Para el Real Valladolid el valor del dicho “año nuevo, vida nueva” no ha tenido repercusión alguna y su escasa eficacia ha propiciado que el comienzo del 2011 haya distado de lo que realmente se esperaba. Olvidar que es ganar y dejarse remontar a escasos minutos del pitido final se está convirtiendo en la tendencia más seguida por los pucelanos.
El nuevo año ha corroborado que pese a los cambios en el once inicial –entre otras cosas, porque las sanciones y lesiones dieron paso a ello- y el debut esta temporada de Justo Villar bajo palos, el equipo sigue manteniéndose en la misma línea y no da opciones a una óptima mejoría.
La progresión en alza de los blanquivioleta se hace patente pero no logra afincarse, y la rutina de no conseguir los tres puntos a escasos minutos del final vuelve a estar presente. La mala racha se agranda y las pésimas estadísticas no dejan de avalar al equipo. Todo esto se traduce en 2 puntos de 18 posibles, seis encuentros sin ganar en los que median dos empates.
Cuando se llevan a cabo decisiones precipitadas, acertar con la mejor solución es complicado y al final uno acaba equivocándose. El problema llega cuando la visibilidad del mal resultado deja constancia de que no solo no se corrigen los errores sino que se vuelve a caer en ellos.
La directiva del Real Valladolid está abrumando a la afición vallisoletana y ésta, cada vez más saturada, no ha dudado en mostrarlo al finalizar los encuentros. En éste último pudimos ser conscientes de cómo se alzaba una pancarta en una esquina del fondo norte con el lema “Nuestro sentimiento. Vuestro negocio. Accionistas fuera”.
Asimismo, comienzan a hacerse habituales los gritos al Presidente pidiendo su dimisión, quien por otra parte, no tiene intención. Al menos, si pretende seguir siendo la cabeza visible, más vale que empiece a ser consecuente con el mal momento por el que atraviesa el Club, por respeto, sobre todo, a sus seguidores.