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Roberto Carrera

Hay que ser gilipollas

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Respira. Uno, dos, tres. Así, poco a poco. Buen chico. Es verdad, me caliento demasiado. Pero dígame una cosa. A usted, al cual presupongo aficionado al deporte (o a las palabras malsonantes), ¿acaso no se le revuelven las entrañas con este tipo de maniobras barriobajeras? Todo empezó un poco antes. Déjeme que le explique.

Hete aquí una buena mañana de un día cualquiera, donde en vez de gallo te despiertan súbitamente los ladridos de un galgo desconcertante. Habemus dopaje. ¿Otra vez? Pues menuda gracia. Aún me tiemblan los filetes desde lo de Alberto, y a este paso necesitaré terapia para atreverme a leer las noticias deportivas. Los primeros titulares de algunos formadores de opinión (eufemismo cariñoso de manipulación), regalaban filantrópicamente frases del tipo "Marta Domínguez es una yonqui traficante condenada a mil años de cárcel". Entiéndanse las comillas como orientativas. Como dice el refrán, mejor que sobre.

No se confunda. Al dopado, ninguna concesión. Todos de acuerdo. Pero hay ciertos temas en los que debería añadirse, cuando menos, un par de gotas de sentido común. Esto no es un Messi contra Cristiano. Es algo mucho más grave. En primer lugar, es periodísticamente discutible el condenar a un atleta antes de conocer sanción alguna. Por muy evidente que parezca, se está hablando de cargos demasiado serios como para frivolizar sin reparo. Estamos excesivamente acostumbrados al 'debate del bar de la esquina'. Rápido, incompleto y orgulloso de haberse conocido.

Pero si criticable es el exceso de ímpetu, lo es mucho más el esparcimiento indiscriminado de las heces que van adheridas. La noticia, y usted me apoyará, era un insulto a la vista. Un compañero de celda del considerado némesis del deporte español (alias Eufemiano), aseguraba que el famoso ginecólogo era responsable indirecto de las victorias de la Selección en el Mundial y la Eurocopa. Catapum-chin-pún y olé. Un vecino de la trena. Un colega del talego. ¿Es que no va a existir ningún límite a la hora de captar lectores? Para más inri, el panfleto estaba publicado en el diario deportivo más vendido de España (querido Inda, ¿hasta dónde pretende llegar?).

Esta técnica de masoquismo implícito, atacando sin razón al mismo deporte que les da de comer, fue finalmente desintegrada al grito de rabia de un público que no siempre acepta el menú del día. Mucho se podría hablar del dopaje y sus diversas fronteras según la modalidad deportiva, pero la gran verdad es que cuando una misma bandera representa a demasiados campeones, el resquemor llega de manera automática. No hace falta soplar las brasas, porque la hoguera se enciende sola. 'La Gazzetta dello Sport' lo sacaba en portada. Otros tantos se relamían con el chismorreo barato. Espantosamente ridículo.

La Tierra no es cuadrada, llueve para abajo y el deporte de alta competición tiene más agujeros que un queso francés. Son cosas que nadie ignora. Pero aquí o caemos todos o seguimos dándonos la mano en familia. Los deportistas españoles pasan los mismos controles internacionales que sus compañeros de profesión. Y punto. A partir de ahí, cualquier conjetura es pura pataleta sin sentido. Si se pilla un tramposo, que pague las consecuencias. Así de fácil. Las exageraciones tremendistas mejor para la prensa rosa. Y si se demostraran ciertas, por favor, exijo receta inmediata para esa 'pilula' mágica que me introduzca la intuición de Casillas y la visión de juego de Xavi. Ni la Viagra, oiga.

Hay que ser gilipollas

Roberto Carrera
Roberto Carrera Hernández
jueves, 16 de diciembre de 2010, 08:21 h (CET)
Respira. Uno, dos, tres. Así, poco a poco. Buen chico. Es verdad, me caliento demasiado. Pero dígame una cosa. A usted, al cual presupongo aficionado al deporte (o a las palabras malsonantes), ¿acaso no se le revuelven las entrañas con este tipo de maniobras barriobajeras? Todo empezó un poco antes. Déjeme que le explique.

Hete aquí una buena mañana de un día cualquiera, donde en vez de gallo te despiertan súbitamente los ladridos de un galgo desconcertante. Habemus dopaje. ¿Otra vez? Pues menuda gracia. Aún me tiemblan los filetes desde lo de Alberto, y a este paso necesitaré terapia para atreverme a leer las noticias deportivas. Los primeros titulares de algunos formadores de opinión (eufemismo cariñoso de manipulación), regalaban filantrópicamente frases del tipo "Marta Domínguez es una yonqui traficante condenada a mil años de cárcel". Entiéndanse las comillas como orientativas. Como dice el refrán, mejor que sobre.

No se confunda. Al dopado, ninguna concesión. Todos de acuerdo. Pero hay ciertos temas en los que debería añadirse, cuando menos, un par de gotas de sentido común. Esto no es un Messi contra Cristiano. Es algo mucho más grave. En primer lugar, es periodísticamente discutible el condenar a un atleta antes de conocer sanción alguna. Por muy evidente que parezca, se está hablando de cargos demasiado serios como para frivolizar sin reparo. Estamos excesivamente acostumbrados al 'debate del bar de la esquina'. Rápido, incompleto y orgulloso de haberse conocido.

Pero si criticable es el exceso de ímpetu, lo es mucho más el esparcimiento indiscriminado de las heces que van adheridas. La noticia, y usted me apoyará, era un insulto a la vista. Un compañero de celda del considerado némesis del deporte español (alias Eufemiano), aseguraba que el famoso ginecólogo era responsable indirecto de las victorias de la Selección en el Mundial y la Eurocopa. Catapum-chin-pún y olé. Un vecino de la trena. Un colega del talego. ¿Es que no va a existir ningún límite a la hora de captar lectores? Para más inri, el panfleto estaba publicado en el diario deportivo más vendido de España (querido Inda, ¿hasta dónde pretende llegar?).

Esta técnica de masoquismo implícito, atacando sin razón al mismo deporte que les da de comer, fue finalmente desintegrada al grito de rabia de un público que no siempre acepta el menú del día. Mucho se podría hablar del dopaje y sus diversas fronteras según la modalidad deportiva, pero la gran verdad es que cuando una misma bandera representa a demasiados campeones, el resquemor llega de manera automática. No hace falta soplar las brasas, porque la hoguera se enciende sola. 'La Gazzetta dello Sport' lo sacaba en portada. Otros tantos se relamían con el chismorreo barato. Espantosamente ridículo.

La Tierra no es cuadrada, llueve para abajo y el deporte de alta competición tiene más agujeros que un queso francés. Son cosas que nadie ignora. Pero aquí o caemos todos o seguimos dándonos la mano en familia. Los deportistas españoles pasan los mismos controles internacionales que sus compañeros de profesión. Y punto. A partir de ahí, cualquier conjetura es pura pataleta sin sentido. Si se pilla un tramposo, que pague las consecuencias. Así de fácil. Las exageraciones tremendistas mejor para la prensa rosa. Y si se demostraran ciertas, por favor, exijo receta inmediata para esa 'pilula' mágica que me introduzca la intuición de Casillas y la visión de juego de Xavi. Ni la Viagra, oiga.

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