La imagen que ofreció Quique Sánchez Flores en la tángana final del partido ante el Espanyol fue lamentable, pero no casual. Como tampoco lo fue la rajada y recadito a Domínguez y entorno en rueda de prensa. La última ha sido la bronca en el vestuario de Ciudad de Valencia al más puro estilo Benito Floro. La sensación que transmite el entrenador del Atlético de Madrid es la de la impotencia, la de un hombre al que se está comiendo el vestuario.
El Atlético no carbura. Por lesiones, por calendario, por árbitros o por lo que sea el conjunto rojiblanco no ha dado el salto de calidad que se esperaba tras los éxitos continentales cosechados en Hamburgo y Mónaco. Quique no consigue dar con la tecla, ni con un pasillo de seguridad sobre el que se construyen los equipos.
De los refuerzos que han llegado este año, sólo Godín cumplía las expectativas hasta su inoportuna apendicitis. Filipe es una sombra del futbolista que fue, Mario Suárez empieza a entrar ahora, Diego Costa es lo que es y de Fran Mérida se entiende que el Arsenal le dejara escapar. Si a esto le añadimos que Domínguez no es el del año pasado, que Tiago sigue todavía de vacaciones, la lesión inoportuna de Kun y la mala racha que atravesó Forlán, se entiende que el Atlético esté fuera de puestos europeos y que los nervios de su entrenador estén más a flor de piel de lo normal.
Quique tiene crédito más que suficiente para voltear la situación. Sus equipos destacaban por la fortaleza defensiva, pero este Atleti deja mucho que desear atrás. Los males son los de siempre y no hay que mirar sólo a Perea, que es lo fácil. El centro del campo es inexistente en la línea de creación porque Tiago (uno de los jugadores con "mejor prensa" que se ha visto) no da un pase a derechas y sus pérdidas de balón en la parcela ancha han metido en más de un problema a la zaga (como si no se bastaran ellos solitos para liarla). Reyes es un jugador de chispazos, pero no destaca por la regularidad y Simao... El portugués está peleando su renovación, pero es un jugador en decadencia que no da para más.
¿Qué le queda a Quique? Lo de siempre. El 10 y el Cacha. Así se desespera cualquiera.