Hay quien se va de vacaciones de Navidad a disfrutar de la compañía de sus familias, otros a comerse el turrón con la seguridad de que están saliendo las cosas bien, y otros, como Drenthe, a amargarse las fiestas y a crear crispación en el club.
Drenthe salió muy quemado antes del parón liguero por las nóminas que el club adeuda a los jugadores. Había comentado que las informaciones eran ciertas, que se les debía dinero, pero que él no iba a encabezar ningún motín en el vestuario. Al final, la protesta ha llegado. Pero la ha llevado a cabo él solo, sin apoyo de sus compañeros.
No ha hecho las cosas bien el holandés. Además de airear asuntos internos de maneras poco caballerosas, se ha permitido el lujo de no presentarse a los entrenamientos porque sí, alegando que hasta que no se le pagara no iba a volver. El resto de compañeros, que viven la misma situación, están entrenando desde el día 27 de diciembre con total normalidad.
Objetivo de las críticas
“Algún día de estos volveré a Alicante”, se atrevió a decir. Y lo hizo, claro, no sabemos si aconsejado por personas de confianza o por iniciativa propia. El caso es que el lunes llegó a Alicante y se encontró con que los mismos aficionados que le vitorean en el campo domingo tras domingo le dedicaron un sonoro abucheo en el aeropuerto.
A la llegada a su casa le esperaban más sopresas, y no precisamente positivas. Algunos radicales habían decorado su fachada con pintadas insultándole y llamándole “payaso” y “mercenario”. Drenthe se limitó a decir, cuando se le comunicó días antes, que “había visto cosas peores en su vida que esas pintadas”.
El entrenador incluso llegó a decir que no había visto nada igual en toda su carrera y que ya no le servían las excusas de Drenhte. El jugador ha hablado con el club, entrando por la puerta de servicio al estadio, y saliendo sin hacer declaraciones.
Ahora la patata caliente está en el tejado del Hércules. La sanción está clara, lo que conllevará a un expediente. Pero el tema de apartarle del equipo parece más lejano. Máxime cuando es una figura esencial cada partido y cuando ya se le ha permitido algún escarceo sin sanción, como cuando fue interceptado por la policía a más de cien kilómetros en pleno casco urbano. Y el Madrid, por otra parte, también guarda silencio. El culebrón todavía no ha acabado, me temo.