Los que visten de blanco y los que visten de azulgrana son grandes. Es decir, tienen más títulos, más reconocimiento, más hinchada, más dinero, más repercusión social, más ingresos, mejores jugadores, más historia, mejor historia, mayor poder, etc.
Bueno, pero como dice el tópico, sólo con la camiseta no ganas los partidos. En este caso, sólo con el escudo no te ganas el respeto. El respeto es esa cosa abstracta, alejada de la sociedad, que se gana con los años y se pierdes con los segundos.
Y ambos, más el Madrid que el Barcelona, lo están perdiendo a pasos agigantados. Es más: están perdiendo la oportunidad de volver a tener la oportunidad de ganárselo en un futuro. Con los árbitros, digo. Porque, y de lejos, son los dos equipos más favorecidos de la historia del fútbol español.
Ser grande también implica grandes responsabilidades. Y grandes decisiones. Esta decisión de quejarse de los trencillas a toda costa es una verguenza. Nunca jamás pueden y deben hacerlo. Ellos no, nunca. En todo caso, se ganarían un aplauso si reconociesen que han obtenido favores puntuales y no tan puntuales. Pero no.