociva derrota.

En última instancia no puedo decir cuál de los actuales aspirantes se beneficiaría de la estrategia con éxito, con posibilidades de futuro como el General David Petraeus. Pero ello reservaría la influencia de los gobernadores para el momento de cerrar filas en torno a un único candidato. Y mientras tanto, ello alteraría de forma fundamental la dinámica de este intrigante proceso en el que puede pasar cualquier cosa.

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