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Ana Rodríguez

¿Qué es un superhéroe?

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La línea que separa a los héroes de los superhéroes es cada vez más confusa. Tras unos años de auge en el cine de superhéroes tradicionales (Batman, Superman) retratados desde su lado más oscuro y más real, parece que el asunto de la realidad se lleva hasta el extremo. El nuevo cine de súperhéroes consiste en la conversión del hombre –o nerd- común en un justiciero con mallas, sin más poder que su voluntad ni más llamada que la de la justicia o la simple diversión.

Ahí está Kick Ass como punto de inflexión del género hacia el superheroísmo de carne y hueso en el sentido más literal posible. El film, con puntos sobresalientes y un trabajado sentido del humor, narra las vicisitudes de un adolescente aficionado a los cómics que un día decide pasar al otro lado y ser un personajes más de sus viñetas, pero en el mundo real.

También Super (James Gunn), estrenada en el Festival de Sitges pero todavía pendiente de estreno en salas, sigue la estela “kickassiana” para trasladar la historia a un perdedor en la treintena que para recuperar a su novia (Liz Taylor) –en fuga amorosa con el mafioso del barrio- decide que sus mejores armas son el antifaz y la licra. Un reparto excelente que no consigue levantar, sin embargo, una comedia pobre en ideas e ineficaz en emociones.

Y tras Kick Ass y Super, me encuentro con The Green Hornet, un film basado en un superhéroe proveniente de los años 30, que reescribe y (re)interpreta Seth Rogen ( guionista y actor de Supersalidos) bajo la misma óptica de las anteriores: el niño rico Britt Reid y su compi Kato juegan a los superhéroes para pasarlo en grande, aunque al final haya moraleja. El film, al que M. Gondry, su director, solo aporta algunas buenas resoluciones visuales (la iluminación en rojo de las armas, la multipantalla, la explicación final con la imagen estratificada y los elementos sobrepuestos), es por lo demás una continua banalización de las historietas de las que bebe bajo la coartada de comedia contemporánea americana, que sin embargo resulta exasperante y rancia. La vida tiene aquí menos valor que un colín y la justicia se ataja siempre por la vía más rápida posible, que no es siempre la más interesante.

Una de las cosas que no queda clara en Green Hornet, sin partir del conocimiento previo del cómic, es si Kato y más tarde el Avispón Verde tienen realmente superpoderes. Según la idea original, serían como Batman: superhéroes que carecen de superpoderes y que basan su superioridad en la tecnología, la inteligencia o la técnica de combate.

Los superhéroes pueden, por tanto, tener o no tener superpoderes, pero curiosamente lo que tienen todos, es traje. Que se lo pregunten si no a Tothian, Terrifica o Mr.Silent, todos ellos superhéroes reales… en la vida real. El rizo rizadísimo. Aquí ya no hay cine de por medio: en EEUU y parte de Sudamérica hay hombres y mujeres que salen a patrullar las calles para combatir “el mal”, sea lo que sea lo que entienden por ello. Se autodenominan superhéroes y a ninguno le falta uniforme ni en muchos casos myspace. En la batalla del romaticismo vs. 2.0, pierde el primero por goleada.

Es una realidad: la idea del superhéroe amplia territorio y posibilidades. Abandona la fantasía y se infiltra en la realidad en un proceso en el que también nosotros penetramos en la fantasía desde lo real. ¿Por qué un tipo vestido de azul eléctrico es un superhéroe y no un héroe, como correspondería a su falta de poderes? Parece que la idea del héroe se nos queda pequeña. El héroe tiende al anonimato y a la humildad en la vida real, eso es parte de su condición. El superhéroe, en cambio, ofrece mucho más jugo para fertilizar ideas asociadas al éxito y a la fama. Además, en el plano estético, es muchísimo más elocuente: nada como la licra para hacer una verdadera declaración de intenciones. No sólo importa la justicia, en realidad, la puesta en escena es indispensable para la nueva idea de heroicidad, de tamaño super y de alta visibilidad.

A decir verdad no es un fenómeno nuevo: vieja es la historia de los niños que en la época de Superman intentaron alzar el vuelo desde sus ventanas. Ahora es el turno de los mayores, que en el cine y en la vida real, parecen querer convertirse en sus propios iconos.

¿Qué es un superhéroe?

Ana Rodríguez
Ana Rodríguez
viernes, 21 de enero de 2011, 23:00 h (CET)
La línea que separa a los héroes de los superhéroes es cada vez más confusa. Tras unos años de auge en el cine de superhéroes tradicionales (Batman, Superman) retratados desde su lado más oscuro y más real, parece que el asunto de la realidad se lleva hasta el extremo. El nuevo cine de súperhéroes consiste en la conversión del hombre –o nerd- común en un justiciero con mallas, sin más poder que su voluntad ni más llamada que la de la justicia o la simple diversión.

Ahí está Kick Ass como punto de inflexión del género hacia el superheroísmo de carne y hueso en el sentido más literal posible. El film, con puntos sobresalientes y un trabajado sentido del humor, narra las vicisitudes de un adolescente aficionado a los cómics que un día decide pasar al otro lado y ser un personajes más de sus viñetas, pero en el mundo real.

También Super (James Gunn), estrenada en el Festival de Sitges pero todavía pendiente de estreno en salas, sigue la estela “kickassiana” para trasladar la historia a un perdedor en la treintena que para recuperar a su novia (Liz Taylor) –en fuga amorosa con el mafioso del barrio- decide que sus mejores armas son el antifaz y la licra. Un reparto excelente que no consigue levantar, sin embargo, una comedia pobre en ideas e ineficaz en emociones.

Y tras Kick Ass y Super, me encuentro con The Green Hornet, un film basado en un superhéroe proveniente de los años 30, que reescribe y (re)interpreta Seth Rogen ( guionista y actor de Supersalidos) bajo la misma óptica de las anteriores: el niño rico Britt Reid y su compi Kato juegan a los superhéroes para pasarlo en grande, aunque al final haya moraleja. El film, al que M. Gondry, su director, solo aporta algunas buenas resoluciones visuales (la iluminación en rojo de las armas, la multipantalla, la explicación final con la imagen estratificada y los elementos sobrepuestos), es por lo demás una continua banalización de las historietas de las que bebe bajo la coartada de comedia contemporánea americana, que sin embargo resulta exasperante y rancia. La vida tiene aquí menos valor que un colín y la justicia se ataja siempre por la vía más rápida posible, que no es siempre la más interesante.

Una de las cosas que no queda clara en Green Hornet, sin partir del conocimiento previo del cómic, es si Kato y más tarde el Avispón Verde tienen realmente superpoderes. Según la idea original, serían como Batman: superhéroes que carecen de superpoderes y que basan su superioridad en la tecnología, la inteligencia o la técnica de combate.

Los superhéroes pueden, por tanto, tener o no tener superpoderes, pero curiosamente lo que tienen todos, es traje. Que se lo pregunten si no a Tothian, Terrifica o Mr.Silent, todos ellos superhéroes reales… en la vida real. El rizo rizadísimo. Aquí ya no hay cine de por medio: en EEUU y parte de Sudamérica hay hombres y mujeres que salen a patrullar las calles para combatir “el mal”, sea lo que sea lo que entienden por ello. Se autodenominan superhéroes y a ninguno le falta uniforme ni en muchos casos myspace. En la batalla del romaticismo vs. 2.0, pierde el primero por goleada.

Es una realidad: la idea del superhéroe amplia territorio y posibilidades. Abandona la fantasía y se infiltra en la realidad en un proceso en el que también nosotros penetramos en la fantasía desde lo real. ¿Por qué un tipo vestido de azul eléctrico es un superhéroe y no un héroe, como correspondería a su falta de poderes? Parece que la idea del héroe se nos queda pequeña. El héroe tiende al anonimato y a la humildad en la vida real, eso es parte de su condición. El superhéroe, en cambio, ofrece mucho más jugo para fertilizar ideas asociadas al éxito y a la fama. Además, en el plano estético, es muchísimo más elocuente: nada como la licra para hacer una verdadera declaración de intenciones. No sólo importa la justicia, en realidad, la puesta en escena es indispensable para la nueva idea de heroicidad, de tamaño super y de alta visibilidad.

A decir verdad no es un fenómeno nuevo: vieja es la historia de los niños que en la época de Superman intentaron alzar el vuelo desde sus ventanas. Ahora es el turno de los mayores, que en el cine y en la vida real, parecen querer convertirse en sus propios iconos.

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