Dicen que quien la sigue la consigue, y ese ha sido el caso para el Girona. Tras siete jornadas sin vencer, mostrando un nivel de fútbol muy superior a lo reflejado en los resultados, los de Raúl Agné se quitaron una gran espina en un encuentro agónico ante el Barcelona B.
Tuvo que llegar 2011 para que el Girona viera por fin como se acababa su mala racha fuera de casa. Los rojiblancos se presentaban al Miniestadi como el segundo peor visitante de la liga, incapaz de sumar los tres puntos en ninguno de los nueve desplazamientos anteriores. Además, la racha de siete partidos sin ganar había empezado a causar los primeros síntomas de desesperación, ya que pese al buen juego, el equipo se estaba acercando peligrosamente a la zona de descenso.
El Miniestadi no parecía el escenario más idóneo para romper ambas dinámicas, ya que el Barça B tan solo había cedido una derrota como local. Con dos equipos con apuestas similares sobre el terreno de juego, hacía falta ver quién conseguía hacerse con el balón. La posesión del esférico es básica tanto en los esquemas de Luis Enrique como de Raúl Agné, lo que hacía prever un encuentro atractivo y ofensivo.
El mundo al revés
Cuando llegó la hora de la verdad, quien tuvo más la pelota fueron los locales, una situación con la que el Girona hacía semanas que no se encontraba. Acostumbrados a tener el balón en tres cuartos de campo, los de Raúl Agné se vieron corriendo detrás de él, sobretodo en la primera mitad. No fue el partido más vistoso de los gerundenses, ni el más ofensivo, pero fue el primero en que se consiguió la victoria fuera de casa.
El gol agónico de Despotovic en el 95' desató la locura entre los 1000 aficionados que acompañaron al equipo, y también liberó una lluvia de sensaciones que llevaban semanas queriendo salir. El mazazo del gol del empate dos minutos antes podría haber sido definitivo para un equipo al que no le sobra la confianza y la seguridad, pero la lucha y el no rendirse ofrecieron al fin sus frutos.
Atrás quedaba el empate ante el Cartagena, en el mejor partido de la temporada. Atrás quedaban también las siete jornadas sin ganar, y los nueve partidos seguidos sin ganar fuera de casa. Todo por no rendirse tras un chaparrón de agua fría en el minuto 93', cuando más duele.
A cambiar el rumbo
El partido del Miniestadi también ponía fin al particular Tourmalet del Girona, que en los últimos cinco partidos se había enfrentado a cinco conjuntos situados en zona de ascenso. El calendario a partir de ahora depara un panorama completamente distinto para los de Raúl Agné, que en las próximas seis jornadas se medirá contra cinco equipos de la zona baja de la clasificación.
De los seis, el único que está bien situado es el Numancia, el próximo rival. Los sorianos son octavos, pero han sufrido en sus desplazamientos, donde solo han conseguido dos victorias. Con una inyección de autoestima, el Girona le recibirá en un horario que se produce por primera vez en Montilivi, el viernes a las 21.00 h.