Por fin llegó el momento. A falta de 5000 espectadores, el estadio se llenaría como no hacía el feudo verdiblanco desde citas como la del Chelsea. Pero no podía ser todo perfecto, y una vez más el Betis se vio salpicado. Esta vez no por un charco, sino por lagunas de agua que se extendían por el verde del Benito Villamarín. La fiesta entre Betis y Barcelona B no se celebró y durante la semana, la nueva fecha del encuentro ha engrosado la lista de adversidades semanales de los béticos.
Siempre ha habido problemas en la casa verdiblanca. Cuando no era un presidente que la liaba era un jugador que se quería ir, un árbitro que dejaba huella o un medio vetado en sala de prensa. Siempre problemas, y más problemas; que a veces, afectan a los futbolistas. Es ahí donde el Betis actual se muestra especial. La calidez del Betis de Pepe Mel, la da su manera de jugar, su forma de bajar la pelota y pasar de los problemas externos e internos. Uno de sus valores es mostrarse frío hacia todo el camino que distrae de su objetivo: el ascenso.
Esta semana la fiscalía ha denunciado a Oliver por injurias contra la jueza Alaya por aquello de “ni los nazis hacían lo que me está haciendo a mí esta loca”. Israel sigue sin renovar en una historia de amor en la que el Betis parece la esposa engañada con otra; y las sanciones de Mel, Beñat y Miki Roqué seguirán adelante. Quizá lo más positivo fue la inminente vuelta de Jonathan Pereira a los entrenamientos con el grupo, después de que se aplazara por la lluvia el gran partido de la semana verdiblanca. Por aplazarse, hasta se ha aplazado la operación de Momo, con una virosis que le hará esperar para poder operarse de su rodilla izquierda.
Durante mucho tiempo, los problemas permanentes en el Betis han afectado a sus jugadores, que se rebozaban en el barro que salpicaba cada polémica alrededor del club. El Betis de esta temporada supone un cambio, que quizá pueda ser al final de curso la clave del éxito. Es un Betis, como el del año pasado, concebido para el ascenso, pero una temporada después con la experiencia que ello conlleva. Un equipo bien llevado por Pepe Mel que ha dotado al colectivo de una idea de juego atractiva que permanece por encima de todas las cosas. Una extraña ilusión se respira en el ambiente de este nuevo Betis, una ilusión contra la que no puede nada, ni siquiera los problemas habituales.
Lo atractivo del modelo ha enganchado a los aficionados. Ellos no merecen un club lleno de problemas, y Pepe Mel ha enseñado a los jugadores que también se merecen un equipo que les ilusione. Por eso, el Betis de este año juega al fútbol por encima de todo, al margen de lo que pase fuera. Cuando llegan otra vez los problemas, el equipo se pone el impermeable, pasa de la lluvia y baja la pelota al verde para dejar paso a un protagonista que a veces se olvida: el fútbol.