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Óscar Arce Ruiz

Revolución

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El alzamiento del pueblo tunecino ha demostrado cuáles son las prioridades de los países musulmanes. Como cualquier otro pueblo, aquél está formado por las clases inferiores de la pirámide de riqueza del país (esa que ofrece una relación inversamente proporcional entre la cantidad de personas que componen cada capa y el volumen de riqueza que manejan). Con esto quiero decir que las necesidades del pueblo tunecino son las necesidades de los pueblos en general, y que todo pueblo se levantaría en tales circunstancias. Esas circunstancias no son diferentes en sus categorías: corrupción, represión, desinformación, que sólo se diferencian en la intensidad que presentan de un Estado a otro. Estos puntos siempre están presentes en la organización estatal, de manera que el equilibrio es siempre un balance entre lo que gana la sociedad de base y lo que pierde.

Cuando el pueblo gana lo suficiente como para tener algo que perder en una revuelta, la revolución no pasará de las manifestaciones o de las huelgas generales. Quizás alguien escriba también en algún periódico desde la comodidad de su casa. Así se mantiene un estado de inmovilidad que prioriza los privilegios individuales sobre la solidaridad.

Pero cuando el equilibrio se pierde se da un punto de inflexión que marca el hito del antes y el después en la relación de un pueblo con sus dirigentes. Es el momento de decir “hasta aquí” y reivindicar nada más que el derecho a vivir tranquilos. En esos momentos la unión es esencial para la consecución de los fines, y no hay ningún fin que esté demasiado lejos ante la acción conjunta del pueblo.

Túnez ha provocado reacciones de admiración entre las bases de otros países de confesión musulmana, y también de otras confesiones. Las cúspides de las pirámides no pueden aplaudir lo que es un ataque a uno de los suyos y a ellos mismos como institución. Saben que Túnez sólo es el primer paso.

Revolución

Óscar Arce Ruiz
Óscar Arce
miércoles, 19 de enero de 2011, 07:36 h (CET)
El alzamiento del pueblo tunecino ha demostrado cuáles son las prioridades de los países musulmanes. Como cualquier otro pueblo, aquél está formado por las clases inferiores de la pirámide de riqueza del país (esa que ofrece una relación inversamente proporcional entre la cantidad de personas que componen cada capa y el volumen de riqueza que manejan). Con esto quiero decir que las necesidades del pueblo tunecino son las necesidades de los pueblos en general, y que todo pueblo se levantaría en tales circunstancias. Esas circunstancias no son diferentes en sus categorías: corrupción, represión, desinformación, que sólo se diferencian en la intensidad que presentan de un Estado a otro. Estos puntos siempre están presentes en la organización estatal, de manera que el equilibrio es siempre un balance entre lo que gana la sociedad de base y lo que pierde.

Cuando el pueblo gana lo suficiente como para tener algo que perder en una revuelta, la revolución no pasará de las manifestaciones o de las huelgas generales. Quizás alguien escriba también en algún periódico desde la comodidad de su casa. Así se mantiene un estado de inmovilidad que prioriza los privilegios individuales sobre la solidaridad.

Pero cuando el equilibrio se pierde se da un punto de inflexión que marca el hito del antes y el después en la relación de un pueblo con sus dirigentes. Es el momento de decir “hasta aquí” y reivindicar nada más que el derecho a vivir tranquilos. En esos momentos la unión es esencial para la consecución de los fines, y no hay ningún fin que esté demasiado lejos ante la acción conjunta del pueblo.

Túnez ha provocado reacciones de admiración entre las bases de otros países de confesión musulmana, y también de otras confesiones. Las cúspides de las pirámides no pueden aplaudir lo que es un ataque a uno de los suyos y a ellos mismos como institución. Saben que Túnez sólo es el primer paso.

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