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Roberto Carrera

Rafael Nadal es del Barça

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Espectáculo que se convierte en leyenda al segundo de haberse producido. Representaciones armónicas que destruyen la barrera entre el deporte y el arte para regocijo de todos los aficionados. Momentos de perfección que sólo los elegidos pueden llevar a cabo en el instante preciso. Porque ganar puede ser también recompensa para mediocres. En cambio, convertir una victoria en un hecho inolvidable es la habilidad innata de aquellos que han sido elegidos para entrar en la Historia.

Comenzó el de siempre, como siempre. Rafa Nadal, el mejor deportista español de todos los tiempos, volvió a regalarnos una demostración excepcional de clase y entrega en un partido magnífico. La semifinal de la Copa de Maestros, frente a un inspirado Andy Murray, nos devolvió a ese Nadal sufridor, capaz de desquiciar al rival ignorando sus propias dificultades y trasladando al otro lado de la pista miedos y temores.

La capacidad de superación del mallorquín es monumental, heroica. Llegar arriba, no ver a nadie, y querer seguir subiendo, es de extrema dificultad mental. Pero Rafa no se detiene, y donde otros muy grandes hubieran caído, él se mantiene vertical y con paso firme. El guión a seguir está perfectamente definido. Seguir mejorando año tras año, y ser consciente de que los grandes resultados nunca avisan cuando te abandonan. Dos premisas que unidas a su talento natural, le han permitido llegar a donde nadie hubiera soñado. Temporada estratosférica y nada por delante que avecine un cambio de rumbo. La leyenda interminable.

La raqueta, y en general cualquier resquicio de actividad humana, se difuminó a la misma velocidad con la que nos acercábamos al 'Clásico' del lunes. Se esperaba lucha y apareció una obra maestra. El partido de los hombres de Guardiola fue un homenaje al deporte rey, una exhibición de técnica, coordinación y precisión difícilmente igualable. La joven plantilla merengue avejentó un par de años con cada embestida azulgrana, y Mourinho pagó la traición a sus principios con una goleada inédita en su brillante carrera deportiva.

La osadía de prescindir inicialmente de un hombre-roca como Lass en beneficio de la desgana francesa de Benzema tuvo un alto precio. Al Barça, hoy en día, no se le puede jugar mirándole a los ojos, porque termina destrozándote. El portugués lo sabía el año pasado, y sacó petróleo instalando la muralla con un Inter defensivamente poderoso. Pero en la Castellana la imagen cuenta, y el riesgo táctico ha terminado en desastre doloroso. Seguro que han tomado nota.

Es un lujo poder disfrutar tan de cerca con historias de la calidad humana y deportiva de Rafael Nadal y esta hornada única salida de los fuegos de la Masía. Cuentos más propios del cine por su fantástica combinación de valores y éxito. Joyas de un valor incalculable que nos permiten disfrutar más allá del simple fanatismo inocuo, atravesando ríos de admiración que superan las barreras de los gustos personales. Gocemos con el espectáculo, porque coincidencias así son irrepetibles.

Rafael Nadal es del Barça

Roberto Carrera
Roberto Carrera Hernández
jueves, 2 de diciembre de 2010, 08:32 h (CET)
Espectáculo que se convierte en leyenda al segundo de haberse producido. Representaciones armónicas que destruyen la barrera entre el deporte y el arte para regocijo de todos los aficionados. Momentos de perfección que sólo los elegidos pueden llevar a cabo en el instante preciso. Porque ganar puede ser también recompensa para mediocres. En cambio, convertir una victoria en un hecho inolvidable es la habilidad innata de aquellos que han sido elegidos para entrar en la Historia.

Comenzó el de siempre, como siempre. Rafa Nadal, el mejor deportista español de todos los tiempos, volvió a regalarnos una demostración excepcional de clase y entrega en un partido magnífico. La semifinal de la Copa de Maestros, frente a un inspirado Andy Murray, nos devolvió a ese Nadal sufridor, capaz de desquiciar al rival ignorando sus propias dificultades y trasladando al otro lado de la pista miedos y temores.

La capacidad de superación del mallorquín es monumental, heroica. Llegar arriba, no ver a nadie, y querer seguir subiendo, es de extrema dificultad mental. Pero Rafa no se detiene, y donde otros muy grandes hubieran caído, él se mantiene vertical y con paso firme. El guión a seguir está perfectamente definido. Seguir mejorando año tras año, y ser consciente de que los grandes resultados nunca avisan cuando te abandonan. Dos premisas que unidas a su talento natural, le han permitido llegar a donde nadie hubiera soñado. Temporada estratosférica y nada por delante que avecine un cambio de rumbo. La leyenda interminable.

La raqueta, y en general cualquier resquicio de actividad humana, se difuminó a la misma velocidad con la que nos acercábamos al 'Clásico' del lunes. Se esperaba lucha y apareció una obra maestra. El partido de los hombres de Guardiola fue un homenaje al deporte rey, una exhibición de técnica, coordinación y precisión difícilmente igualable. La joven plantilla merengue avejentó un par de años con cada embestida azulgrana, y Mourinho pagó la traición a sus principios con una goleada inédita en su brillante carrera deportiva.

La osadía de prescindir inicialmente de un hombre-roca como Lass en beneficio de la desgana francesa de Benzema tuvo un alto precio. Al Barça, hoy en día, no se le puede jugar mirándole a los ojos, porque termina destrozándote. El portugués lo sabía el año pasado, y sacó petróleo instalando la muralla con un Inter defensivamente poderoso. Pero en la Castellana la imagen cuenta, y el riesgo táctico ha terminado en desastre doloroso. Seguro que han tomado nota.

Es un lujo poder disfrutar tan de cerca con historias de la calidad humana y deportiva de Rafael Nadal y esta hornada única salida de los fuegos de la Masía. Cuentos más propios del cine por su fantástica combinación de valores y éxito. Joyas de un valor incalculable que nos permiten disfrutar más allá del simple fanatismo inocuo, atravesando ríos de admiración que superan las barreras de los gustos personales. Gocemos con el espectáculo, porque coincidencias así son irrepetibles.

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