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Opinión
Etiquetas | La delgada línea roja
Antonio Pérez Omister

Delincuencia subvencionada

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En plena crisis económica, cuando se suprimen los subsidios a los desempleados, y se recortan salarios y pensiones, se ha sabido que la delincuencia “subvencionada” de jóvenes magrebíes le cuesta anualmente al Gobierno vasco lo equivalente a construir un nuevo museo Guggenheim. Las actividades delictivas de los marroquíes suponen ya el 55% de los crímenes cometidos en Bilbao.

Al actual gobierno vasco de mentirijillas le cuesta más de 60 millones de euros anuales el mantenimiento de estos zarrapastrosos haraganes que pululan y vagabundean a lo largo y ancho de su comunidad autónoma. Vasconia es la región española con más centros de acogida para esta gentuza. Cada año llegan a las provincias vascas una media de 700 “menores” procedentes de Marruecos. Hay que destacar que algunos de estos “menores” rozan los 30 años, pero como vienen sin papeles y su aspecto físico, además de desagradable, es el de unos adefesios enclenques a causa de la desnutrición endémica que asola el país alauita, pasan por menores. Pero no lo son. Son simplemente canijos desnutridos.

La estancia de estos malignos y biliosos mequetrefes en los centros para menores, cuesta la friolera de unos 3.000 euros al mes por cabeza. Un imperdonable despilfarro por mantener a estos vagos a cuerpo de rey (o de sultán) en esos centros de acogida, y a los que, entre otras consideraciones que se les dispensan, está la de prepararles comida halal, según las exigencias musulmanas.

Nada de cerdo. Para estos escrupulosos hambrones agarenos, cualquier atención es poca. Así, en cuestión de horas, una vez que sus malolientes y húmedas babuchas pisan suelo español, pasan de ser muertos de hambre a convertirse en refinados “gourmets”. ¡Nada de cerdo y sólo cordero traído de Marruecos! Nuestro cordero es tan impuro, como el más noble de los verracos ibéricos.

Quizás, hartándolos a base de tocino, panceta, chorizo y otros derivados del cerdo, estos sacamantecas se irían por donde han venido de una maldita vez. Además, para acabar de disuadirles a que regresen a sus madrigueras, deberíamos asegurarles que si mueren aquí, los ayuntamientos ya no seguirán pagando como hasta ahora la repatriación de sus cadáveres, sino que serán incinerados, o entregados sus cuerpos a la ciencia, como los de cualquier hijo de vecino sin medios para sufragar su propio entierro o cremación.

Muchos de estos delincuentes marroquíes abandonan el centro de acogida cuando cumplen la mayoría de edad, o cuando a causa de su encanecida y luenga barba son expulsados. Entonces, el desvergonzado gobierno autonómico vasco les facilita una generosa ayuda de casi 1.000 euros mensuales. Los mismos que se niegan a madres y padres de familia en situación de desempleo. Y a muchos asalariados que trabajan por sueldos miserables muy por debajo de esa cantidad.

Quienes conceden esas “subvenciones” son los mismos cicateros y miserables politicastros aldeanos que luego racanean hasta el último céntimo de su aportación al sostenimiento del Estado. Es decir, de España.

La población actual de “jóvenes” delincuentes magrebíes (casi todos marroquíes) alcanza los 7.000 individuos (entre los 18 y los 29 años), y casi todos se benefician de una ayuda de 640 euros mensuales, más el complemento de 250 euros para vivienda.

El PSE de Pachi Noséqué, considera, sin entrar en detalles, que los magrebíes que llegan a Vasconia “constituyen una verdadera oportunidad”. ¿Una oportunidad de qué, imbécil? ¿Se puede ser más cínico y malvado?

Los datos que maneja la Guardia Civil demuestran que el 55% de los crímenes que se producen en Bilbao los cometen estos “menores” treintañeros paridos en Marruecos por sus pu*as madres. Y añaden, además, que estos zánganos son los responsables de casi el 90% de las denuncias por violaciones. ¿Qué tiene que decir a esto el miope observatorio para la violencia de género? ¡Nada!, mientras las violadas son sean mujeres progresistas afines al Partido, y los violadores sean energúmenos marroquíes. En ese caso se trata de un episodio cultural desafortunado, pero aislado, dentro del contexto buenista de la siempre sidosa y gonorreica alianza de civilizaciones y sifilizaciones.

La violación, aun cuando la practique un marroquí (el nuevo Pueblo Elegido), es un acto repugnante. A los violadores marroquíes deberían dejarlos en las cárceles españolas al “cuidado” de presos comunes. Ellos se encargarían de “reeducarlos” convenientemente, y de convertir a los furibundos violadores moritos en dóciles “moritas” antes de devolverlos, previo alpargatazo en la cara, a su miseria al otro lado del Estrecho.

Con 1.000 euros al mes de bicoca por gandulear, robar y violar, ¿cree alguien sensato que esa chusma se integrará en nuestra sociedad para trabajar por un paupérrimo salario de 426 euros? Es decir, el equivalente al subsidio (recientemente suprimido) que cobraba un desempleado español de larga duración, con independencia de que fuese mayor de 45 años, padre de familia, separado, divorciado… ¡Qué más da! Español a fin de cuentas. A ése… ¡a laminarlo!

Sobre todo si es un “maketo” que vive en Bilbao, o un charnego que lo hace en Barcelona. Desde siempre, los nacionalistas periféricos han sembrado el odio entre españoles. “¡La ruina de Cataluña la provoca Andalucía, donde ni Dios paga impuestos!” ¿Se acuerdan de esta vil y párvula bobería? Pues el mismo mastuerzo que la vomitó, está encantado con la patulea multicultural que ha llenado Cataluña de parásitos que no hablan español, y de fanáticos islamistas venidos desde los mismos martirizados lugares donde todavía se les combate en nombre de la libertad y la decencia. Con tal de que estos “nuevos catalanes” no vengan de Sevilla, o de Madrid, de que no sean cristianos, y, sobre todo, de que no hablen español, todo está bien.

Se perseguirá a los fumadores con saña, a los que hablen en español, y a los católicos también. Todos estos son deleznables criminales. Ahora bien, si de lo que se trata es de fomentar la delincuencia, siempre que la practiquen unos andrajosos criminales venidos de desiertos lejanos y de remotas montañas: que se afinquen cómodamente en nuestro país para holgazanear y delinquir con todo lujo de facilidades, ¡adelante! Todo es poco para destruir España y hundirla en la ruina y el caos.

Delincuencia subvencionada

Antonio Pérez Omister
Antonio Pérez Omister
viernes, 7 de enero de 2011, 09:43 h (CET)
En plena crisis económica, cuando se suprimen los subsidios a los desempleados, y se recortan salarios y pensiones, se ha sabido que la delincuencia “subvencionada” de jóvenes magrebíes le cuesta anualmente al Gobierno vasco lo equivalente a construir un nuevo museo Guggenheim. Las actividades delictivas de los marroquíes suponen ya el 55% de los crímenes cometidos en Bilbao.

Al actual gobierno vasco de mentirijillas le cuesta más de 60 millones de euros anuales el mantenimiento de estos zarrapastrosos haraganes que pululan y vagabundean a lo largo y ancho de su comunidad autónoma. Vasconia es la región española con más centros de acogida para esta gentuza. Cada año llegan a las provincias vascas una media de 700 “menores” procedentes de Marruecos. Hay que destacar que algunos de estos “menores” rozan los 30 años, pero como vienen sin papeles y su aspecto físico, además de desagradable, es el de unos adefesios enclenques a causa de la desnutrición endémica que asola el país alauita, pasan por menores. Pero no lo son. Son simplemente canijos desnutridos.

La estancia de estos malignos y biliosos mequetrefes en los centros para menores, cuesta la friolera de unos 3.000 euros al mes por cabeza. Un imperdonable despilfarro por mantener a estos vagos a cuerpo de rey (o de sultán) en esos centros de acogida, y a los que, entre otras consideraciones que se les dispensan, está la de prepararles comida halal, según las exigencias musulmanas.

Nada de cerdo. Para estos escrupulosos hambrones agarenos, cualquier atención es poca. Así, en cuestión de horas, una vez que sus malolientes y húmedas babuchas pisan suelo español, pasan de ser muertos de hambre a convertirse en refinados “gourmets”. ¡Nada de cerdo y sólo cordero traído de Marruecos! Nuestro cordero es tan impuro, como el más noble de los verracos ibéricos.

Quizás, hartándolos a base de tocino, panceta, chorizo y otros derivados del cerdo, estos sacamantecas se irían por donde han venido de una maldita vez. Además, para acabar de disuadirles a que regresen a sus madrigueras, deberíamos asegurarles que si mueren aquí, los ayuntamientos ya no seguirán pagando como hasta ahora la repatriación de sus cadáveres, sino que serán incinerados, o entregados sus cuerpos a la ciencia, como los de cualquier hijo de vecino sin medios para sufragar su propio entierro o cremación.

Muchos de estos delincuentes marroquíes abandonan el centro de acogida cuando cumplen la mayoría de edad, o cuando a causa de su encanecida y luenga barba son expulsados. Entonces, el desvergonzado gobierno autonómico vasco les facilita una generosa ayuda de casi 1.000 euros mensuales. Los mismos que se niegan a madres y padres de familia en situación de desempleo. Y a muchos asalariados que trabajan por sueldos miserables muy por debajo de esa cantidad.

Quienes conceden esas “subvenciones” son los mismos cicateros y miserables politicastros aldeanos que luego racanean hasta el último céntimo de su aportación al sostenimiento del Estado. Es decir, de España.

La población actual de “jóvenes” delincuentes magrebíes (casi todos marroquíes) alcanza los 7.000 individuos (entre los 18 y los 29 años), y casi todos se benefician de una ayuda de 640 euros mensuales, más el complemento de 250 euros para vivienda.

El PSE de Pachi Noséqué, considera, sin entrar en detalles, que los magrebíes que llegan a Vasconia “constituyen una verdadera oportunidad”. ¿Una oportunidad de qué, imbécil? ¿Se puede ser más cínico y malvado?

Los datos que maneja la Guardia Civil demuestran que el 55% de los crímenes que se producen en Bilbao los cometen estos “menores” treintañeros paridos en Marruecos por sus pu*as madres. Y añaden, además, que estos zánganos son los responsables de casi el 90% de las denuncias por violaciones. ¿Qué tiene que decir a esto el miope observatorio para la violencia de género? ¡Nada!, mientras las violadas son sean mujeres progresistas afines al Partido, y los violadores sean energúmenos marroquíes. En ese caso se trata de un episodio cultural desafortunado, pero aislado, dentro del contexto buenista de la siempre sidosa y gonorreica alianza de civilizaciones y sifilizaciones.

La violación, aun cuando la practique un marroquí (el nuevo Pueblo Elegido), es un acto repugnante. A los violadores marroquíes deberían dejarlos en las cárceles españolas al “cuidado” de presos comunes. Ellos se encargarían de “reeducarlos” convenientemente, y de convertir a los furibundos violadores moritos en dóciles “moritas” antes de devolverlos, previo alpargatazo en la cara, a su miseria al otro lado del Estrecho.

Con 1.000 euros al mes de bicoca por gandulear, robar y violar, ¿cree alguien sensato que esa chusma se integrará en nuestra sociedad para trabajar por un paupérrimo salario de 426 euros? Es decir, el equivalente al subsidio (recientemente suprimido) que cobraba un desempleado español de larga duración, con independencia de que fuese mayor de 45 años, padre de familia, separado, divorciado… ¡Qué más da! Español a fin de cuentas. A ése… ¡a laminarlo!

Sobre todo si es un “maketo” que vive en Bilbao, o un charnego que lo hace en Barcelona. Desde siempre, los nacionalistas periféricos han sembrado el odio entre españoles. “¡La ruina de Cataluña la provoca Andalucía, donde ni Dios paga impuestos!” ¿Se acuerdan de esta vil y párvula bobería? Pues el mismo mastuerzo que la vomitó, está encantado con la patulea multicultural que ha llenado Cataluña de parásitos que no hablan español, y de fanáticos islamistas venidos desde los mismos martirizados lugares donde todavía se les combate en nombre de la libertad y la decencia. Con tal de que estos “nuevos catalanes” no vengan de Sevilla, o de Madrid, de que no sean cristianos, y, sobre todo, de que no hablen español, todo está bien.

Se perseguirá a los fumadores con saña, a los que hablen en español, y a los católicos también. Todos estos son deleznables criminales. Ahora bien, si de lo que se trata es de fomentar la delincuencia, siempre que la practiquen unos andrajosos criminales venidos de desiertos lejanos y de remotas montañas: que se afinquen cómodamente en nuestro país para holgazanear y delinquir con todo lujo de facilidades, ¡adelante! Todo es poco para destruir España y hundirla en la ruina y el caos.

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