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María García

‘Aprenderemos a nadar’

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Que el 2010 ha sido un año de relevantes bajas culturales, de crisis reflejada en el universo espectacular, no lo pueden negar las salas madrileñas que, entre otras artimañas empresariales, han tenido que tomar las uvas sobre las tablas. La verdad es que, en estos tiempos, se echan de menos aquellos domingos festivos y antiguos en los que nos podíamos permitir el lujo de paralizar todo el país…

Estos días las miradas televisivas no descansan de programas “refrito” tipo “lo mejor de los 70” y, por si se queda corto también retransmiten lo mejor de los 60, 80,90… y lo que haga falta con tal de no pagar sueldos extras para que los afortunados de la profesión disfruten de unos días libres en Navidad. Es obvio que, como no podemos fijarnos en el presente, vivimos en el pasado, pero sin aprender de él: el gran problema de la educación y de muchas conductas intolerables de hoy es que enseñan a vivir el futuro olvidando los grandes errores de nuestros predecesores.

Sin embargo, nos queda la esperanza de que hechos como la salida de Víctor García de la Concha de la Real Academia supongan un giro revolucionario que devuelva a la cultura la influencia que le corresponde en el panorama político y social de nuestra amada madre patria, que tantos nombres eficaces nos ha proporcionado.

Los aires nuevos, pero cultivados en lenguas ya acontecidas, parece que nos dan pereza y que somos incapaces de ser agradecidos y luchar como ya lo hicieron otros hombres antes por el bienestar general. Hoy se lleva el individualismo, que no es más que un eufemismo del egoísmo, no obstante hay talentos cuya fuerza no sucumbe a las consecuencias de la crisis. Es el caso de Luna Miguel que, en su libro de poemas Poetry is not dead , escribe: “No nos enseñaron a nadar / y en poco tiempo / aprendimos a ahogarnos (…)”.

Espejo de la realidad presente, estos versos no son más que lo que puede sentir cualquiera de nosotros en su cobardía interior al no apostar por lo que cree realmente valioso, al no arriesgar ni unas horas en todo el 2010 para construir un futuro cuyas raíces nos proporcionen el aliento necesario a fin de un legado justo y productivo con el que sencillamente seamos capaces de enseñar y aprender a nadar.

‘Aprenderemos a nadar’

María García
María García
lunes, 3 de enero de 2011, 16:32 h (CET)
Que el 2010 ha sido un año de relevantes bajas culturales, de crisis reflejada en el universo espectacular, no lo pueden negar las salas madrileñas que, entre otras artimañas empresariales, han tenido que tomar las uvas sobre las tablas. La verdad es que, en estos tiempos, se echan de menos aquellos domingos festivos y antiguos en los que nos podíamos permitir el lujo de paralizar todo el país…

Estos días las miradas televisivas no descansan de programas “refrito” tipo “lo mejor de los 70” y, por si se queda corto también retransmiten lo mejor de los 60, 80,90… y lo que haga falta con tal de no pagar sueldos extras para que los afortunados de la profesión disfruten de unos días libres en Navidad. Es obvio que, como no podemos fijarnos en el presente, vivimos en el pasado, pero sin aprender de él: el gran problema de la educación y de muchas conductas intolerables de hoy es que enseñan a vivir el futuro olvidando los grandes errores de nuestros predecesores.

Sin embargo, nos queda la esperanza de que hechos como la salida de Víctor García de la Concha de la Real Academia supongan un giro revolucionario que devuelva a la cultura la influencia que le corresponde en el panorama político y social de nuestra amada madre patria, que tantos nombres eficaces nos ha proporcionado.

Los aires nuevos, pero cultivados en lenguas ya acontecidas, parece que nos dan pereza y que somos incapaces de ser agradecidos y luchar como ya lo hicieron otros hombres antes por el bienestar general. Hoy se lleva el individualismo, que no es más que un eufemismo del egoísmo, no obstante hay talentos cuya fuerza no sucumbe a las consecuencias de la crisis. Es el caso de Luna Miguel que, en su libro de poemas Poetry is not dead , escribe: “No nos enseñaron a nadar / y en poco tiempo / aprendimos a ahogarnos (…)”.

Espejo de la realidad presente, estos versos no son más que lo que puede sentir cualquiera de nosotros en su cobardía interior al no apostar por lo que cree realmente valioso, al no arriesgar ni unas horas en todo el 2010 para construir un futuro cuyas raíces nos proporcionen el aliento necesario a fin de un legado justo y productivo con el que sencillamente seamos capaces de enseñar y aprender a nadar.

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