The Walking Dead ha salido triunfante el día de su estreno en la Sexta con un 14,2% de audiencia. En la emisión del segundo capítulo se alzó al 16, 5 %. No cabe duda de que estamos ante la serie revelación de la temporada (El Barco aparte…). Y yo me sumo a ese par de millones de espectadores que con las uñas afiladas se hacía ovillo bajo la mantita en el sofá para soltar un “¡Bravo!” al final del episodio.

Con la Tierra devastada por el efecto del apocalipsis que ha dado lugar a un nuevo planeta en el que reinan los muertos vivientes, el policía Rick Grimes (Andrew Lincoln) lidera la resistencia junto a un grupo de supervivientes. Así es como se plantea la adaptación de los cómics del mismo nombre creados por Robert Kirkman y dibujados por Tony Moore y Charlie Adlar que ya ha sido estrenada en 130 países. (La serie, que ha alcanzado los 6 millones de espectadores en EEUU, siendo la más vista de la historia de la cadena AMC, es una producción para Fox International Channels.)

Durante el primer capítulo recordé irremediablemente pequeñas escenas del genial Ensayo sobre la ceguera de José Saramago: las imágenes de una ciudad sumida en el caos ante un mundo ciego, la lucha por la supervivencia, las relaciones humanas en situaciones límite, la ignorancia de la raíz de lo ocurrido…todo conforma un paralelismo con The Walking Dead. Y muchos dirán que vaya imaginación la mía. Pues sí.

Asimismo mucho que ver con Lost, serie de mi devoción, con el añadido del suspense creado en cada uno de los personajes y con esa banda sonora propia de la soledad. Y es que, al igual que ocurría con cada una de las vidas de los pasajeros del vuelo 815 del Oceanic Airlines, The Walking Dead es también una serie de personajes, y de actorazos.

La producción es más que brillante. The Walking Dead no se trata de otra serie más de zombies y canibalismo fácil. No lo es por varios motivos: el primero porque el espectador, después de que lo terrible aparezca en escena, se sumerge en la maestría con la que están filmadas las escenas; espectaculares las aéreas que son merecidamente dignas de reverencia (conmovedora la entrada a caballo en la ciudad de Seattle). El segundo motivo para rendir culto a The Walking Dead, alejada del susto fácil y la sangre porque sí, es la mimada y cuidada caracterización de sus personajes, especialmente los secundarios (muertos vivientes). Esto es a mi modo de ver la clave que elevará a la serie a la categoría de clásico gore en menos tiempo del pensado.

Yo, que poco amante soy de los muertos, digo de nuevo “¡Bravo!”