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Robert J. Samuelson

El nuevo orden mundial de China

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WASHINGTON - Por lo visto, la visita de la semana pasada del presidente chino Hu Jintao a Washington cambió poco la desequilibrada relación sino-estadounidense.

Lo que tenemos es un sistema que metódicamente transfiere a China puestos de trabajo, tecnología y vigor financiero estadounidenses a cambio del apoyo modesto chino a importantes objetivos geopolíticos norteamericanos: la exclusión de los programas de armamento nuclear de Corea del Norte e Irán. Los funcionarios estadounidenses se desenvuelven como si no hubiera gran cosa que pudieran hacer para cambiar esto.

Es cierto que Estados Unidos y China tienen enormes intereses comunes en la paz y la prosperidad. El intercambio comercial mutuo (que ronda ya los 500.000 millones de dólares al año) puede proporcionar productos de consumo económicos a los estadounidenses y productos de alimentación y artículos industriales elaborados a los chinos. Pero las metas de China y Estados Unidos difieren radicalmente. Estados Unidos quiere ampliar el orden internacional pos-Segunda Guerra Mundial apoyándose en la actividad comercial mutuamente rentable. En contraste, China persigue un orden global nuevo en el seno del cual sus necesidades tienen preferencia -- un orden dentro del que subvenciona la exportación, controla las importaciones de primera necesidad (crudo, alimentos, minería) e impone la transferencia de tecnología avanzada.

Naturalmente, Estados Unidos se opone a esta suerte de sistema, pero es ahí hacia donde vamos. Los objetivos enfrentados se han impuesto a los intereses compartidos.

Empecemos por la actividad comercial alterada de forma artificial. The New York Times informaba hace poco que Envergaren, el fabricante de células solares, cierra su planta de Massachusetts deslocalizando la producción a un conglomerado industrial de riesgo en China y despidiendo a 800 trabajadores estadounidenses. A pesar de los 43 millones de dólares en ayudas del estado de Massachusetts, el consejero delegado de Envergaren dice que las subvenciones de China -- préstamos de bancos estatales a intereses inferiores sobre todo -- son demasiado considerables para dejarlo correr.

Subvencionada de esta manera, la fabricación de células solares chinas se multiplicó por 50 de 2005 a 2010, según la firma de análisis de mercado GTD. Los préstamos bancarios abaratados extendidos a empresas del sector de la energía solar rondan en total los 30.000 millones de dólares, pero no está claro que se vayan a amortizar en su totalidad, apunta el analista de GTM Shyam Mehta. "Podría ser dinero regalado", dice. El porcentaje de la fabricación global de China saltaba del 9% al 48% en poco tiempo. En 2010, alrededor del 95 por ciento de los paneles solares de China se exportaban.

Cambiando los detalles, historias parecidas circulan en muchos sectores. La devaluación artificial de la divisa de China, el yuán renminbí, en un 15% ó más aumenta considerablemente la ventaja. El empleo emigra a China desde las plantas de Estados Unidos y Europa entre otros sitios.

A continuación, considere la transferencia tecnológica. Grandes multinacionales quieren operar en China, pero el precio de hacerlo es a menudo la pérdida de tecnologías importantes a través de acuerdos de licencia obligatorios, acuerdos de sociedad obligatorios, análisis de las fases individuales de un sistema de fabricación o el hurto descarado. Las empresas estadounidenses de software calculan que del 85 al 90% de sus productos en China son pirateados.

Escribiendo en la publicación especializada Harvard Business Review, Hout Thomas y Pankaj Ghemawat citan los proyectos de alta velocidad de China. Inicialmente, empresas extranjeras como la germana Siemens se hicieron con la mayoría de las licencias; en 2009, el gobierno empezó a obligar a las empresas extranjeras a entrar en sociedades minoritarias con empresas chinas. Habiendo adquirido los conocimientos de las "tecnologías centrales", las empresas chinas han acaparado el 80% del mercado local o más y compiten con las empresas extranjeras por la exportación. Lo mismo está sucediendo en el sector de la aviación comercial. China está construyendo un rival del Boeing 737 y del Airbus 320; General Electric se ha unido a una sociedad de riesgo que proporciona la electrónica, las piezas electrónicas que dirigen el aparato.

Por último, está la economía. Las reservas de divisa exterior de China -- logradas sobre todo a través de importantes desequilibrios en la exportación -- rozaban los 2,9 billones de dólares a finales de 2010. Estas considerables reservas (que se elevan en cientos de miles de millones cada ejercicio) permiten que China expanda su influencia repartiendo créditos a un interés inferior al del mercado a diestro y siniestro por el mundo o realizando inversiones estratégicas en materias primas o empresas. The Financial Times informaba hace poco que China -- a través del Banco de Compensación de China y el Banco de Desarrollo de China -- "ha prestado más dinero a otras economías en desarrollo durante los dos últimos años que el Banco Mundial".

Es importante hacer varias matizaciones. En primer lugar, los estadounidenses no deben achacar a China todos nuestros problemas económicos, que son en su mayoría buscados. En la práctica, la voracidad de la crisis financiera desacreditó a la cúpula económica estadounidense y convenció a China de cultivar su estrecho margen de intereses con mayor agresividad que nunca. El segundo, la idea no debería ser (como alegan los chinos) "contener" el crecimiento de China; la idea habría de ser modificar su estrategia económica, que es rapaz. Llega a expensas del resto.

La respuesta estadounidense ha consistido sobre todo en ofrecer estímulos -- sugerir que el razonamiento edulcorado convencerá a China de la conveniencia de modificar sus políticas. La semana pasada, los Presidentes Obama y Hu intercambiaban promesas de "cooperación" casi por completo insignificantes. Alan Tonelson, del Consejo Industrial y Empresarial de los Estados Unidos, un colectivo de fabricantes industriales, afirma que la política estadounidense raya en el "apaciguamiento". Necesitamos instrumentos contundentes. La dificultad práctica estriba en ser más inflexibles sin abrir una guerra comercial que debilite la recuperación global. Aún así, es posible hacer algo. El Tesoro podría declarar a China agente manipulador de la divisa, cosa que es claramente. El gobierno podía maniobrar con mayor contundencia contra las subvenciones chinas. La actual pasividad de América alienta el nuevo orden mundial de China, con nefastas consecuencias para Estados Unidos y para todos los demás.

El nuevo orden mundial de China

Robert J. Samuelson
Robert J. Samuelson
lunes, 24 de enero de 2011, 08:06 h (CET)
WASHINGTON - Por lo visto, la visita de la semana pasada del presidente chino Hu Jintao a Washington cambió poco la desequilibrada relación sino-estadounidense.

Lo que tenemos es un sistema que metódicamente transfiere a China puestos de trabajo, tecnología y vigor financiero estadounidenses a cambio del apoyo modesto chino a importantes objetivos geopolíticos norteamericanos: la exclusión de los programas de armamento nuclear de Corea del Norte e Irán. Los funcionarios estadounidenses se desenvuelven como si no hubiera gran cosa que pudieran hacer para cambiar esto.

Es cierto que Estados Unidos y China tienen enormes intereses comunes en la paz y la prosperidad. El intercambio comercial mutuo (que ronda ya los 500.000 millones de dólares al año) puede proporcionar productos de consumo económicos a los estadounidenses y productos de alimentación y artículos industriales elaborados a los chinos. Pero las metas de China y Estados Unidos difieren radicalmente. Estados Unidos quiere ampliar el orden internacional pos-Segunda Guerra Mundial apoyándose en la actividad comercial mutuamente rentable. En contraste, China persigue un orden global nuevo en el seno del cual sus necesidades tienen preferencia -- un orden dentro del que subvenciona la exportación, controla las importaciones de primera necesidad (crudo, alimentos, minería) e impone la transferencia de tecnología avanzada.

Naturalmente, Estados Unidos se opone a esta suerte de sistema, pero es ahí hacia donde vamos. Los objetivos enfrentados se han impuesto a los intereses compartidos.

Empecemos por la actividad comercial alterada de forma artificial. The New York Times informaba hace poco que Envergaren, el fabricante de células solares, cierra su planta de Massachusetts deslocalizando la producción a un conglomerado industrial de riesgo en China y despidiendo a 800 trabajadores estadounidenses. A pesar de los 43 millones de dólares en ayudas del estado de Massachusetts, el consejero delegado de Envergaren dice que las subvenciones de China -- préstamos de bancos estatales a intereses inferiores sobre todo -- son demasiado considerables para dejarlo correr.

Subvencionada de esta manera, la fabricación de células solares chinas se multiplicó por 50 de 2005 a 2010, según la firma de análisis de mercado GTD. Los préstamos bancarios abaratados extendidos a empresas del sector de la energía solar rondan en total los 30.000 millones de dólares, pero no está claro que se vayan a amortizar en su totalidad, apunta el analista de GTM Shyam Mehta. "Podría ser dinero regalado", dice. El porcentaje de la fabricación global de China saltaba del 9% al 48% en poco tiempo. En 2010, alrededor del 95 por ciento de los paneles solares de China se exportaban.

Cambiando los detalles, historias parecidas circulan en muchos sectores. La devaluación artificial de la divisa de China, el yuán renminbí, en un 15% ó más aumenta considerablemente la ventaja. El empleo emigra a China desde las plantas de Estados Unidos y Europa entre otros sitios.

A continuación, considere la transferencia tecnológica. Grandes multinacionales quieren operar en China, pero el precio de hacerlo es a menudo la pérdida de tecnologías importantes a través de acuerdos de licencia obligatorios, acuerdos de sociedad obligatorios, análisis de las fases individuales de un sistema de fabricación o el hurto descarado. Las empresas estadounidenses de software calculan que del 85 al 90% de sus productos en China son pirateados.

Escribiendo en la publicación especializada Harvard Business Review, Hout Thomas y Pankaj Ghemawat citan los proyectos de alta velocidad de China. Inicialmente, empresas extranjeras como la germana Siemens se hicieron con la mayoría de las licencias; en 2009, el gobierno empezó a obligar a las empresas extranjeras a entrar en sociedades minoritarias con empresas chinas. Habiendo adquirido los conocimientos de las "tecnologías centrales", las empresas chinas han acaparado el 80% del mercado local o más y compiten con las empresas extranjeras por la exportación. Lo mismo está sucediendo en el sector de la aviación comercial. China está construyendo un rival del Boeing 737 y del Airbus 320; General Electric se ha unido a una sociedad de riesgo que proporciona la electrónica, las piezas electrónicas que dirigen el aparato.

Por último, está la economía. Las reservas de divisa exterior de China -- logradas sobre todo a través de importantes desequilibrios en la exportación -- rozaban los 2,9 billones de dólares a finales de 2010. Estas considerables reservas (que se elevan en cientos de miles de millones cada ejercicio) permiten que China expanda su influencia repartiendo créditos a un interés inferior al del mercado a diestro y siniestro por el mundo o realizando inversiones estratégicas en materias primas o empresas. The Financial Times informaba hace poco que China -- a través del Banco de Compensación de China y el Banco de Desarrollo de China -- "ha prestado más dinero a otras economías en desarrollo durante los dos últimos años que el Banco Mundial".

Es importante hacer varias matizaciones. En primer lugar, los estadounidenses no deben achacar a China todos nuestros problemas económicos, que son en su mayoría buscados. En la práctica, la voracidad de la crisis financiera desacreditó a la cúpula económica estadounidense y convenció a China de cultivar su estrecho margen de intereses con mayor agresividad que nunca. El segundo, la idea no debería ser (como alegan los chinos) "contener" el crecimiento de China; la idea habría de ser modificar su estrategia económica, que es rapaz. Llega a expensas del resto.

La respuesta estadounidense ha consistido sobre todo en ofrecer estímulos -- sugerir que el razonamiento edulcorado convencerá a China de la conveniencia de modificar sus políticas. La semana pasada, los Presidentes Obama y Hu intercambiaban promesas de "cooperación" casi por completo insignificantes. Alan Tonelson, del Consejo Industrial y Empresarial de los Estados Unidos, un colectivo de fabricantes industriales, afirma que la política estadounidense raya en el "apaciguamiento". Necesitamos instrumentos contundentes. La dificultad práctica estriba en ser más inflexibles sin abrir una guerra comercial que debilite la recuperación global. Aún así, es posible hacer algo. El Tesoro podría declarar a China agente manipulador de la divisa, cosa que es claramente. El gobierno podía maniobrar con mayor contundencia contra las subvenciones chinas. La actual pasividad de América alienta el nuevo orden mundial de China, con nefastas consecuencias para Estados Unidos y para todos los demás.

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