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Juan Antonio Aznar

Lo bueno y lo malo de la derrota

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Lo primero. Pienso yo que nadie que, de verdad, sienta los colores del Efesé, pudo evitar el sábado sentir una punzada de sentida emoción cuando en el minuto 83, con el equipo cayendo por un contundente 0-4 frente a un Celta muy superior, el estadio Cartagonova al completo -desinfectado, eso sí, de algunos gérmenes (esto es, de aquellos que minutos antes habían decidido abandonar el barco e irse a su casa porque sólo son del Cartagena cuando gana)- se arrancó de forma espontánea y comenzó a gritar ¡Efesé! ¡Efesé! con inusual estruendo.

El arrebato, mezcla de rebeldía y sensatez, se contagió por todo el graderío como si, de repente, siquiera fugazmente, nuestra afición, tantas veces inmadura, hubiera entendido en qué consiste ser del Efesé. Con sus cánticos y sus aplausos, los aficionados parecían querer mandar a los jugadores un fuerte y simbólico abrazo; el mensaje de que no debían sentirse tristes o avergonzados por salir goleados frente al Celta, toda vez que su afición, la que habrá de seguir apoyándoles de aquí a final de temporada, estaba orgullosa de ellos y satisfecha del modo en que habían defendido los colores de la ciudad. Fueron unos instantes preciosos que reconfortan a quienes, como yo, pensamos que lo importante no es tanto jugar, o no, en Primera el año que viene sino seguir adquiriendo, poco a poco, ese poso de afición entendida que nos convierta en grandes algún día.

Lo segundo. Tengo miedo. Tengo miedo de que estas dos derrotas frente a Rayo y Celta, sean interpretadas por quienes tienen que fichar como síntoma de lo que nos espera en la segunda vuelta si no nos reforzamos convenientemente antes de que se cierre el plazo de fichajes.

Si el Cartagena es cuarto clasificado de la Liga Adelante lo es gracias a la intermitencia de Longás, la precipitación de Botelho, la pasividad de Expósito, la lentitud de Cygan, la longevidad de Víctor, la torpeza de Toché o la fragilidad de Pablo Ruiz. Sí, es tentador pensar que en el mercado de invierno se pueden encontrar mirlos blancos que, aparte de mejorar el equipo, y hacer que gane más partidos, puedan servir de estímulo a todo el entorno. Máxime si tenemos en cuenta la reciente reapertura de la campaña de abonos. Por desgracia, la experiencia nos demuestra que los clubes suelen errar, más que acertar, cuando se empeñan en reforzar sus plantillas a mitad de temporada y que, muchas veces, en lugar de traer a un jugador bueno, y en propiedad, traen a cinco mediocres y cedidos.

Si lo que busca el Efesé son jugadores comprometidos que se partan el pecho por el club y tengan sus cinco sentidos puestos en ascenderlo de categoría, más le valdría invertir sus recursos, no tanto en la búsqueda de fichajes estrella, como en la renovación de las estrellas que ya tiene en plantilla, muchas de las cuales siguen sin saber dónde jugarán el año venidero mientras esperan una llamada que no llega.

Lo bueno y lo malo de la derrota

Juan Antonio Aznar
Juan Aznar
miércoles, 26 de enero de 2011, 19:41 h (CET)
Lo primero. Pienso yo que nadie que, de verdad, sienta los colores del Efesé, pudo evitar el sábado sentir una punzada de sentida emoción cuando en el minuto 83, con el equipo cayendo por un contundente 0-4 frente a un Celta muy superior, el estadio Cartagonova al completo -desinfectado, eso sí, de algunos gérmenes (esto es, de aquellos que minutos antes habían decidido abandonar el barco e irse a su casa porque sólo son del Cartagena cuando gana)- se arrancó de forma espontánea y comenzó a gritar ¡Efesé! ¡Efesé! con inusual estruendo.

El arrebato, mezcla de rebeldía y sensatez, se contagió por todo el graderío como si, de repente, siquiera fugazmente, nuestra afición, tantas veces inmadura, hubiera entendido en qué consiste ser del Efesé. Con sus cánticos y sus aplausos, los aficionados parecían querer mandar a los jugadores un fuerte y simbólico abrazo; el mensaje de que no debían sentirse tristes o avergonzados por salir goleados frente al Celta, toda vez que su afición, la que habrá de seguir apoyándoles de aquí a final de temporada, estaba orgullosa de ellos y satisfecha del modo en que habían defendido los colores de la ciudad. Fueron unos instantes preciosos que reconfortan a quienes, como yo, pensamos que lo importante no es tanto jugar, o no, en Primera el año que viene sino seguir adquiriendo, poco a poco, ese poso de afición entendida que nos convierta en grandes algún día.

Lo segundo. Tengo miedo. Tengo miedo de que estas dos derrotas frente a Rayo y Celta, sean interpretadas por quienes tienen que fichar como síntoma de lo que nos espera en la segunda vuelta si no nos reforzamos convenientemente antes de que se cierre el plazo de fichajes.

Si el Cartagena es cuarto clasificado de la Liga Adelante lo es gracias a la intermitencia de Longás, la precipitación de Botelho, la pasividad de Expósito, la lentitud de Cygan, la longevidad de Víctor, la torpeza de Toché o la fragilidad de Pablo Ruiz. Sí, es tentador pensar que en el mercado de invierno se pueden encontrar mirlos blancos que, aparte de mejorar el equipo, y hacer que gane más partidos, puedan servir de estímulo a todo el entorno. Máxime si tenemos en cuenta la reciente reapertura de la campaña de abonos. Por desgracia, la experiencia nos demuestra que los clubes suelen errar, más que acertar, cuando se empeñan en reforzar sus plantillas a mitad de temporada y que, muchas veces, en lugar de traer a un jugador bueno, y en propiedad, traen a cinco mediocres y cedidos.

Si lo que busca el Efesé son jugadores comprometidos que se partan el pecho por el club y tengan sus cinco sentidos puestos en ascenderlo de categoría, más le valdría invertir sus recursos, no tanto en la búsqueda de fichajes estrella, como en la renovación de las estrellas que ya tiene en plantilla, muchas de las cuales siguen sin saber dónde jugarán el año venidero mientras esperan una llamada que no llega.

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