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Antonio Pérez Gómez

Enhorabuena, Rusia

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Menudo palo. En una sociedad anestesiada por el clásico, el preclásico y el postclásico, no he visto yo demasiadas muestras de condolencia, indignación, o incluso pena por el escamoteo de los mundiales de 2018 y 2022. Y la cosa tiene más enjundia y es más luctuosa de lo que parece. A este paso, hasta mediados de este siglo no parece que nos lo concedan. Probablemente aquellos españoles nacidos antes de los años 50 del siglo XX morirán sin ir a ver un partido de un mundial en su país, si es que no lo hicieron en la época del ínclito naranjito

¿Cómo ha pasado esto? ¿Acaso no llevábamos la máxima puntuación, según el propio comité evaluador de la FIFA? Por cierto, en eso de ser la mejor candidatura ¿no nos pasó lo mismo para las Olimpiadas de Madrid de 2012 y de 2016? Siempre sucede algo “de última hora” que nos destroza el sueño y el “impecable trabajo previo”. Analicemos las citas olímpicas. Para 2012 se supone que todo iba muy bien hasta que ese machote llamado Alberto de Mónaco, cuyos reales tedios alivia con la cosa olímpica, cuestionó la seguridad de los juegos en España en el supuesto de un ataque terrorista, y nos eliminaron. (Por cierto, Albertito fue un poco cenizo, ya que se la dieron a Londres y al poco hubo los terribles atentados del 7-J en la capital de Inglaterra). También hemos tenido decepciones y excusas a raudales para la cita de 2016. Supuestamente no íbamos a presentarnos porque el turno le tocaba a un país sudamericano, supuestamente nos convencieron para hacerlo porque teníamos un gran proyecto. De nuevo pasamos a la finalísima...y allí se la dieron a Río de Janeiro, una candidatura, según todos los medios “manifiestamente inferior en todos los aspectos a la española”. Y lo peor es que no es excusa, si se estudia un poco los proyectos de ambas candidaturas respecto a infraestructura, Río estaba 1000 pasos por detrás de Madrid.

Ahora el Mundial. Una vez más, trabajazo técnico de la candidatura, en un momento dulce de nuestro deporte (como si eso importara algo, por otra parte), con la diplomacia a tope y, por si fuera poco y para ahuyentar posibles manos negras anti españolas, de la manita del vecino, ya que los pobres portugueses jamás pillarían un mundial por si solos, y de paso adornan y dan sensación de concordia, que eso gusta mucho a los cantamañanas de la FIFA. Si el 2022 era complicado (Qatar lo tenía hecho y tenía apoyos de todo el mundo, incluso hasta de españoles, como Guardiola), el 2018 tenía que salir.

Y esta vez parecía por fin, que iba todo de cara. Con los estadios construidos o proyectada su construcción al margen del mundial (Bernabeu, Camp Nou, o los nuevos campos del Athletic, el Valencia o el Zaragoza), era la candidatura más económicamente sostenible en un contexto de crisis mundial. Hasta parecía una baza la presencia de ese bulto sospechoso de Villar, al que todos nos han vendido como auténtico factotum de la FIFA en las designaciones de los ultimos 6 mundiales, y al que supuestamente le iba a devolver todo el mundo tanto favor acumulado. Para más alegría, la prensa basura inglesa (ya saben los famosos “tabloids”, que son a los periódicos lo que Tele 5 a la TV) había metido la pata con su campaña de desprestigio a la candidatura rusa, acusándola irrefutablemente de corrupción y connivencia con la FIFA. Y ya saben lo que pasa con los acusicas, lo de que “Roma no paga traidores” y todo eso.

Una vez descartada la flojísima opción Bélgica/Holanda, cuyo proyecto ya nació con problemas y el abandono de Luxemburgo; la cosa era un mano a mano con Rusia, y parecía coser y cantar. Un país sinónimo de mafia y corrupción, sin auténtica libertad de prensa, con las infraestrucruras ferroviarias soviéticas, escasez de establecimientos hoteleros dignos fuera de Moscú, y con solo uno de la docena larga de estadios que se deben construir de cara al evento. Y para más Inri, ni Putin fue a Zurich a a elección, “disgustado por el trato de la prensa internacional a su candidatura”.

Hala! Pues para Rusia entero. Ni Natalia Vodanova, única “celebrity” que aportó por allí desde Rusia se lo creía. Otra vez hemos perdido inexplicablemente. Es el poder del rublo y la apertura a un mercado futbolístico nuevo, dicen. De nuevo, intereses políticos y económicos por encima de los deportivos. Para este viaje, no hacían falta esas alforjas. Eso sí, para mundial, la cara de tontos que se nos queda, que sí es para mundial.

Enhorabuena, Rusia

Antonio Pérez Gómez
Antonio Pérez Gómez
viernes, 3 de diciembre de 2010, 08:39 h (CET)
Menudo palo. En una sociedad anestesiada por el clásico, el preclásico y el postclásico, no he visto yo demasiadas muestras de condolencia, indignación, o incluso pena por el escamoteo de los mundiales de 2018 y 2022. Y la cosa tiene más enjundia y es más luctuosa de lo que parece. A este paso, hasta mediados de este siglo no parece que nos lo concedan. Probablemente aquellos españoles nacidos antes de los años 50 del siglo XX morirán sin ir a ver un partido de un mundial en su país, si es que no lo hicieron en la época del ínclito naranjito

¿Cómo ha pasado esto? ¿Acaso no llevábamos la máxima puntuación, según el propio comité evaluador de la FIFA? Por cierto, en eso de ser la mejor candidatura ¿no nos pasó lo mismo para las Olimpiadas de Madrid de 2012 y de 2016? Siempre sucede algo “de última hora” que nos destroza el sueño y el “impecable trabajo previo”. Analicemos las citas olímpicas. Para 2012 se supone que todo iba muy bien hasta que ese machote llamado Alberto de Mónaco, cuyos reales tedios alivia con la cosa olímpica, cuestionó la seguridad de los juegos en España en el supuesto de un ataque terrorista, y nos eliminaron. (Por cierto, Albertito fue un poco cenizo, ya que se la dieron a Londres y al poco hubo los terribles atentados del 7-J en la capital de Inglaterra). También hemos tenido decepciones y excusas a raudales para la cita de 2016. Supuestamente no íbamos a presentarnos porque el turno le tocaba a un país sudamericano, supuestamente nos convencieron para hacerlo porque teníamos un gran proyecto. De nuevo pasamos a la finalísima...y allí se la dieron a Río de Janeiro, una candidatura, según todos los medios “manifiestamente inferior en todos los aspectos a la española”. Y lo peor es que no es excusa, si se estudia un poco los proyectos de ambas candidaturas respecto a infraestructura, Río estaba 1000 pasos por detrás de Madrid.

Ahora el Mundial. Una vez más, trabajazo técnico de la candidatura, en un momento dulce de nuestro deporte (como si eso importara algo, por otra parte), con la diplomacia a tope y, por si fuera poco y para ahuyentar posibles manos negras anti españolas, de la manita del vecino, ya que los pobres portugueses jamás pillarían un mundial por si solos, y de paso adornan y dan sensación de concordia, que eso gusta mucho a los cantamañanas de la FIFA. Si el 2022 era complicado (Qatar lo tenía hecho y tenía apoyos de todo el mundo, incluso hasta de españoles, como Guardiola), el 2018 tenía que salir.

Y esta vez parecía por fin, que iba todo de cara. Con los estadios construidos o proyectada su construcción al margen del mundial (Bernabeu, Camp Nou, o los nuevos campos del Athletic, el Valencia o el Zaragoza), era la candidatura más económicamente sostenible en un contexto de crisis mundial. Hasta parecía una baza la presencia de ese bulto sospechoso de Villar, al que todos nos han vendido como auténtico factotum de la FIFA en las designaciones de los ultimos 6 mundiales, y al que supuestamente le iba a devolver todo el mundo tanto favor acumulado. Para más alegría, la prensa basura inglesa (ya saben los famosos “tabloids”, que son a los periódicos lo que Tele 5 a la TV) había metido la pata con su campaña de desprestigio a la candidatura rusa, acusándola irrefutablemente de corrupción y connivencia con la FIFA. Y ya saben lo que pasa con los acusicas, lo de que “Roma no paga traidores” y todo eso.

Una vez descartada la flojísima opción Bélgica/Holanda, cuyo proyecto ya nació con problemas y el abandono de Luxemburgo; la cosa era un mano a mano con Rusia, y parecía coser y cantar. Un país sinónimo de mafia y corrupción, sin auténtica libertad de prensa, con las infraestrucruras ferroviarias soviéticas, escasez de establecimientos hoteleros dignos fuera de Moscú, y con solo uno de la docena larga de estadios que se deben construir de cara al evento. Y para más Inri, ni Putin fue a Zurich a a elección, “disgustado por el trato de la prensa internacional a su candidatura”.

Hala! Pues para Rusia entero. Ni Natalia Vodanova, única “celebrity” que aportó por allí desde Rusia se lo creía. Otra vez hemos perdido inexplicablemente. Es el poder del rublo y la apertura a un mercado futbolístico nuevo, dicen. De nuevo, intereses políticos y económicos por encima de los deportivos. Para este viaje, no hacían falta esas alforjas. Eso sí, para mundial, la cara de tontos que se nos queda, que sí es para mundial.

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