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Muy mal, Señora Ministra, muy mal.

Carta Abierta a Ángeles González Sinde

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Disculpe este comienzo abrupto, pero, de no ser así, apenas nadie continuaría leyendo: sabemos ya desde tiempos remotos que para captar la atención del oyente lo mejor es resultar del fácil gusto del público fácil, con recursos de fácil comprensión, y, por supuesto, dándole la razón, siempre.

No tengo muy claro si quiero contarle a usted o a este público lo que quiero contar ahora, pero, dado que dentro de escasos días se juega nuevamente el futuro real de miles de personas vinculadas al negocio de la cultura, creo que es mi obligación hacer un poco de ruido al respecto. Este respecto, evidentemente, es el nuevo intento, tal vez el último, para poder comenzar a legislar sobre los contenidos de internet en este país, algo que está causando mucha controversia pública.

Que su llamada “Ley Sinde” no es la solución del todo ideal para solucionar los problemas derivados del auge de internet como sistema de intercambio de archivos lo sabemos todos. La verdadera solución sin cabos sueltos probablemente fuera imitar los ejemplos de países que no reconocen el derecho a copia privada (un derecho de por si absurdo, como si quien tuviera una matrícula de coche que él paga, y la paga bien, pudiera duplicarla…); esto acabaría con el problema de raíz y, además, permitiría eliminar el llamado “canon digital” que, a pesar de ser compartido por todos los países que poseen modelos de gestión similares a los nuestros, no deja de ser un foco de problemas. Pero, todo sea dicho, eliminar este derecho a día de hoy acarrearía tantos problemas de todo tipo que no se presenta como opción viable. Si una gran parte de la población le llama al canon el “Canon de la SGAE” a pesar de que es común a media Europa, y hasta músicos y escritores que viven a base de subvenciones públicas proclaman la “gratuidad de la cultura” (esto es, pagada por todos, básicamente, para que ellos vayan por la vida de modernos), la reacción a quitarle un derecho sería desastrosa. Y es que todos queremos, queremos, queremos… y es normal: a todo el mundo le gustaría tenerlo todo gratis, y más al público fácil.

Supongo que fue este el sector de la población que aplaudió el que el pasado mes de diciembre la Ley no consiguiera suficiente apoyo político. Se aplaudió mucho a la oposición por ello, sin ni siquiera pensar cuáles fueron los motivos por los que no existió ese apoyo, y los motivos eran tan solo monedas de cambio nacionalistas en todo tipo de cuestiones y bloqueo no argumentativo, sin más, con el objetivo de agradar al ciudadano medio.

Porque, señoras y señores, para tirar esta Ley por tierra hace falta ir en contra de las leyes del Copyright y de las de la Propiedad Intelectual, algo que ningún partido político estaría dispuesto a hacer, por supuesto y lógicamente. Lo que sí pueden hacer, más que negar su evidencia, es sencillamente no apoyarla, que no es lo mismo, pero ustedes, muchos de los que estarán leyendo estas líneas ahora, habrán caído en el juego sin más. Parecerá que les dan la razón, ustedes aplaudirán, y serán víctimas de otra mentira: dependiendo de cuál sea esta, todos aceptamos ser tratados de idiotas o no.

Está claro que si se exige de mayor intervención judicial de la que exige la Ley Sinde el proceso desencadenado sería tan largo que resultaría casi inútil; y que nadie se engañe, todo el mundo protestaría igualmente. Si con más Justicia por medio es imposible, y eliminar el Derecho de Copia Privada lo es más, ¿qué nos queda? Pues básicamente, la Ley Sinde, o bien olvidarnos de todo y desaparecer: no hay más caminos.

Y quizás ese camino, el de la desaparición, el camino más evidente e inmediato, sea el correcto: un buen final fácil para nuestro amado público.

Respecto a este, creo que si se gasta mucho dinero por nuestra parte en hacer un buen disco, un trabajo bien acabado, una película, lo que ustedes quieran, y al espectador le da igual tenerlo en un disco duro o en un cd con un título escrito a rotulador, eso es lo que debemos darle: esa basura. Debemos darles fotocopias mugrientas, discos copiados producidos en nuestras propias casas, películas sin formato y de colores degradados y maltratados. Lo he dicho más de una vez y lo repito: cualquiera puede hacer un disco en casa con la misma maestría que aprender cirugía; si el producto final apesta a muerto, da igual: solo había un cuchillo a mano y a la vecina no le importó. Los nuevos trabajos culturales realizados sin apenas medios más allá de la autoproducción y destinados a ser distribuidos gratuitamente son lo que son: material que de buen grado yo mismo grabaría en un cd (y sin ni siquiera ponerle el título encima con un mal rotulador).

¿Por qué no hacerlo e, incluso, hasta cobrar por ello a algunos incautos que se decidan a pagar por un producto autoproducido en nuestras casas? Si podemos esgrimir que el mercado ha cambiado sin tener en cuenta que no se puede hablar de mercado y de la no protección de derechos de propiedad en un mismo saco; si se puede esgrimir que la cultura se desarrollará por otras vías nuevas sin decir cuáles; si se puede esgrimir que el progreso determina la libertad de internet y que el Copyright ha muerto sin tener en cuenta que la misma idea de Libertad que esgrimen los que quiere todo gratuito, así como la reforma del Copyright, han nacido en el mismo seno (la Europa de hace un par de siglos de la que somos hijos), ya cualquier cosa tiene sentido. Podemos no estar de acuerdo con esa Europa y sus valores, pero nunca en nombre de la Libertad, concepto que ella misma acuñó. Vayan ustedes a otras culturas y busquen un solo poema, un solo escrito, sobre la Libertad: solo encontrarán vacío. Pueden hacerlo igualmente con conceptos como la Paz o el Amor: quizás debiéramos pensarnos dos veces el pretender dinamitar ciertos principios.

Esperaré a que alguien me cuente que la Ley Sinde ha sido aprobada. Y si esto no es así, después de aplaudir a una oposición no argumentativa y a millones de ciudadanos felices en su mentira, creo que deberíamos adaptarnos a los nuevo tiempos y comenzar a vender basura. Nuestro público nos lo agradecerá.

Carta Abierta a Ángeles González Sinde

Muy mal, Señora Ministra, muy mal.
Borja Costa
lunes, 10 de enero de 2011, 09:41 h (CET)
Disculpe este comienzo abrupto, pero, de no ser así, apenas nadie continuaría leyendo: sabemos ya desde tiempos remotos que para captar la atención del oyente lo mejor es resultar del fácil gusto del público fácil, con recursos de fácil comprensión, y, por supuesto, dándole la razón, siempre.

No tengo muy claro si quiero contarle a usted o a este público lo que quiero contar ahora, pero, dado que dentro de escasos días se juega nuevamente el futuro real de miles de personas vinculadas al negocio de la cultura, creo que es mi obligación hacer un poco de ruido al respecto. Este respecto, evidentemente, es el nuevo intento, tal vez el último, para poder comenzar a legislar sobre los contenidos de internet en este país, algo que está causando mucha controversia pública.

Que su llamada “Ley Sinde” no es la solución del todo ideal para solucionar los problemas derivados del auge de internet como sistema de intercambio de archivos lo sabemos todos. La verdadera solución sin cabos sueltos probablemente fuera imitar los ejemplos de países que no reconocen el derecho a copia privada (un derecho de por si absurdo, como si quien tuviera una matrícula de coche que él paga, y la paga bien, pudiera duplicarla…); esto acabaría con el problema de raíz y, además, permitiría eliminar el llamado “canon digital” que, a pesar de ser compartido por todos los países que poseen modelos de gestión similares a los nuestros, no deja de ser un foco de problemas. Pero, todo sea dicho, eliminar este derecho a día de hoy acarrearía tantos problemas de todo tipo que no se presenta como opción viable. Si una gran parte de la población le llama al canon el “Canon de la SGAE” a pesar de que es común a media Europa, y hasta músicos y escritores que viven a base de subvenciones públicas proclaman la “gratuidad de la cultura” (esto es, pagada por todos, básicamente, para que ellos vayan por la vida de modernos), la reacción a quitarle un derecho sería desastrosa. Y es que todos queremos, queremos, queremos… y es normal: a todo el mundo le gustaría tenerlo todo gratis, y más al público fácil.

Supongo que fue este el sector de la población que aplaudió el que el pasado mes de diciembre la Ley no consiguiera suficiente apoyo político. Se aplaudió mucho a la oposición por ello, sin ni siquiera pensar cuáles fueron los motivos por los que no existió ese apoyo, y los motivos eran tan solo monedas de cambio nacionalistas en todo tipo de cuestiones y bloqueo no argumentativo, sin más, con el objetivo de agradar al ciudadano medio.

Porque, señoras y señores, para tirar esta Ley por tierra hace falta ir en contra de las leyes del Copyright y de las de la Propiedad Intelectual, algo que ningún partido político estaría dispuesto a hacer, por supuesto y lógicamente. Lo que sí pueden hacer, más que negar su evidencia, es sencillamente no apoyarla, que no es lo mismo, pero ustedes, muchos de los que estarán leyendo estas líneas ahora, habrán caído en el juego sin más. Parecerá que les dan la razón, ustedes aplaudirán, y serán víctimas de otra mentira: dependiendo de cuál sea esta, todos aceptamos ser tratados de idiotas o no.

Está claro que si se exige de mayor intervención judicial de la que exige la Ley Sinde el proceso desencadenado sería tan largo que resultaría casi inútil; y que nadie se engañe, todo el mundo protestaría igualmente. Si con más Justicia por medio es imposible, y eliminar el Derecho de Copia Privada lo es más, ¿qué nos queda? Pues básicamente, la Ley Sinde, o bien olvidarnos de todo y desaparecer: no hay más caminos.

Y quizás ese camino, el de la desaparición, el camino más evidente e inmediato, sea el correcto: un buen final fácil para nuestro amado público.

Respecto a este, creo que si se gasta mucho dinero por nuestra parte en hacer un buen disco, un trabajo bien acabado, una película, lo que ustedes quieran, y al espectador le da igual tenerlo en un disco duro o en un cd con un título escrito a rotulador, eso es lo que debemos darle: esa basura. Debemos darles fotocopias mugrientas, discos copiados producidos en nuestras propias casas, películas sin formato y de colores degradados y maltratados. Lo he dicho más de una vez y lo repito: cualquiera puede hacer un disco en casa con la misma maestría que aprender cirugía; si el producto final apesta a muerto, da igual: solo había un cuchillo a mano y a la vecina no le importó. Los nuevos trabajos culturales realizados sin apenas medios más allá de la autoproducción y destinados a ser distribuidos gratuitamente son lo que son: material que de buen grado yo mismo grabaría en un cd (y sin ni siquiera ponerle el título encima con un mal rotulador).

¿Por qué no hacerlo e, incluso, hasta cobrar por ello a algunos incautos que se decidan a pagar por un producto autoproducido en nuestras casas? Si podemos esgrimir que el mercado ha cambiado sin tener en cuenta que no se puede hablar de mercado y de la no protección de derechos de propiedad en un mismo saco; si se puede esgrimir que la cultura se desarrollará por otras vías nuevas sin decir cuáles; si se puede esgrimir que el progreso determina la libertad de internet y que el Copyright ha muerto sin tener en cuenta que la misma idea de Libertad que esgrimen los que quiere todo gratuito, así como la reforma del Copyright, han nacido en el mismo seno (la Europa de hace un par de siglos de la que somos hijos), ya cualquier cosa tiene sentido. Podemos no estar de acuerdo con esa Europa y sus valores, pero nunca en nombre de la Libertad, concepto que ella misma acuñó. Vayan ustedes a otras culturas y busquen un solo poema, un solo escrito, sobre la Libertad: solo encontrarán vacío. Pueden hacerlo igualmente con conceptos como la Paz o el Amor: quizás debiéramos pensarnos dos veces el pretender dinamitar ciertos principios.

Esperaré a que alguien me cuente que la Ley Sinde ha sido aprobada. Y si esto no es así, después de aplaudir a una oposición no argumentativa y a millones de ciudadanos felices en su mentira, creo que deberíamos adaptarnos a los nuevo tiempos y comenzar a vender basura. Nuestro público nos lo agradecerá.

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