No hay duda. El chantaje de la banda asesina ETA surte su efecto en la manifestación que se celebra en Bilbao. Miles de personas -- las mayorías chantajeadas y amenazadas por el mundo abertzale-- no se han atrevido a faltar por miedo a la represión. Mejor una mala imagen que una mala vida.
Una represión que se produce una y otra vez en las provincias vascongadas a cargo de las 'ONGs' abertzales y todo su entramado, como con las famosas huchas que se reparten en los comercios de las tres provincias vascas para recaudar dinero con destino a las organizaciones que defienden y representan a los presos etarras. ¡Y pobre de quien no eche en las huchas, porque quedará marcado para siempre en el sector abertzale!
En ese caso, si no echan en la hucha fraudulenta y recaudatoria, ya pueden ir pensando en abandonar la provincia en la que residen, pues son destinatarios de las iras pro-etarras, del presunto tiro en la nuca, del incendio del vehículo, la pintada en la puerta de casa, de la persecución y exclusión de sus hijos y de la vida imposible para su mujer. A partir de la negativa a sonreír al mundo abertzale comienza el abandono social, la represión, la amenaza y la permanente vejación.
¡Ay si se pudieran contar, en las fotografías difundidas por los medios de comunicación, cuántos están ahí por amenazas y chantaje! Sin duda, la verdad resplandecería. Y ETA representaría lo que realmente es: un núcleo de rechazo y desprecio, solo acogido por los familiares de presos etarras, para quienes tener un preso en la cárcel es un chollo económico y un estatus dentro del mundillo abertzale.