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El destrozo contínuo de las "promesas" futbolísticas es casi una preocupación filosófica

Perlas y coral falso

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¿Les dice algo Giovanni Dos Santos? Lo mejor que sé de él es que su hermano sí tiene futuro en el fútbol. Tres o cuatro años atrás, iba para Bota, Balón y Pelo de oro. Su coleta y su juego causaban sensación, hasta tal punto que…naufragó. Y por partida triple o cuádruple. Inglaterra o España, Tottenham o Barça. Da igual. Lo importante es que nos vendieron la moto, como tantos otros.

Las perlas son el precocinado del fútbol. Jugadores jóvenes, capaces, sobresalientes, bien dotados para el “noble” arte del balompié. Están llamados a ser, pero con asiduidad se lesionan, se pierden en el camino y no vuelven…si es que alguna vez fueron. Pasan de ser el menú con el que sustentar a un club a un congelado recalentado en el microondas.

El problema es la facilidad con la que se intercambian, se venden, se proyectan y se negocian estas nuevas perlas para el panorama futbolístico. Son como el coral: encontrarlo es muy complicado. Pero también hay coral falso, que es muy parecido pero que es eso, similitudes físicas. Claro está, los hay con un radar preciso, como el Barça, y en vez de ir a las profundidades del océano a buscarlo se lo queda en su nacimiento, lo cuida, lo trata, lo mima y le educa para que, de mayor, responda a lo que es: un crack en potencia.

Vaya de antemano que la rosificación de los ojeadores y grandes visionarios de futuro es la base. Si se equivocan no tienen la culpa, porque la culpa es del jugador. Y si aciertan, ellos vieron cosas que nadie más pudo ver en esas piernas, en la cabeza. Un mundo amilbarado por la fácil tendencia a prometer y el difícil compromiso de cumplir cuando se quedan sin ser lo que los futuristas decían que iba a ser.

Yo ya no me acuerdo de Giovanni, ni de miles de chavales rotos por la condena de su propio futuro, esclavos del dinero de club y de la mercantilización del mercado futbolístico. Por eso, ahora que llega navidad y especialmente en verano, hay que valorar como se merecen los torneos de niños. Insisto en lo de niños, porque no son hombres. Son niños que juegan bien a fútbol. Que nadie corrompa más la verdadera virtud de los futbolistas, por favor.

Perlas y coral falso

El destrozo contínuo de las "promesas" futbolísticas es casi una preocupación filosófica
Franc Mendiola
viernes, 3 de diciembre de 2010, 15:14 h (CET)


¿Les dice algo Giovanni Dos Santos? Lo mejor que sé de él es que su hermano sí tiene futuro en el fútbol. Tres o cuatro años atrás, iba para Bota, Balón y Pelo de oro. Su coleta y su juego causaban sensación, hasta tal punto que…naufragó. Y por partida triple o cuádruple. Inglaterra o España, Tottenham o Barça. Da igual. Lo importante es que nos vendieron la moto, como tantos otros.

Las perlas son el precocinado del fútbol. Jugadores jóvenes, capaces, sobresalientes, bien dotados para el “noble” arte del balompié. Están llamados a ser, pero con asiduidad se lesionan, se pierden en el camino y no vuelven…si es que alguna vez fueron. Pasan de ser el menú con el que sustentar a un club a un congelado recalentado en el microondas.

El problema es la facilidad con la que se intercambian, se venden, se proyectan y se negocian estas nuevas perlas para el panorama futbolístico. Son como el coral: encontrarlo es muy complicado. Pero también hay coral falso, que es muy parecido pero que es eso, similitudes físicas. Claro está, los hay con un radar preciso, como el Barça, y en vez de ir a las profundidades del océano a buscarlo se lo queda en su nacimiento, lo cuida, lo trata, lo mima y le educa para que, de mayor, responda a lo que es: un crack en potencia.

Vaya de antemano que la rosificación de los ojeadores y grandes visionarios de futuro es la base. Si se equivocan no tienen la culpa, porque la culpa es del jugador. Y si aciertan, ellos vieron cosas que nadie más pudo ver en esas piernas, en la cabeza. Un mundo amilbarado por la fácil tendencia a prometer y el difícil compromiso de cumplir cuando se quedan sin ser lo que los futuristas decían que iba a ser.

Yo ya no me acuerdo de Giovanni, ni de miles de chavales rotos por la condena de su propio futuro, esclavos del dinero de club y de la mercantilización del mercado futbolístico. Por eso, ahora que llega navidad y especialmente en verano, hay que valorar como se merecen los torneos de niños. Insisto en lo de niños, porque no son hombres. Son niños que juegan bien a fútbol. Que nadie corrompa más la verdadera virtud de los futbolistas, por favor.

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