Muchas eran las voces que, antes del pitido inicial del domingo, auguraban una nueva catástrofe en La Romareda frente al Madrid, descartando cualquier tipo de sorpresa y olvidando que los galácticos han sido derrotados en más de una ocasión por oponentes de calidad inferior. Tampoco eran escasos los que presagiaban lo peor para sus rivales directos en la lucha por la salvación.
Los primeros acertaron. Sin embargo, el Racing venció en Mallorca y el Almería hizo lo propio frente al Sevilla. Hasta ahora, los equipos que también peleaban por reivindicar un puesto en Primera estaban aliviando los males que acechan al Zaragoza en la competición cosechando resultados desfavorables y, en algunos casos, acumulando rachas similares a las del conjunto de Aguirre.
En síntesis, pese a que el Zaragoza no conseguía firmar partidos memorables, las diferencias eran mínimas entre los clubes inmediatamente por encima en la tabla. La salvación estaba cerca, sólo una victoria y un par de resultados favorables del resto hubieran despertado al equipo en cualquiera de las semanas anteriores. El optimismo de esa inyección de moral hubiera sido vital a estas alturas.
Pero la realidad ahora es diferente. Son ya cuatro puntos los que distan entre el Real Zaragoza, colista, y el Málaga, en puestos de descenso a Segunda. El horizonte está más lejos y una jornada más se ha comprobado lo inminente: Aguirre es un entrenador que no ha modificado en absoluto el juego de los hombres de su antecesor, José Aurelio Gay.
¿Por qué? Porque son los mismos hombres. Porque el Real Zaragoza necesita marcar goles y le urge un buen nueve que sepa devolver a la afición tardes de buen fútbol fuera y dentro de La Romareda.
Queda tan sólo un partido, antes del 2011, que el equipo debe ganar sí o sí. No obstante, las esperanzas reales están en los nuevos jugadores. Aguirre podrá ser un buen entrenador si dispone de buena materia prima. Por mucho que se mire, una renovación urgente de la plantilla es la única salida. Una adaptación rápida de la misma al club es una necesidad. Tal vez así, las sorpresas, como sucede veces en los momentos más esperados en el fútbol, puedan sonreír al Real Zaragoza con el cambio de año.