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Juan Antonio Aznar

Asimetría

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Esa es la palabra que mejor definiría la marcha del FC Cartagena durante el año que ya toca a su fin. Una asimetría que viene dada, principalmente, por lo bien que están marchando las cosas en el terreno deportivo y lo mal que, por desgracia, se están haciendo en el institucional.






El cartagenerismo sigue montado a lomos de un caballo de dos cabezas; una la de su entrenador, Juan Ignacio Martínez, que pese a las críticas -muchas de ellas despiadadas- ha sabido mantener la calma, estar en su sitio y enderezar el rumbo de una nave que, tras la debacle de Huelva –donde el equipo perdió 3-0 y ofreció una imagen pésima- no ha hecho más que darle alegrías al aficionado. El equipo, con buenos resultados y buen juego, va de menos a más, se ha ido de vacaciones en puesto de play-off, y suma tan sólo un punto menos que el año pasado a estas alturas, cuando todo eran alabanzas y lisonjas.

La otra cabeza es la de su presidente, Francisco Gómez, un millonario excéntrico que le da estabilidad financiera al club, lo que le vale el apoyo incondicional de un sector de la afición, pero se la quita a nivel institucional. Un factor de desequilibrio constante con el que jugadores, empleados del club y aficionados tenemos que convivir a diario. En su interminable ceguera es incapaz de ver que el equipo marcha razonablemente bien a pesar de su irracional comportamiento, y no, como él cree, gracias al mismo.

Con una visión arcaica y trasnochada de lo que debe ser la dirección de una entidad, Paco Gómez ha adelgazado la estructura del club hasta dejarla en un estado famélico, más propio de un equipo de tercera que de la Liga Adelante, con muchos problemas, por descontado, para sacar el trabajo en las condiciones óptimas y necesarias para que el Efesé proyecte esa imagen de seriedad y profesionalidad que es preceptiva en la categoría. Ha cortado cabezas de gente válida a diestro y siniestro sin querer indicar los motivos; se ha enemistado con la prensa, a la que ha señalado como culpable de todos los males del equipo y, como colofón, se ha arrogado, de facto, una condición de Director Deportivo bajo la cual ha sido incapaz de atar –algo que se debió hacer el verano pasado- a los jugadores con más talento del Efesé, que en unos días, estarán en disposición de firmar por otros clubes.

Lo que espera tras la vuelta de vacaciones es una completa incógnita. El parón no ha llegado en buen momento para un equipo en plena racha de victorias pero el vestuario parece lo suficientemente concienciado como para mantenerse en la pugna por los puestos de play off durante buena parte de la temporada. Y más vale así, porque lo único que sostiene ahora mismo a la institución, aparte de los euros de su presidente, son unos resultados deportivos que, de acabarse, empujarían al club a una crisis de enormes proporciones habida cuenta de su inexistente estructura –que podría actuar de colchón en un momento dado- y la inmadurez de una afición demasiado exigente y poco preparada para entender de qué va esto.

O apuntalamos los cimientos del proyecto, y parece difícil con la dirección actual, o más tarde, o más temprano, el Efesé se derrumbará como un castillo de naipes huérfano de simetría.

Asimetría

Juan Antonio Aznar
Juan Aznar
domingo, 26 de diciembre de 2010, 15:21 h (CET)
Esa es la palabra que mejor definiría la marcha del FC Cartagena durante el año que ya toca a su fin. Una asimetría que viene dada, principalmente, por lo bien que están marchando las cosas en el terreno deportivo y lo mal que, por desgracia, se están haciendo en el institucional.






El cartagenerismo sigue montado a lomos de un caballo de dos cabezas; una la de su entrenador, Juan Ignacio Martínez, que pese a las críticas -muchas de ellas despiadadas- ha sabido mantener la calma, estar en su sitio y enderezar el rumbo de una nave que, tras la debacle de Huelva –donde el equipo perdió 3-0 y ofreció una imagen pésima- no ha hecho más que darle alegrías al aficionado. El equipo, con buenos resultados y buen juego, va de menos a más, se ha ido de vacaciones en puesto de play-off, y suma tan sólo un punto menos que el año pasado a estas alturas, cuando todo eran alabanzas y lisonjas.

La otra cabeza es la de su presidente, Francisco Gómez, un millonario excéntrico que le da estabilidad financiera al club, lo que le vale el apoyo incondicional de un sector de la afición, pero se la quita a nivel institucional. Un factor de desequilibrio constante con el que jugadores, empleados del club y aficionados tenemos que convivir a diario. En su interminable ceguera es incapaz de ver que el equipo marcha razonablemente bien a pesar de su irracional comportamiento, y no, como él cree, gracias al mismo.

Con una visión arcaica y trasnochada de lo que debe ser la dirección de una entidad, Paco Gómez ha adelgazado la estructura del club hasta dejarla en un estado famélico, más propio de un equipo de tercera que de la Liga Adelante, con muchos problemas, por descontado, para sacar el trabajo en las condiciones óptimas y necesarias para que el Efesé proyecte esa imagen de seriedad y profesionalidad que es preceptiva en la categoría. Ha cortado cabezas de gente válida a diestro y siniestro sin querer indicar los motivos; se ha enemistado con la prensa, a la que ha señalado como culpable de todos los males del equipo y, como colofón, se ha arrogado, de facto, una condición de Director Deportivo bajo la cual ha sido incapaz de atar –algo que se debió hacer el verano pasado- a los jugadores con más talento del Efesé, que en unos días, estarán en disposición de firmar por otros clubes.

Lo que espera tras la vuelta de vacaciones es una completa incógnita. El parón no ha llegado en buen momento para un equipo en plena racha de victorias pero el vestuario parece lo suficientemente concienciado como para mantenerse en la pugna por los puestos de play off durante buena parte de la temporada. Y más vale así, porque lo único que sostiene ahora mismo a la institución, aparte de los euros de su presidente, son unos resultados deportivos que, de acabarse, empujarían al club a una crisis de enormes proporciones habida cuenta de su inexistente estructura –que podría actuar de colchón en un momento dado- y la inmadurez de una afición demasiado exigente y poco preparada para entender de qué va esto.

O apuntalamos los cimientos del proyecto, y parece difícil con la dirección actual, o más tarde, o más temprano, el Efesé se derrumbará como un castillo de naipes huérfano de simetría.

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