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Martín Cid

Wikileaks y Assange: ¿controlar internet?

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La reciente detención de Julian Assange (en realidad se entregó) en Londres ha motivado una serie de reacciones entre contrapuestas y paradójicas. El asunto gira en torno a un triple delito sexual (el que más me gusta es que empleó el peso de su cuerpo con claras intenciones sexuales, pero está acusado oficialmente de coacción, violación a una dormida y acoso) y la cuestión de cierto portal de internet que filtraba informes secretos de las altas esferas de la política norteamericana.

(Sólo por rememorar, que sé que el lector está bien al corriente del asunto). Comenzó con documentos que supuestamente probaban las torturas de Afganistán y finalmente llegaron unos documentos que ponían al descubierto la opinión de ciertos tipos sobre los mayores dirigentes de la política internacional (y curiosamente incluían a Zapatero).

No voy a hablar hoy de si Assange es culpable o no (que ni lo sé ni me importa), sino de una cuestión muy a tener en cuenta de lo que va a suceder en el futuro y que será, sin duda, el elemento principal de supuesta discusión el año que viene: el control de internet.

Ya comenzaron desde principios de año a informarnos sobre el peligro de las redes sociales porque los jóvenes se meten allí y parece ser que cualquier foto que envíes puede ser susceptible de una especie de propagación masiva para el escarnio de el/la adolescente. Así, comenzaron por recomendarnos que no publicasen sus fotos para terminar recomendando (perdón por la grosería) el cibersexo como práctica segura (ahí nadie se pilla nada, eso está claro). No voy a hacer chistes sobre este último asunto pero les aseguro que se me ocurren unos cuantos, así como diversas prácticas en las que tampoco se corre el riesgo de transmisión sexual e incluso podríamos optar a un premio Darwin, esos que se dan a las muertes más absurdas acaecidas en el último año.

Ya había comenzado y asuntos como el fraude por internet (el llamado pissing), los hackers, los pederastas que usan la red para cometer todo tipo de atrocidades… hasta hacernos parecer la red de redes como la misma Sodoma y a los que la utilizan habitualmente como delincuentes o futuros delincuentes (porque quien se conecta a internet algo malo hará).

De este último asunto sí que daré mi opinión (últimamente me han criticado bastante y algunos esperan que hoy no me moje demasiado, a ver si lo han conseguido): también en la calle se cometen asesinatos, violaciones y robos, y ello no conlleva necesariamente que la viejecita que acude al banco sea una asesina, violadora o una ladrona.

Otro dato más: ¿alguien se acuerda de lo que generó el 11-S? En lo que a internet se refiere, se le dio poder al FBI para vigilar todos los correos mediante un programa que identificara palabras como bomba y demás. ¿Un atraco contra la privacidad del ciudadano? No, desde luego, sólo una cuestión de seguridad nacional dijeron algunos.

En este maremágnum de datos aleatorio les daré otro aún más antiguo en forma de pregunta: ¿desclasificó el Gobierno Británico los documentos relativos a la II Guerra Mundial en tiempos de W. Churchill una vez transcurrido el período legal? Si alguien se aburre, y no lo sabe, que lo busque.
(Sé que me he olvidado de las redes P2P y de otras muchas cosas, pero no pretendo elaborar una tesis doctoral).

Finalmente, la gota ha colmado el vaso y esta mañana me he despertado con cientos de informaciones y opiniones que alaban la intervención de los gobiernos para vigilar ese nido de criminalidad que supone internet. Y es que cierto grupo de hackers ha pirateado las páginas de Visa, Mastercard y PayPal para apoyar la causa de Assange (que no es otra que la libertad de los ciudadanos de conocer la verdad, sea la que sea).

El movimiento hacker goza ahora de un estigma libertario entre ciertos sectores, el mismo estigma que les sirve a los gobiernos para perseguir no ya a los hackers (que obviamente están cometiendo muchas veces un claro delito contra la intimidad) sino a la propia idea de la libertad de información, siempre y cuando ésta vaya en contra de la seguridad nacional.

Ayer me comentaba una persona una curiosa teoría (no es mía, así que nadie me insulte): ¿son tan graves las filtraciones de Assange como para justificar semejante delirio informativo? Esta misma persona me comentaba que hay quien afirma que el propio Assange forma parte del juego, que no es otro que, mediante un pequeño escándalo, controlar aún más el flujo de información y, por ende, controlar aún más las opiniones de los ciudadanos. Es la vieja regla: las opiniones sólo derivaran de las informaciones vertidas, démosles la información adecuada y el ciudadano sólo podrá pensar lo que nosotros queramos.
Cuanto menos, me parece digna de ser tenida en cuenta (lo de que Assange esté dentro del juego me parece un poco demasiado rocambolesco, pero bueno) y más si tenemos en cuenta que gracias a las filtraciones se permitirá a los gobiernos una mayor intervención estatal en otro asunto fundamental: los impuestos y el control sobre el asunto de la información. El control permitirá una subida de las tasas sobre internet porque estos controles costarán dinero a la administración y, claro está, esos mismos controles los tendrá que pagar el ciudadano (se supone que por su propia seguridad) y permitirá el mismo asunto que acaeció con los móviles tras el atentado en Atocha: no se podrá comprar un ordenador sino es personalizado. Es decir, tendrán el control sobre todas las conexiones de cualquier ciudadano porque cualquiera puede ser un terrorista o emplear su portátil para hackear la NASA (les juro que entiendo bastante, pero yo no podría).

Puede que consideren todas las opiniones aquí vertidas dignas de una novela de ciencia-ficción, pero es lo que tienen los asuntos tecnológicos, siempre parecen demasiado increíbles para los ojos profanos.
Lo que sí podría afirmar es que el señor Assange se ha convertido por méritos propios en el hombre del año.

Wikileaks y Assange: ¿controlar internet?

Martín Cid
Martín Cid
viernes, 10 de diciembre de 2010, 08:23 h (CET)
La reciente detención de Julian Assange (en realidad se entregó) en Londres ha motivado una serie de reacciones entre contrapuestas y paradójicas. El asunto gira en torno a un triple delito sexual (el que más me gusta es que empleó el peso de su cuerpo con claras intenciones sexuales, pero está acusado oficialmente de coacción, violación a una dormida y acoso) y la cuestión de cierto portal de internet que filtraba informes secretos de las altas esferas de la política norteamericana.

(Sólo por rememorar, que sé que el lector está bien al corriente del asunto). Comenzó con documentos que supuestamente probaban las torturas de Afganistán y finalmente llegaron unos documentos que ponían al descubierto la opinión de ciertos tipos sobre los mayores dirigentes de la política internacional (y curiosamente incluían a Zapatero).

No voy a hablar hoy de si Assange es culpable o no (que ni lo sé ni me importa), sino de una cuestión muy a tener en cuenta de lo que va a suceder en el futuro y que será, sin duda, el elemento principal de supuesta discusión el año que viene: el control de internet.

Ya comenzaron desde principios de año a informarnos sobre el peligro de las redes sociales porque los jóvenes se meten allí y parece ser que cualquier foto que envíes puede ser susceptible de una especie de propagación masiva para el escarnio de el/la adolescente. Así, comenzaron por recomendarnos que no publicasen sus fotos para terminar recomendando (perdón por la grosería) el cibersexo como práctica segura (ahí nadie se pilla nada, eso está claro). No voy a hacer chistes sobre este último asunto pero les aseguro que se me ocurren unos cuantos, así como diversas prácticas en las que tampoco se corre el riesgo de transmisión sexual e incluso podríamos optar a un premio Darwin, esos que se dan a las muertes más absurdas acaecidas en el último año.

Ya había comenzado y asuntos como el fraude por internet (el llamado pissing), los hackers, los pederastas que usan la red para cometer todo tipo de atrocidades… hasta hacernos parecer la red de redes como la misma Sodoma y a los que la utilizan habitualmente como delincuentes o futuros delincuentes (porque quien se conecta a internet algo malo hará).

De este último asunto sí que daré mi opinión (últimamente me han criticado bastante y algunos esperan que hoy no me moje demasiado, a ver si lo han conseguido): también en la calle se cometen asesinatos, violaciones y robos, y ello no conlleva necesariamente que la viejecita que acude al banco sea una asesina, violadora o una ladrona.

Otro dato más: ¿alguien se acuerda de lo que generó el 11-S? En lo que a internet se refiere, se le dio poder al FBI para vigilar todos los correos mediante un programa que identificara palabras como bomba y demás. ¿Un atraco contra la privacidad del ciudadano? No, desde luego, sólo una cuestión de seguridad nacional dijeron algunos.

En este maremágnum de datos aleatorio les daré otro aún más antiguo en forma de pregunta: ¿desclasificó el Gobierno Británico los documentos relativos a la II Guerra Mundial en tiempos de W. Churchill una vez transcurrido el período legal? Si alguien se aburre, y no lo sabe, que lo busque.
(Sé que me he olvidado de las redes P2P y de otras muchas cosas, pero no pretendo elaborar una tesis doctoral).

Finalmente, la gota ha colmado el vaso y esta mañana me he despertado con cientos de informaciones y opiniones que alaban la intervención de los gobiernos para vigilar ese nido de criminalidad que supone internet. Y es que cierto grupo de hackers ha pirateado las páginas de Visa, Mastercard y PayPal para apoyar la causa de Assange (que no es otra que la libertad de los ciudadanos de conocer la verdad, sea la que sea).

El movimiento hacker goza ahora de un estigma libertario entre ciertos sectores, el mismo estigma que les sirve a los gobiernos para perseguir no ya a los hackers (que obviamente están cometiendo muchas veces un claro delito contra la intimidad) sino a la propia idea de la libertad de información, siempre y cuando ésta vaya en contra de la seguridad nacional.

Ayer me comentaba una persona una curiosa teoría (no es mía, así que nadie me insulte): ¿son tan graves las filtraciones de Assange como para justificar semejante delirio informativo? Esta misma persona me comentaba que hay quien afirma que el propio Assange forma parte del juego, que no es otro que, mediante un pequeño escándalo, controlar aún más el flujo de información y, por ende, controlar aún más las opiniones de los ciudadanos. Es la vieja regla: las opiniones sólo derivaran de las informaciones vertidas, démosles la información adecuada y el ciudadano sólo podrá pensar lo que nosotros queramos.
Cuanto menos, me parece digna de ser tenida en cuenta (lo de que Assange esté dentro del juego me parece un poco demasiado rocambolesco, pero bueno) y más si tenemos en cuenta que gracias a las filtraciones se permitirá a los gobiernos una mayor intervención estatal en otro asunto fundamental: los impuestos y el control sobre el asunto de la información. El control permitirá una subida de las tasas sobre internet porque estos controles costarán dinero a la administración y, claro está, esos mismos controles los tendrá que pagar el ciudadano (se supone que por su propia seguridad) y permitirá el mismo asunto que acaeció con los móviles tras el atentado en Atocha: no se podrá comprar un ordenador sino es personalizado. Es decir, tendrán el control sobre todas las conexiones de cualquier ciudadano porque cualquiera puede ser un terrorista o emplear su portátil para hackear la NASA (les juro que entiendo bastante, pero yo no podría).

Puede que consideren todas las opiniones aquí vertidas dignas de una novela de ciencia-ficción, pero es lo que tienen los asuntos tecnológicos, siempre parecen demasiado increíbles para los ojos profanos.
Lo que sí podría afirmar es que el señor Assange se ha convertido por méritos propios en el hombre del año.

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Hoy quisiera invitarlos a reflexionar sobre un aspecto de la vida actual que parece extremadamente novedoso por sus avances agigantados en el mundo de la tecnología, pero cuyo planteo persiste desde Platón hasta nuestros días, a saber, la realidad virtual inmiscuida hasta el tuétano en nuestra cotidianidad y la posibilidad de que llegue el día en que no podamos distinguir entre "lo real" y "lo virtual".

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Pienso que habrá cada vez más Cat Cafés y no solamente cafeterías, cualquier ciudadano que tenga un negocio podría colaborar. Sólo le hace falta una habitación dedicada a los gatos. Es horrible en muchos países del planeta, el caso de los abandonos de animales, el trato hacia los toros, galgos… las que pasan algunos de ellos… Y sin embargo encuentro gente que se vuelca en ayudarles y llegan a tener un número grande de perros y gatos.

 
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