NUEVA YORK - Es tonificante, por no decir molesto, ridículo y desagradable, escuchar a un portavoz de la Casa Blanca sermoneado por un periodista ruso acerca de los parámetros de la libertad de expresión de corte estadounidense.
Los adjetivos hincan sus codos mientras compiten para describir adecuadamente el momento Guerra Fría vivido el jueves cuando Andrei Sitov, de la agencia estatal de noticias ITAR-Tass, cuestionaba a Robert Gibbs con el tiroteo de Tucson.
Según Sitov, el ataque era simplemente una ampliación de la libertad de expresión estadounidense, en esta ocasión "la libertad de un demente de reaccionar de manera violenta".
Sitov presentó su alegato con el superficial pésame a las víctimas y las familias antes de abrir fuego. Desde fuera, decía que la tragedia "no parece tan incomprensible".
"Es la cara negativa de la libertad. A menos que haya limitaciones, a menos que usted quiera que la administración pública tenga mayor protagonismo... "
La audacia tuvo pocos rivales esta fecha en particular. Recibir lecciones de libertades estadounidenses de un caballero cuya posición entre los vivos no estaría tan asegurada en circunstancias comparables en su país es abundante en ironías. También fue horrorosamente inoportuno. A un par de husos horarios, Christina Taylor Green, la niña de nueve años asesinada en el homicidio de Tucson, era despedida en su sepelio por sus devastados padres y comunidad.
Gibbs fingió que hacía su trabajo para salir airoso del incómodo momento, recordando a Sitov que había habido muertos, que había vidas afectadas, y que nada de los valores estadounidenses guardaba relación con las acciones del caballero acusado de abrir fuego contra ciudadanos, Congresista Gabrielle Giffords incluida.
"Me parece que hay una investigación que debe llegar... Creo que como el presidente dijo claramente anoche, nunca sabremos completamente por qué o cómo", respondió Gibbs. "Puede que nunca tengamos una interpretación del motivo, como dijo el presidente, de que en los oscuros rincones de la mente de alguien, la mente de alguien violento, las acciones de este calado salgan adelante. No quiero hacer conjeturas ni teorías en el futuro de nada de eso".
Gibbs añadió: "Nada de lo contenido en los valores de nuestro país, nada en las muchas leyes de nuestro código permite a nadie anular o imponerse a las mismas libertades de las que usted parte al llevar a cabo las acciones que el individuo llevó a cabo ese día. Eso no es americano".
Podría haber sido el mejor momento de Gibbs, así como la elaboración tan necesaria de las libertades que damos por sentadas de verdad. Tal vez el ruso no estaba más que jugando con Gibbs, poniendo a prueba los límites de las libertades que no se toleran en su propio país, donde periodistas y blogueros salen mutilados o asesinados por hablar con libertad.
El pasado noviembre, por ejemplo, a Oleg Kashin, periodista del Kommersant y también destacado bloguero, le rompieron las piernas, le rompieron dedos(al menos uno de los cuales casi fue arrancado) y le fracturaron el cráneo por escribir algo "ofensivo". Poco antes había cuestionado la destrucción del bosque Jimki para la construcción de las autovías de Moscú a San Petersburgo, investigaba a una organización extremista y criticaba a un gobernador local.
Otro periodista ruso sufrió un destino parecido en la primavera de 2008. Mijail Beketov, que trató de denunciar la corrupción detrás de las mismas infraestructuras, fue golpeado y abandonado inconsciente y sangrando frente a su casa. Como Kashin, entró en coma. Y, como Kashin, sus dedos habían sido machacados. Tres tuvieron que ser amputados, además de una pierna. Mensaje: No vuelvas a escribir.
Aunque el Presidente Dmitry Medvedev ha prometido castigar a los atacantes de Kashin, los antecedentes indican otra cosa. Los ataques a periodistas en Rusia están aumentando y los agresores rara vez comparecen ante la justicia, según un informe de Radio Free Europe. El Carnegie Center de Moscú informa que de los 200 ataques a periodistas y activistas registrados los 10 a 15 últimos años, sólo un par han llevado a investigaciones con culpables.
Tales noticias de periodistas muertos y comatosos serán sin duda novedosas en la mente del tal Andrei Sitov. Por eso tal vez encontrara cierto alivio perverso al hablar en contra de las libertades que disfrutaba en un lugar que obviamente considera seguro. Esperemos que entienda bien la historia: En este país, la libertad de una mente enferma de actuar de forma violenta acaba donde empiezan los tribunales, y los que denuncian la corrupción hasta están protegidos por la administración a la que critican.
Gracias a los valores que él critica, Sitov tuvo permiso para expresas su opinión sin repercusiones ni el recurso a la violencia. Le deseamos buen viaje y buena suerte en su vuelta a Rusia para informar de que el demente comportamiento de un caballero nunca es una sentencia de condena a la libertad - y que la mayoría de los estadounidenses entienden la diferencia.