En Almería se vive una situación límite. Desde principios de los 80, cuando el equipo (entonces denominado entonces AD Almería, en vez de UD Almería) bajó a segunda tras su primera aventura de la historia en primera, no se respiraba un ambiente más lúgubre en la ciudad.
El pesimismo es descorazonador. El Almería, desde que está en esta segunda etapa en primera división, nunca había estado en puestos de descenso. Nunca antes había estado, lógicamente, en la penosa poenúltima posición y, lo que es más grave, nunca había estado una vuelta completa sin saber lo que es la victoria en casa. Números que, probablemente y a pesar de lo mucho que queda de liga, mandarán al conjunto rojiblanco a segunda en Junio de este año.
Muchos son los factores que hacen que el equipo esté tan bajo en la tabla y dando tan pobre imagen en liga, pero hay un aspecto totalmente novedoso este año que está haciendo que las “energías” (pocas) y la fortuna (aún menos) de esta temporada vaya a parar en exclusiva a la Copa del Rey. Una competición casi siempre denostada por el conjunto rojiblanco, siempre inmerso en luchas ligueras por ascender o descender, y que, miren ustedes por donde, este año el Almería está bordando, donde está goleando a los rivales que no golea en liga y que ya ha dado con los de Oltra en cuartos de final, y además con un cruce nada imposible que podría hacer que los almerienses llegaran a semis contra el Barça. Ver para creer.
Ni el presidente, Alfonso García, ni mucha parte d ella afición está muy cómoda con este camino paralelo del Almería en Copa. Especialmente cuando Oltra está sacando a muchos de los titulares de su más bien menguada plantilla trambién en Copa, cosa arriesgadísima y más bien poco sabia. ¿Donde llevará esta huida hacia adelante del Almería en la Copa y cómo seguirá afectando al equipo de cara a su auténtica obligación, la liga? Nadie lo sabe. Esperemos que el míster sí