Siglo XXI. Diario digital independiente, plural y abierto. Noticias y opinión
Viajes y Lugares Tienda Siglo XXI Grupo Siglo XXI
21º ANIVERSARIO
Fundado en noviembre de 2003
Etiquetas | Columna de opinión
Alberto Mendo

Indulto a la prepotencia

|

Esta Liga está siendo de todo menos aburrida. Por eso, no necesitábamos que llegaran los controladores aéreos a sumarse al espectáculo. Dejando al margen lo miserable de la actitud de esos tipos, las molestias en el fútbol se han traducido en largos viajes en tren o en autobús para buena parte de los equipos, además de algún partido suspendido. Todos acataron la excepcionalidad de la circunstancia sin rechistar menos uno. El Barcelona, en un monumento a la prepotencia, se creyó por encima de los demás y se permitió la licencia del esperpento del sábado, consentido por la Federación Española. Además, en el colmo del cinismo, Pep Guardiola se cargó de valor para hacerse el ofendido y el perjudicado.

Lo del sábado es el enésimo agravio comparativo a favor del Barcelona. Ya es grave el mero hecho de que se plantease la idea de aplazar el partido contra el Osasuna. Es de caciques que lo pactasen el viernes la Federación y la entidad azulgrana a espaldas del club navarro. Es lógico que la Federación se retractara, pero no por presiones “de la caverna mediática españolista”, como Guardiola quiso dar a entender, sino de una gran mayoría de la afición y del resto de clubes que se habían tomado la molestia de cumplir con su obligación aunque les costara un día entero de incómodo viaje (casos de Sporting o Rácing). Y es inadmisible que los culés no vayan a ser castigados por incumplir el reglamento al obligar a retrasar un encuentro más de 30 minutos (ahí el que cedió es el Osasuna).

Sólo a un caprichoso se le ocurre exigir viajar en avión cuando nadie puede volar. Sólo a un ignorante le da igual que su país se encuentre en estado de alarma. Sólo un prepotente se resiste a tomar un tren o un autobús cuando cientos de miles de personas se han quedado tiradas en los aeropuertos. Es correcta la costumbre de Guardiola de viajar en el mismo día del partido y es lógico que busque el medio de transporte más cómodo, pero alguien debería explicarle que él no es más que el resto de la gente, ni el Barcelona más que el resto de clubes. Por lo visto, también deberían contarle que Cataluña no es un país, sino una comunidad que cuenta exactamente igual que las demás; ahora que nos habíamos librado de Laporta, parece que él es el encargado de seguir con esa nefasta costumbre de mezclar deporte y política. A estas alturas, nadie puede poner en duda que Guardiola es un gran entrenador, el ideal para el Barcelona. Ahí están los títulos y los resultados que lo demuestran. Sin embargo, el peligro de ser bueno es creértelo y caer en la vanidad. Y él ya ha dado ese paso.

En definitiva, el Barcelona ha recibido un indulto injustificable, que se suma a una larga lista de beneficios federativos. Desde el caso no castigado del cochinillo en el clásico de 2002, con dos partidos de cierre del Camp Nou que nunca se llegaron a producir, hasta la edición de la Copa del Rey que no debió jugar por el plante que en el año 2000 protagonizó el equipo entonces capitaneado por Guardiola (ya es casualidad) en semifinales contra el Atlético de Madrid. Son dos de los episodios más sangrantes, pero ha habido muchos más. Habría que preguntarse si, en iguales circunstancias, el Real Madrid hubiera gozado de los mismos privilegios; la respuesta probablemente sería que no, e incluso habría recibido una sanción ejemplar. Va a tener razón Mourinho cuando dice que a él y al club blanco se les aplica un reglamento y al resto, otro. O quizá lo que pasa es que el Barcelona tiene unas normas especiales que, además, puede saltarse a su antojo. Está bien que esto haya ocurrido en un momento en el que cada gesto madridista, especialmente de Mou y de Cristiano Ronaldo, era calificado como “chulería”. En el caso del club azulgrana, lo que han demostrado es prepotencia.

Indulto a la prepotencia

Alberto Mendo
Alberto Mendo
martes, 7 de diciembre de 2010, 09:55 h (CET)
Esta Liga está siendo de todo menos aburrida. Por eso, no necesitábamos que llegaran los controladores aéreos a sumarse al espectáculo. Dejando al margen lo miserable de la actitud de esos tipos, las molestias en el fútbol se han traducido en largos viajes en tren o en autobús para buena parte de los equipos, además de algún partido suspendido. Todos acataron la excepcionalidad de la circunstancia sin rechistar menos uno. El Barcelona, en un monumento a la prepotencia, se creyó por encima de los demás y se permitió la licencia del esperpento del sábado, consentido por la Federación Española. Además, en el colmo del cinismo, Pep Guardiola se cargó de valor para hacerse el ofendido y el perjudicado.

Lo del sábado es el enésimo agravio comparativo a favor del Barcelona. Ya es grave el mero hecho de que se plantease la idea de aplazar el partido contra el Osasuna. Es de caciques que lo pactasen el viernes la Federación y la entidad azulgrana a espaldas del club navarro. Es lógico que la Federación se retractara, pero no por presiones “de la caverna mediática españolista”, como Guardiola quiso dar a entender, sino de una gran mayoría de la afición y del resto de clubes que se habían tomado la molestia de cumplir con su obligación aunque les costara un día entero de incómodo viaje (casos de Sporting o Rácing). Y es inadmisible que los culés no vayan a ser castigados por incumplir el reglamento al obligar a retrasar un encuentro más de 30 minutos (ahí el que cedió es el Osasuna).

Sólo a un caprichoso se le ocurre exigir viajar en avión cuando nadie puede volar. Sólo a un ignorante le da igual que su país se encuentre en estado de alarma. Sólo un prepotente se resiste a tomar un tren o un autobús cuando cientos de miles de personas se han quedado tiradas en los aeropuertos. Es correcta la costumbre de Guardiola de viajar en el mismo día del partido y es lógico que busque el medio de transporte más cómodo, pero alguien debería explicarle que él no es más que el resto de la gente, ni el Barcelona más que el resto de clubes. Por lo visto, también deberían contarle que Cataluña no es un país, sino una comunidad que cuenta exactamente igual que las demás; ahora que nos habíamos librado de Laporta, parece que él es el encargado de seguir con esa nefasta costumbre de mezclar deporte y política. A estas alturas, nadie puede poner en duda que Guardiola es un gran entrenador, el ideal para el Barcelona. Ahí están los títulos y los resultados que lo demuestran. Sin embargo, el peligro de ser bueno es creértelo y caer en la vanidad. Y él ya ha dado ese paso.

En definitiva, el Barcelona ha recibido un indulto injustificable, que se suma a una larga lista de beneficios federativos. Desde el caso no castigado del cochinillo en el clásico de 2002, con dos partidos de cierre del Camp Nou que nunca se llegaron a producir, hasta la edición de la Copa del Rey que no debió jugar por el plante que en el año 2000 protagonizó el equipo entonces capitaneado por Guardiola (ya es casualidad) en semifinales contra el Atlético de Madrid. Son dos de los episodios más sangrantes, pero ha habido muchos más. Habría que preguntarse si, en iguales circunstancias, el Real Madrid hubiera gozado de los mismos privilegios; la respuesta probablemente sería que no, e incluso habría recibido una sanción ejemplar. Va a tener razón Mourinho cuando dice que a él y al club blanco se les aplica un reglamento y al resto, otro. O quizá lo que pasa es que el Barcelona tiene unas normas especiales que, además, puede saltarse a su antojo. Está bien que esto haya ocurrido en un momento en el que cada gesto madridista, especialmente de Mou y de Cristiano Ronaldo, era calificado como “chulería”. En el caso del club azulgrana, lo que han demostrado es prepotencia.

Noticias relacionadas

 
Quiénes somos  |   Sobre nosotros  |   Contacto  |   Aviso legal  |   Suscríbete a nuestra RSS Síguenos en Linkedin Síguenos en Facebook Síguenos en Twitter   |  
© Diario Siglo XXI. Periódico digital independiente, plural y abierto | Director: Guillermo Peris Peris
© Diario Siglo XXI. Periódico digital independiente, plural y abierto