WASHINGTON - El aplazamiento de dos jornadas de aquí al viernes que Erskine Bowles y Alan Simpson lograron antes de que su comisión de gestión de la deuda decida el destino de sus amargas recomendaciones puede no bastar para dar lugar a los votos necesarios para trasladar esas propuestas al Congreso.
Pero no se lleve a error. Algo histórico ha sucedido en Washington. Esta semana, como decía Bowles, gracias a la labor de la comisión y las líneas maestras de un suplicatorio fiscal entre el Presidente Obama y los Republicanos del Congreso, "la era de la negación del déficit en Washington toca a su fin".
También tocan a su fin dos años en los que Obama y el Partido Demócrata simularon poder gobernar la nación por su cuenta y los Republicanos pensaron poder meter goles simplemente a base de poner reparos.
Ambas partes se han calmado gracias a las legislativas y han salido disciplinadas y dispuestas a conversar.
El intercambio será difícil y el acuerdo podría ser imposible de alcanzar en el primer foro, la comisión de 18 integrantes que incluye a una docena de representantes y senadores que han defendido sus acciones inmediatamente frente a sus homólogos y electores.
Pero por primera vez, la tónica se decanta por aquellos que defienden y esbozan un acuerdo eventual. Y el primer paso se producía cuando Obama, el futuro presidente de la Cámara John Boehner y el representante de la oposición en el Senado Mitch McConnell convenían en un programa para la sesión de la legislatura saliente del Congreso.
En contra de las predicciones pesimistas, el camino está despejado para que el Congreso, aunque todavía bajo control Demócrata nominal, amplíe un régimen fiscal viable y la prestación por desempleo -- y tal vez ratifique también el acuerdo de control armamentístico New START con Rusia.
Un fruto provechoso de la labor de esta semana es la creciente conciencia de que la ruta a solucionar la inminente crisis fiscal de la deuda y el déficit en este país podría estar en la reforma del régimen tributario en lugar de la lucha interminable por los gastos federales.
Cuando Bowles ponía el martes de relieve que lo que a él le gusta llamar "partidas fiscales" -- y el resto de nosotros llamamos régimen fiscal -- equivalentes a una reserva de 1 billón de dólares al año se podrían aprovechar en interés de la nación, estaba señalando la forma de salir del principal problema al que se enfrenta el país: cómo financiar nuestras obligaciones nacionales y mundiales mientras liberamos espacio al crecimiento del empleo y el sector privado acelerados que nos hace falta.
El terreno está despejado para que Obama y su capaz director presupuestario nuevo, Jack Lew, tomen la iniciativa con una audaz propuesta que cerrando lagunas también permita a la nueva mayoría Republicana en la Cámara ofrecer los recortes en los tipos fiscales totales que cree despertarán a la dormida economía.
Al centrarse en las arcas del billón de dólares que se podrían destinar mientras bajamos los tipos a empresas y particulares, Bowles y Simpson han orientado el debate en la dirección más útil desde la reforma fiscal de 1986 convenida por el Presidente Ronald Reagan y el Senador Demócrata Bill Bradley.
El cambio de tercio podría llegar demasiado tarde para dar lugar al consenso entre los integrantes de la comisión de la deuda, pero probablemente influencie el debate a partir de este momento. Al insistir en que estas secciones aprovechadas por los grupos de interés que ahora están adornando el código fiscal son tan problemáticas como las partidas presupuestarias extraordinarias, Bowles llega a proporcionar una herramienta política que puede alimentar la iniciativa de cerrar lagunas tributarias.
Mientras tanto, Obama y los congresistas Republicanos han dado el primer paso de un camino a la cooperación política, que puede conducir a múltiples réditos. Washington podría salir de diciembre con un plan acordado de financiación de la administración para los próximos dos años, un presupuesto factible para la actividad gubernamental de este ejercicio y un acuerdo en el Senado relativo al significativo tratado armamentístico que Obama ha negociado con Rusia. Es el mejor augurio del próximo año.
Cuando los Republicanos se valieron de lo que yo llamé la fórmula Reagan - confiar pero comprobar - en relación al ejercicio de la razonabilidad de Obama, le encontraron impaciente por darles pruebas. Como resultado hay más confianza hoy.