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El vicecanciller alemán viaja a Afganistán y Pakistán mientras su partido, el FDP, sufre una de las peores crisis de su historia

La gira asiática de Westerwelle

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Guido Westerwelle busca en el extranjero lo que no encuentra en Alemania: un empujón a su popularidad, que ahora mismo está por los suelos y sin visos de mejora. Tras las últimas predicciones electorales, que situaban al FDP, socio de gobierno de Angela Merkel, por debajo del 5% necesario para entrar en el Bundestag, Westerwelle no ha logrado mejorar su imagen pública.

Para ello está intentando acometer nuevas políticas que, además de necesarias y beneficiosas para su país, sean productivas en términos de imagen pública y réditos electorales.

Pablo Hernández / SIGLO XXI

Como muestra de esta voluntad de mejora para sus perspectivas, el vicecanciller ha viajado este fin de semana a Pakistán y Afganistán, dos países donde se juegan muchos de los intereses de las potencias occidentales, además de la estabilidad mundial para los próximos años. Westerwelle sufrió una odisea a su llegada a Pakistán, no pudiendo aterrizar en Islamabad debido a una tormenta de arena, desviando el vuelo hasta Lahore, a más de trescientos kilómetros, y finalmente viajando en autobús hasta la capital.

Ya en Islamabad, el ministro de Exteriores alemán charló con su homólogo pakistaní, con el jefe del ejército y con el ministro de Presidencia sobre los problemas que acucian al gobierno de Asif Zardari, sobre la lucha contra el terrorismo, para la cual la colaboración pakistaní es fundamental, y también sobre la situación de las víctimas de las terribles inundaciones que sufrió la república islámica el pasado verano. Alemania ha colaborado con 200 millones de euros para la reconstrucción del país.

Mientras, en Afganistán, Westerwelle observó sobre el terreno el trabajo que está realizando el ejército alemán, y se reafirmó en su aspiración de reducir el contingente de soldados a finales de año, siguiendo así los planes de Estados Unidos y de la OTAN, que pretenden comenzar la retirada en julio.

El viaje del vicecanciller y ministro de Exteriores ha sido analizado en Alemania de muy diferentes maneras. Der Spiegel titulaba “Ministro a la fuga”, mientras Die Welt optaba por un “Guido Westerwelle lucha en todos los frentes”. Así, la gira asiática del líder de FDP se ve tanto desde un punto de vista crítico, que incide en la inutilidad –en términos de política interior– de un viaje como este cuando tu partido se desangra en las encuestas, como desde un punto de vista más condescendiente con Westerwelle, presentándole como un todoterreno de la política que, pese a su difícil situación, sigue trabajando por su país.

En el fondo, haya hecho bien o mal viajando a Asia en estas fechas, a su regreso a Berlín Westerwelle tendrá que probar tres importantes asuntos ante la opinión pública alemana, como afirma Der Spiegel: cambiar las desastrosas perspectivas de su partido en las urnas, disciplinar al ala crítica del FDP y pulir la maltratada imagen de los liberales y de sí mismo cuanto antes. Dura tarea la que tiene por delante.

La gira asiática de Westerwelle

El vicecanciller alemán viaja a Afganistán y Pakistán mientras su partido, el FDP, sufre una de las peores crisis de su historia
Pablo Hernández Ramos
lunes, 10 de enero de 2011, 09:03 h (CET)
Guido Westerwelle busca en el extranjero lo que no encuentra en Alemania: un empujón a su popularidad, que ahora mismo está por los suelos y sin visos de mejora. Tras las últimas predicciones electorales, que situaban al FDP, socio de gobierno de Angela Merkel, por debajo del 5% necesario para entrar en el Bundestag, Westerwelle no ha logrado mejorar su imagen pública.

Para ello está intentando acometer nuevas políticas que, además de necesarias y beneficiosas para su país, sean productivas en términos de imagen pública y réditos electorales.

Pablo Hernández / SIGLO XXI

Como muestra de esta voluntad de mejora para sus perspectivas, el vicecanciller ha viajado este fin de semana a Pakistán y Afganistán, dos países donde se juegan muchos de los intereses de las potencias occidentales, además de la estabilidad mundial para los próximos años. Westerwelle sufrió una odisea a su llegada a Pakistán, no pudiendo aterrizar en Islamabad debido a una tormenta de arena, desviando el vuelo hasta Lahore, a más de trescientos kilómetros, y finalmente viajando en autobús hasta la capital.

Ya en Islamabad, el ministro de Exteriores alemán charló con su homólogo pakistaní, con el jefe del ejército y con el ministro de Presidencia sobre los problemas que acucian al gobierno de Asif Zardari, sobre la lucha contra el terrorismo, para la cual la colaboración pakistaní es fundamental, y también sobre la situación de las víctimas de las terribles inundaciones que sufrió la república islámica el pasado verano. Alemania ha colaborado con 200 millones de euros para la reconstrucción del país.

Mientras, en Afganistán, Westerwelle observó sobre el terreno el trabajo que está realizando el ejército alemán, y se reafirmó en su aspiración de reducir el contingente de soldados a finales de año, siguiendo así los planes de Estados Unidos y de la OTAN, que pretenden comenzar la retirada en julio.

El viaje del vicecanciller y ministro de Exteriores ha sido analizado en Alemania de muy diferentes maneras. Der Spiegel titulaba “Ministro a la fuga”, mientras Die Welt optaba por un “Guido Westerwelle lucha en todos los frentes”. Así, la gira asiática del líder de FDP se ve tanto desde un punto de vista crítico, que incide en la inutilidad –en términos de política interior– de un viaje como este cuando tu partido se desangra en las encuestas, como desde un punto de vista más condescendiente con Westerwelle, presentándole como un todoterreno de la política que, pese a su difícil situación, sigue trabajando por su país.

En el fondo, haya hecho bien o mal viajando a Asia en estas fechas, a su regreso a Berlín Westerwelle tendrá que probar tres importantes asuntos ante la opinión pública alemana, como afirma Der Spiegel: cambiar las desastrosas perspectivas de su partido en las urnas, disciplinar al ala crítica del FDP y pulir la maltratada imagen de los liberales y de sí mismo cuanto antes. Dura tarea la que tiene por delante.

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