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Etiquetas | El día de la marmota
José María Blázquez

La cortina de humo

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En plena convulsión mundial por la filtración de cables clasificados del gobierno estadounidense a cargo de Wikileaks, creo que es inevitable las referencias cinematográficas que han tratado ya situaciones análogas. Mientras en los gobiernos nadie dimite y focalizan sus esfuerzos en ‘cazar’ al ya tildado de terrorista, Julian Assange, por dar a conocer al mundo entero los entresijos de la política internacional estadounidense, otros países se han visto salpicados por acciones encubiertas relacionadas. Según revelaba unos días atrás el periódico “El País”, que tuvo acceso junto a otros medios de comunicación a estos cables para verificar la información, los asuntos ‘turbios’ que hasta ahora se han publicado relativos a España giraban en torno al caso de José Couso, Guantánamo o la posición de Zapatero respecto a la guerra de Irak, entre otros temas. Nadie se ha pronunciado, nadie ha dimitido. El gobierno de Obama tampoco. En vez de dar explicaciones a los ciudadanos sobre la corrupción, tráfico de influencias, intereses económicos, crímenes de guerra y espionaje, se presiona a Amazon para que deje de darle soporte en la red a Wikileaks y se saca una ley internacional de busca y captura para su fundador. Muchos medios de comunicación estadounidenses no están dando bombo al asunto, con secciones minúsculas en periódicos tan importantes como puede serlo el ‘The New York Times’ (que encima fue el que tuvo acceso a los cables junto a ‘El País’, ‘The Guardian’, ‘Spiegel’ y ‘Le Monde’). En 1998, Dustin Hoffman protagonizó Mad City junto a John Travolta, película crítica sobre el poder mediático donde un ciudadano pasa de héroe a villano en función de la manipulación de los diferentes medios de comunicación, más interesados en conseguir audiencia que en su completa deshumanización. Es curioso que justo ahora la NASA haga un anuncio sobre el descubrimiento de vida en otros planetas, algo que la NBC destacaba por encima de otras noticias no deportivas ni de entretenimiento en sus informativos el pasado jueves. Si alguien duda del poder mediático, que revise el clásico de Orson Welles.

En el cine nos hemos encontrado multitud de ejemplos parecidos: “Todos los hombres del presidente”, “La guerra de Charlie Wilson”, “Todos los hombres del rey (El político)” “In the loop”, “Secreto de estado” y un largo etcétera, que nos hace cuestionarnos cuánta parte hay de realidad y cuánta de ficción en algunos de los argumentos de varias de estas películas. Hollywood se ha lucrado a base de ellas, ahora parece que eso está pasando factura. No tuvo reparos en mostrarnos a los hackers como ladrones durante años (‘Asalto final’, ‘Hackers: piratas informáticos’, ‘Mission Impossible’,…) y ahora pretende aprovecharse de esa propaganda para colocarle el cartel de enemigo público. Si relacionamos delincuente con malvado, damos por hecho que los gobiernos son los buenos y los que boicotéan el sistema los malos (aunque los políticos son los primeros delincuentes como hemos visto). En ‘Matrix’, un hacker interpretado por Laurence Fishburne se dedica a informar (y despertar) a la gente (seres humanos) de la verdad de lo que les rodea (que viven en una realidad virtual) para que sean libres de elegir entre vivir en una mentira o cambiar las cosas. Una especie de Robin Hood de la información. Algunos políticos han pretendido incluir a Assange y sus colaboradores en la lista de grupos terroristas. Si esto no funciona, hay un proceso judicial en Suecia sobre un presunto delito sexual, que huele a una burda estratagema política de desacreditación. Puro teatro. El mismo año pasado, el film ‘Distrito 9’ nos daba un claro ejemplo de cómo a uno se le pueden atribuir cargos de terrorismo y delitos sexuales con una facilidad pasmosa sólo para manipular a la masa ciudadana consiguiendo su colaboración y denigrando al perseguido. El fiscal general de los EE.UU., Erik Holder, había confirmado que la nacionalidad de Assange no sería un problema de cara a su procesamiento. Tal y como comentaba el periodista Ramón Lobo, no sé qué pensarán de esto los familiares de José Couso, que se han encontrado con trabas por parte de su propio gobierno. Y es que como nos mostraba Michael Winterbottom y Mat Whitecross en su largometraje “Camino a Guantánamo”, poner una bolsa en la cabeza a alguien, esposarlo, extraditarlo, meterlo en una jaula, humillarlo y torturarlo sin que nadie se entere, nunca ha sido un problema para los Estados Unidos de América. Tal vez ese sea el motivo por el cual el creador de Wikileaks se ha cubierto las espaldas con un archivo encriptado que ha venido a llamar ‘insurance’ (seguro) por si algo le ocurriese. Está disponible en Internet para su descarga, y se amenaza con desvelar la clave que nos impide abrir el documento si algo le ocurre a Assange. Algo similar pudimos ver en “El informe Pelícano”, donde en vez de un archivo informático eran unos documentos escritos y una cinta, y sustituyendo al código nos encontrábamos una misteriosa llave que abría una caja. Pero no es la única referencia, “Enemigo público” de Tony Scott, “El jardinero fiel” de Fernando Meirelles, … la caza de brujas ha comenzado.

Frivolizando el tema, podría traducirse del siguiente modo:

Un empleado se apresura a hablar con su jefe, al que le dice muy nervioso: “Señor director, García de contabilidad ha encontrado un error en las cuentas de la empresa. Alguien ha estado robando dinero. ¿Qué hacemos?”. A lo que el jefe responde: “Despedir a García”.

Este es el argumento de una popular comedia de 1989, ‘Weekend at Bernie’s”, más conocida en España con el título de “Este muerto está muy vivo”. Y es que, salvando las distancias, la mentalidad parece ser la de matar al mensajero antes de que sea demasiado tarde. Esperemos que el salvoconducto de Assange sea suficiente. En la película, Bernie, el jefe de dos contables, acaba siendo asesinado por encargo de otro de los implicados, cuando pretendía acabar con sus empleados invitándolos a un fin de semana en su casa de la playa y evitar así que estos difundieran información acerca de una malversación de fondos y blanqueo de capital que habían descubierto en las cuentas de la empresa.

Ciertamente todo esto parece un argumento de película. Pero yo me pregunto, ¿cuantas veces se habrá dado esta situación pero sin que nosotros tengamos la más mínima información? Otra de las claras referencias fílmicas es precisamente la que da título a este artículo, “La cortina de humo” de Barry Levinson, donde el presidente de EE.UU. que se presenta a la reelección en fechas próximas, intenta desviar la atención de los votantes sobre un presunto delito de abuso sexual que ha cometido iniciando una guerra con un país prácticamente desconocido, Albania. Para ello contrata a un productor de Hollywood (otra vez, Dustin Hoffman) que intenta manipular la información para que el presidente aparezca triunfante ante la audiencia justo antes de los comicios. Mucho se teme sobre las implicaciones políticas en las relaciones bilaterales entre los diferentes países tras haberse filtrado la preocupación de Washington sobre los posibles problemas mentales de Cristina Fernández de Kirchner, el autoritarismo de Sarkozy o la corrupción masiva en Rusia propiciada por Putin. Lo que parece claro es que saber que tu vecino te espía y etiqueta mientras te esboza una sonrisa y luego no es capaz de mantenerlo en secreto, no debe de ser demasiado agradable. Pero lo es menos para ciudadanos comprobar que a los dirigentes políticos les da igual las personas, lo que priman en sus decisiones son los intereses y la corrupción. Antes suponíamos que nos mentían, ahora tenemos la certeza de que lo hacen.

La cortina de humo

José María Blázquez
José María Blázquez
sábado, 4 de diciembre de 2010, 10:22 h (CET)
En plena convulsión mundial por la filtración de cables clasificados del gobierno estadounidense a cargo de Wikileaks, creo que es inevitable las referencias cinematográficas que han tratado ya situaciones análogas. Mientras en los gobiernos nadie dimite y focalizan sus esfuerzos en ‘cazar’ al ya tildado de terrorista, Julian Assange, por dar a conocer al mundo entero los entresijos de la política internacional estadounidense, otros países se han visto salpicados por acciones encubiertas relacionadas. Según revelaba unos días atrás el periódico “El País”, que tuvo acceso junto a otros medios de comunicación a estos cables para verificar la información, los asuntos ‘turbios’ que hasta ahora se han publicado relativos a España giraban en torno al caso de José Couso, Guantánamo o la posición de Zapatero respecto a la guerra de Irak, entre otros temas. Nadie se ha pronunciado, nadie ha dimitido. El gobierno de Obama tampoco. En vez de dar explicaciones a los ciudadanos sobre la corrupción, tráfico de influencias, intereses económicos, crímenes de guerra y espionaje, se presiona a Amazon para que deje de darle soporte en la red a Wikileaks y se saca una ley internacional de busca y captura para su fundador. Muchos medios de comunicación estadounidenses no están dando bombo al asunto, con secciones minúsculas en periódicos tan importantes como puede serlo el ‘The New York Times’ (que encima fue el que tuvo acceso a los cables junto a ‘El País’, ‘The Guardian’, ‘Spiegel’ y ‘Le Monde’). En 1998, Dustin Hoffman protagonizó Mad City junto a John Travolta, película crítica sobre el poder mediático donde un ciudadano pasa de héroe a villano en función de la manipulación de los diferentes medios de comunicación, más interesados en conseguir audiencia que en su completa deshumanización. Es curioso que justo ahora la NASA haga un anuncio sobre el descubrimiento de vida en otros planetas, algo que la NBC destacaba por encima de otras noticias no deportivas ni de entretenimiento en sus informativos el pasado jueves. Si alguien duda del poder mediático, que revise el clásico de Orson Welles.

En el cine nos hemos encontrado multitud de ejemplos parecidos: “Todos los hombres del presidente”, “La guerra de Charlie Wilson”, “Todos los hombres del rey (El político)” “In the loop”, “Secreto de estado” y un largo etcétera, que nos hace cuestionarnos cuánta parte hay de realidad y cuánta de ficción en algunos de los argumentos de varias de estas películas. Hollywood se ha lucrado a base de ellas, ahora parece que eso está pasando factura. No tuvo reparos en mostrarnos a los hackers como ladrones durante años (‘Asalto final’, ‘Hackers: piratas informáticos’, ‘Mission Impossible’,…) y ahora pretende aprovecharse de esa propaganda para colocarle el cartel de enemigo público. Si relacionamos delincuente con malvado, damos por hecho que los gobiernos son los buenos y los que boicotéan el sistema los malos (aunque los políticos son los primeros delincuentes como hemos visto). En ‘Matrix’, un hacker interpretado por Laurence Fishburne se dedica a informar (y despertar) a la gente (seres humanos) de la verdad de lo que les rodea (que viven en una realidad virtual) para que sean libres de elegir entre vivir en una mentira o cambiar las cosas. Una especie de Robin Hood de la información. Algunos políticos han pretendido incluir a Assange y sus colaboradores en la lista de grupos terroristas. Si esto no funciona, hay un proceso judicial en Suecia sobre un presunto delito sexual, que huele a una burda estratagema política de desacreditación. Puro teatro. El mismo año pasado, el film ‘Distrito 9’ nos daba un claro ejemplo de cómo a uno se le pueden atribuir cargos de terrorismo y delitos sexuales con una facilidad pasmosa sólo para manipular a la masa ciudadana consiguiendo su colaboración y denigrando al perseguido. El fiscal general de los EE.UU., Erik Holder, había confirmado que la nacionalidad de Assange no sería un problema de cara a su procesamiento. Tal y como comentaba el periodista Ramón Lobo, no sé qué pensarán de esto los familiares de José Couso, que se han encontrado con trabas por parte de su propio gobierno. Y es que como nos mostraba Michael Winterbottom y Mat Whitecross en su largometraje “Camino a Guantánamo”, poner una bolsa en la cabeza a alguien, esposarlo, extraditarlo, meterlo en una jaula, humillarlo y torturarlo sin que nadie se entere, nunca ha sido un problema para los Estados Unidos de América. Tal vez ese sea el motivo por el cual el creador de Wikileaks se ha cubierto las espaldas con un archivo encriptado que ha venido a llamar ‘insurance’ (seguro) por si algo le ocurriese. Está disponible en Internet para su descarga, y se amenaza con desvelar la clave que nos impide abrir el documento si algo le ocurre a Assange. Algo similar pudimos ver en “El informe Pelícano”, donde en vez de un archivo informático eran unos documentos escritos y una cinta, y sustituyendo al código nos encontrábamos una misteriosa llave que abría una caja. Pero no es la única referencia, “Enemigo público” de Tony Scott, “El jardinero fiel” de Fernando Meirelles, … la caza de brujas ha comenzado.

Frivolizando el tema, podría traducirse del siguiente modo:

Un empleado se apresura a hablar con su jefe, al que le dice muy nervioso: “Señor director, García de contabilidad ha encontrado un error en las cuentas de la empresa. Alguien ha estado robando dinero. ¿Qué hacemos?”. A lo que el jefe responde: “Despedir a García”.

Este es el argumento de una popular comedia de 1989, ‘Weekend at Bernie’s”, más conocida en España con el título de “Este muerto está muy vivo”. Y es que, salvando las distancias, la mentalidad parece ser la de matar al mensajero antes de que sea demasiado tarde. Esperemos que el salvoconducto de Assange sea suficiente. En la película, Bernie, el jefe de dos contables, acaba siendo asesinado por encargo de otro de los implicados, cuando pretendía acabar con sus empleados invitándolos a un fin de semana en su casa de la playa y evitar así que estos difundieran información acerca de una malversación de fondos y blanqueo de capital que habían descubierto en las cuentas de la empresa.

Ciertamente todo esto parece un argumento de película. Pero yo me pregunto, ¿cuantas veces se habrá dado esta situación pero sin que nosotros tengamos la más mínima información? Otra de las claras referencias fílmicas es precisamente la que da título a este artículo, “La cortina de humo” de Barry Levinson, donde el presidente de EE.UU. que se presenta a la reelección en fechas próximas, intenta desviar la atención de los votantes sobre un presunto delito de abuso sexual que ha cometido iniciando una guerra con un país prácticamente desconocido, Albania. Para ello contrata a un productor de Hollywood (otra vez, Dustin Hoffman) que intenta manipular la información para que el presidente aparezca triunfante ante la audiencia justo antes de los comicios. Mucho se teme sobre las implicaciones políticas en las relaciones bilaterales entre los diferentes países tras haberse filtrado la preocupación de Washington sobre los posibles problemas mentales de Cristina Fernández de Kirchner, el autoritarismo de Sarkozy o la corrupción masiva en Rusia propiciada por Putin. Lo que parece claro es que saber que tu vecino te espía y etiqueta mientras te esboza una sonrisa y luego no es capaz de mantenerlo en secreto, no debe de ser demasiado agradable. Pero lo es menos para ciudadanos comprobar que a los dirigentes políticos les da igual las personas, lo que priman en sus decisiones son los intereses y la corrupción. Antes suponíamos que nos mentían, ahora tenemos la certeza de que lo hacen.

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