Tras la séptima victoria en casa, tercera consecutiva en la Liga y con la sensación de ser el equipo revelación intacta, el Espanyol se asoma al calendario y lo ve con optimismo...y recelo, mucho recelo. Sus dos próximas jornadas son dos clásicos: el Athletic y, ojito, el Barcelona.
Queda mucha tela que cortar en Cornellá-El Prat. Con la media permanencia conseguida, pues sólo una debacle histórica podría llevarle al pozo de la clasificación, los objetivos deben cambiar. Lo anunciamos en las primeras jornadas, nos mantuvimos en las derrotas y lo secundamos partido tras partido, sin excepción. Este es el año que toca, el bueno. Y ante lo difícil de la Copa del Rey, en un sorteo mortífero que le enfrentará al Atlético de Madrid y si pasa al Barcelona, los blanquiazules deben centrarse en, por fin, darle una alegría europea a su afición, una parroquia católica perica y de fe indomable.
En cuanto a la vivencia del fin de semana, se repitió lo mismo de casi siempre pero con algún tinte original y remasterizado que invita al optimismo. El Sporting vino cansado, fatigado, horneado por más de una decena de horas en autocar y no sólo les plantó cara sino que por muchos momentos fueron netamentes mejores, superiores. Pero alguién voló sobre el nido del periquito. Y dejó un ramito de fortuna que antaño le estaba siendo esquiva. Gol de Luis García, redimido de todo su desazón físico, y tres nuevos puntos que le mantienen cuarto. Cuarto. Por detrás del primero, del segundo y del tercero y justo por delante del quinto. Milagro o realidad a estas alturas de temporada.
Aunque como introducíamos en la entradilla, lo que se avecina es terrible. Próximo partido Catedral. Al siguiente, a sentar cátedra ante su máximo rival. Y no es por molestar, pero contra el Barça sí que será un verdadero clásico, un gran derbi. Seguro que 5 no le caen, que nadie lo dude.