Huesca puede sentirse orgullosa, un año más, del equipo que representa a su ciudad.
Los altoaragoneses siguen en Segunda División haciéndose un hueco, desde la humildad, entre los mejores del fútbol español. Como tanto rezan sus dirigentes, a nadie se le puede olvidar quiénes somos y dónde estamos. Y es que hasta hace cuatro días, el Alcoraz era escenario de duras batallas contra Conquense, Palencia o Casetas, con todos los respetos. Contrincantes que han pasado a ser históricos del balompié como Celta, Betis o Tenerife.
Pero en Huesca la afición es de paladar exquisito, y como todos, siempre quiere más. Tras la sufrida permanencia lograda in extremis en Vigo, el gerente de la entidad, Raúl Ojeda, prometió confeccionar una plantilla para no sufrir tanto en la presente campaña. Es más, se aventuró a prometer un equipo capaz de luchar por estar entre los 10 primeros. A día de hoy, viendo la clasificación, pocos siguen creyéndoselo. Aunque esto es Segunda, y la temporada es muy larga.
Onésimo regresó al banquillo para saldar la deuda de la SD Huesca, equipo que ascendió hace tres campañas. El vallisoletano tenía la ardua tarea de hacer olvidar a Calderón, técnico escaso de buen fútbol pero brillante en resultados, puesto que cumplió con su objetivo, que no era otro que la permanencia.
El vallisoletano quiso practicar buen fútbol desde su llegada, y se dio de bruces con la realidad oscense. La falta de gol y las carencias en defensa se notaron desde el inicio, en Ponferrada, Vallecas, pasando por Girona o en casa con el Celta. Los puntos se escapaban y el equipo se hundía en el pozo, dejando en utopía las palabras de Ojeda. La vuelta de Roberto era insuficiente en ataque –equipo menos goleador de Segunda, Primera y casi Segunda B durante varias jornadas- y la baja de Dorado atrás dejaba un agujero insalvable. Es cierto que en muchos encuentros, especialmente en el Alcoraz, los azulgranas merecieron más. Pero esto es fútbol y no boxeo, y se gana por goles y no a los puntos. Sin embargo, contra los vigueses, y después de cuatro derrotas consecutivas, el equipo tocó fondo. Se ponía el punto final al duro epílogo del tercer cuento de la SD Huesca en Segunda.
Tras recibir a los gallegos se viajó a Jerez, y en Chapín, Onésimo pareció dar con la tecla. El trivote en el medio del campo y el relevo de Andrés por Cabrero bajo palos surtieron efecto, y se logró la primera victoria. No se pudo refrendar en casa ante el Cartagena, pero se volvió a dar la sorpresa ante el Barça B, a quien nadie había derrotado en su estadio. El camino parecía encontrado, aunque se tuvieron que ahuyentar los viejos fantasmas aparecidos en el Nuevo Arcángel de Córdoba.
Desde entonces el equipo no ha vuelto a perder, a pesar de haberse medido a equipos de arriba como Elche, Villarreal B o Granada, y sufrido a los pichichis Geijo y Quini. La fórmula parece resuelta, y con unos pocos goles y fútbol a ratos, el curso se va sacando adelante. Es obvio que a esta plantilla le sigue faltando algo, pero para eso está a la vuelta de la esquina el mercado de invierno. Hace falta gol, aunque también se habla de un cerrojo en defensa y alguien que ayude con el peso de la manija del centro del campo. Esperemos que esta vez sí, Ojeda cumpla con su palabra, y el 2011 no sea tan sufrido para el fiel seguidor oscense que, eso sí, nunca reblará.