Que la realidad se construye desde cada uno es algo de lo que podemos dar pruebas a diario. Para hacerlo, no obstante, es necesario (absolutamente necesario) no atrincherarse en posiciones únicas y totalizadoras.
Un ejemplo claro es el caso del gol o no-gol en el partido de Copa del Rey entre el Sevilla y el Madrid de la semana pasada. Es un caso paradigmático en el cual lo que realmente pasó ha quedado relegado a un segundo plano.
Es cierto que también hay quien no se pronuncia taxativamente, pero lo interesante es que quienes sí lo hacen hablan desde su búnker perceptivo-ideológico.
Se dan además factores de enorme atractivo: la tecnología existente no parece suficiente y hay quien aboga por deshacerse de ella (para no perder el romanticismo del fútbol) y quien exige más tecnología para controlar técnicamente todo lo controlable.
En base a la interpretación de los datos ambiguos que se han extraído del análisis informático, la infantería ideológica intenta tomar la colina dejando de lado los datos que muestran todo lo contrario.
Parece difícil encontrar algo más que la subjetividad del interés en las discusiones sobre reglamentos y otras escrituras casi sagradas, en la que el tema parece haberse perdido de vista y haberse elevado hasta el nivel especulativo que, aun siendo divertido, nunca ayudó a resolver problemas prácticos.
Lo que fuese que pasó entre el balón y la línea se perdió en el tiempo y en el espacio. La única manera de intentar esclarecerlo es aplicar el análisis a reproducciones de lo que allí pasó, reproducciones que no son de ninguna manera equiparables a la realidad. Son lo que son, meras representaciones subjetivas del suceso y, como tales, son múltiples y contradictorias.
Por eso se puede elegir la que mejor se amolda a lo que uno tiende.