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Borja Costa

Del Amor y el Silencio

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Reafirma José Luis Molinuevo, en el prólogo a su edición de los “Estudios sobre el Amor” de Ortega (Edaf, 1995; © Herederos de José Ortega y Gasset, lógicamente, dado que usted también hereda los bienes inmuebles) las propias palabras del Maestro, sobre la gestación de muchos de sus escritos al calor del papel caliente de la prensa de la época. Afirmaba el Pensador haber nacido “encima de una rotativa”, y sobre ello reflexiona su prologuista, dado que si bien Ortega hacía uso de esta expresión como un modo de plasmar unos ilustres antecedentes familiares, igualmente ponía de manifiesto el hecho indiscutible de que, al igual que numerosísimos intelectuales y creadores contemporáneos (de él), el gran filósofo hizo un uso más que frecuente de los medios de comunicación, no solo para dar a conocer sus ideas artísticas o reflexiones de la más variada índole, sino también como una forma de concienciación social.

Yo, antaño un gran amador (que no un gran amante), me reafirmo en mis últimos pensamientos al respecto: esta mezcla de reacciones químicas casi con toda seguridad no está hecha para mi. Supongo que siendo padre de un niño maravilloso tengo colmados mis instintos hacia la procreación y hacia la necesidad de llenar mis vacíos con un objeto amado; sobre los pensamientos obsesivos, como soy compositor musical de oficio, tengo hace años el cupo lleno. Tal vez por esto, las reflexiones más útiles para mi de todo el libro surjan de su prólogo.

Y es que a día de hoy no deja de llamar la ausencia de verdaderos manifiestos o declaraciones honestas por parte de estos gremios de pensadores y creadores contemporáneos (nuestros). Sí es cierto que algunas manifestaciones brillantes ha habido sobre determinados temas de índole saharawi o de reminiscencias haitianas, pero no dejo de pensar que protestar sobre algo socialmente protestado, es llover sobre mojado, y aunque creo que esto es maravilloso y realmente digno de admiración por mi parte, me pregunto dónde ha quedado aquello de hacer llover sobre los desiertos. Porque lo cierto es que, en este país, miles de músicos, escritores, filósofos, directores, un largo etcétera, verdaderos y apasionados amantes obsesivos de su obsesivo trabajo, ven como sus ideas son atacadas casi todos los días, y, en un ejercicio de discreción bastante dudoso, en vez de intentar hacer comprender a una sociedad los mecanismos reales a los que se ve sometido su trabajo, prefieren permanecer en un discreto segundo plano. Más vale seguir vendiendo un libro que defender la subsistencia de estos, no vaya a pensar el gran público que uno está a favor de sus derechos más elementales (nada más lejos de la realidad, por Dios…).

A Ortega, créanme, esto no le hubiera gustado nada, a pesar de que esta situación reafirma algunas de sus observaciones más elementales: él mejor que nadie sabía ya que los enamorados vagan siempre taciturnos, sufriendo de sus males en un cobarde silencio.

Del Amor y el Silencio

Borja Costa
Borja Costa
lunes, 3 de enero de 2011, 09:34 h (CET)
Reafirma José Luis Molinuevo, en el prólogo a su edición de los “Estudios sobre el Amor” de Ortega (Edaf, 1995; © Herederos de José Ortega y Gasset, lógicamente, dado que usted también hereda los bienes inmuebles) las propias palabras del Maestro, sobre la gestación de muchos de sus escritos al calor del papel caliente de la prensa de la época. Afirmaba el Pensador haber nacido “encima de una rotativa”, y sobre ello reflexiona su prologuista, dado que si bien Ortega hacía uso de esta expresión como un modo de plasmar unos ilustres antecedentes familiares, igualmente ponía de manifiesto el hecho indiscutible de que, al igual que numerosísimos intelectuales y creadores contemporáneos (de él), el gran filósofo hizo un uso más que frecuente de los medios de comunicación, no solo para dar a conocer sus ideas artísticas o reflexiones de la más variada índole, sino también como una forma de concienciación social.

Yo, antaño un gran amador (que no un gran amante), me reafirmo en mis últimos pensamientos al respecto: esta mezcla de reacciones químicas casi con toda seguridad no está hecha para mi. Supongo que siendo padre de un niño maravilloso tengo colmados mis instintos hacia la procreación y hacia la necesidad de llenar mis vacíos con un objeto amado; sobre los pensamientos obsesivos, como soy compositor musical de oficio, tengo hace años el cupo lleno. Tal vez por esto, las reflexiones más útiles para mi de todo el libro surjan de su prólogo.

Y es que a día de hoy no deja de llamar la ausencia de verdaderos manifiestos o declaraciones honestas por parte de estos gremios de pensadores y creadores contemporáneos (nuestros). Sí es cierto que algunas manifestaciones brillantes ha habido sobre determinados temas de índole saharawi o de reminiscencias haitianas, pero no dejo de pensar que protestar sobre algo socialmente protestado, es llover sobre mojado, y aunque creo que esto es maravilloso y realmente digno de admiración por mi parte, me pregunto dónde ha quedado aquello de hacer llover sobre los desiertos. Porque lo cierto es que, en este país, miles de músicos, escritores, filósofos, directores, un largo etcétera, verdaderos y apasionados amantes obsesivos de su obsesivo trabajo, ven como sus ideas son atacadas casi todos los días, y, en un ejercicio de discreción bastante dudoso, en vez de intentar hacer comprender a una sociedad los mecanismos reales a los que se ve sometido su trabajo, prefieren permanecer en un discreto segundo plano. Más vale seguir vendiendo un libro que defender la subsistencia de estos, no vaya a pensar el gran público que uno está a favor de sus derechos más elementales (nada más lejos de la realidad, por Dios…).

A Ortega, créanme, esto no le hubiera gustado nada, a pesar de que esta situación reafirma algunas de sus observaciones más elementales: él mejor que nadie sabía ya que los enamorados vagan siempre taciturnos, sufriendo de sus males en un cobarde silencio.

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