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Juan Antonio Aznar

Otra víctima del bodeguero

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Cuando hace poco tuve la oportunidad de conocer personalmente a Javier Rufete y comprobé que se trataba de un hombre capaz, resuelto y con iniciativa, pensé para mis adentros “a éste le quedan dos telediarios”. A buena fe que me hubiera gustado equivocarme pero, por desgracia, ser profeta con el Efesé, estando éste en manos de quien está, no resulta una tarea demasiado complicada.

A Paco Gómez la gente competente le sobra. Él no quiere un club plagado de profesionales que hagan bien su trabajo y engrandezcan el nombre de Cartagena. Él quiere un club en el que, primero, haya poca gente y, segundo, que la que hay sea obediente; gente que pueda controlar, que no cuestione sus órdenes ni se salga de sus dictados. Si ello va en detrimento de la imagen del Efesé o supone un obstáculo para su buen funcionamiento le es indiferente.

Tampoco es del todo culpa suya. Probablemente, el Paloma, sobrenombre por el que es conocido en la Vega Baja es, en buena medida, producto de una época y unas circunstancias; producto de una cultura empresarial que no entiende de organigramas y en la que la forma de superar los complejos propios es humillar al que tienes a tu cargo, sobre todo, si vale más que tú. Así, probablemente, se ha conducido en sus negocios y, como sabemos, no le ha ido mal del todo.

El problema que tiene Paco Gómez es que no puede dirigir al Cartagena como si fuera una de sus empresas. Al menos no del todo. Alrededor de un club de fútbol hay elementos, como los aficionados o la prensa, que no puede controlar como a él le gustaría y frente a los que, conocedor de sus limitaciones, se siente inseguro. Si él pudiera presidir el Cartagena y alcanzar su sueño de darse un garbeo por los palcos de primera sin necesidad de apechugar con su entorno, sería el hombre más feliz del mundo. Pero no puede, y eso le molesta profundamente, le irrita. En su empresa, si amenaza con cerrar las oficinas y llevárselas a otro lugar nadie le cuestiona, nadie le tose; pero si hace lo propio con el Cartagena, o con cualquier club de fútbol, por mucho que sea de su propiedad, resulta que la gente lo critica. Habrase visto... ¡Qué desfachatez!

Su forma de rebelarse frente a todos esos factores que, al contrario que en sus empresas, no puede dominar, es despreciarlo. A los aficionados, más o menos, los traga porque no tiene más remedio. De vez en cuando les suelta algún puntapié pero, en el fondo, sabe que son un mal necesario: pagan el abono y conviene no soliviantarlos demasiado. Además, una de las fórmulas que encontró para ejercer cierto grado de gobierno sobre ellos fue la creación ad hoc de un órgano –La Federación de Peñas- que hace tiempo que se convirtió en una correa de transmisión del propio Club.

Con la prensa lo tiene más complicado. Le fastidia que hablen mal de él y, para su desgracia, no puede crear una “Federación de Medios del FC Cartagena” ni regalarle un cargo en el club a cada uno de sus representantes. No hay para todos y sería demasiado descarado. Además, por muy mal y desunida que esté la prensa en Cartagena, quieras que no, conserva algo de independencia. ¡Malditos periodistas!

Desgraciadamente, para Paco Gómez la prensa no es un vehículo a través del cual llegar a los aficionados y transmitirles algo de cercanía sino un impedimento para manipularlos como él quiere. De ahí que, por ejemplo, nos acuse de haber hecho fracasar la campaña de abonos. Desde su perverso punto de vista fueron los titulares de los medios de comunicación, alertando de la subida en el precio de los carnés, los que le fastidiaron la campaña y evitaron que se llegara a los diez mil abonados previstos. Nada tuvo que ver que la subida fuera, efectivamente, desproporcionada o que la acompañara con desafortunadas declaraciones sobre la venta de voluntades de algunos futbolistas.

La salida de Rufete del FC Cartagena, volviendo al tema, es imposible de entender sin tener en cuenta este contexto previo de desafección del Presidente hacia los periodistas y hacia Cartagena toda. En un momento determinado, Javier Rufete, que ha estado en el otro lado de la barrera y sabe, por tanto, de la importancia que, para la propia institución, tiene el hecho de que la prensa realice de forma eficiente su labor, posiblemente intentó mediar en el creciente conflicto entre ésta y el Presidente. Tal vez intentó reconducir el tema del veto en las entrevistas de jugadores o algo parecido pensando que era lo mejor para todos. Paco Gómez, al que, seguramente, no le venía haciendo demasiada gracia la tozudez del lorquino por dotar al club de mayor transparencia, terminó de percibir entonces a Rufete como alguien más cercano a la prensa -a la que tanto odia- que a él mismo y, sencillamente, se lo cargó. Él no tolera otra cosa que no sean las adhesiones inquebrantables ni acepta que se cuestionen sus decisiones. Así nos luce el pelo.

Pero la pregunta no es si esto es bueno, malo o regular. Por muchas otras virtudes que tenga Paco Gómez -que las tiene- está claro que así no puede funcionar un club profesional. La pregunta es hasta cuándo va a aguantar la prensa de Cartagena, y la afición del Efesé, que la sigan pisoteando. Ayer fue la prohibición de entrevistas por parte de los jugadores, hoy la destitución de Rufete, precisamente por defendernos e intentar que hiciéramos bien nuestro trabajo ¿Y mañana? ¿Qué será lo siguiente? ¿Nos obligarán a ir uniformados a las ruedas de prensa? ¿Se le quitarán las acreditaciones a algún medio? ¿Qué es lo que tiene que pasar para que, de una vez por todas, la prensa se ponga las pilas y le enseñe los dientes a este… vinatero?

Como sigamos agachando el lomo y no demos una respuesta unánime o medianamente contundente a todos estos desafueros, ya no nos va a quedar dignidad que defender. Para entonces el Efesé no será Efesé, sino el EfeGé... y la culpa no será ya de Paco Gómez, sino nuestra.

Otra víctima del bodeguero

Juan Antonio Aznar
Juan Aznar
martes, 30 de noviembre de 2010, 20:57 h (CET)
Cuando hace poco tuve la oportunidad de conocer personalmente a Javier Rufete y comprobé que se trataba de un hombre capaz, resuelto y con iniciativa, pensé para mis adentros “a éste le quedan dos telediarios”. A buena fe que me hubiera gustado equivocarme pero, por desgracia, ser profeta con el Efesé, estando éste en manos de quien está, no resulta una tarea demasiado complicada.

A Paco Gómez la gente competente le sobra. Él no quiere un club plagado de profesionales que hagan bien su trabajo y engrandezcan el nombre de Cartagena. Él quiere un club en el que, primero, haya poca gente y, segundo, que la que hay sea obediente; gente que pueda controlar, que no cuestione sus órdenes ni se salga de sus dictados. Si ello va en detrimento de la imagen del Efesé o supone un obstáculo para su buen funcionamiento le es indiferente.

Tampoco es del todo culpa suya. Probablemente, el Paloma, sobrenombre por el que es conocido en la Vega Baja es, en buena medida, producto de una época y unas circunstancias; producto de una cultura empresarial que no entiende de organigramas y en la que la forma de superar los complejos propios es humillar al que tienes a tu cargo, sobre todo, si vale más que tú. Así, probablemente, se ha conducido en sus negocios y, como sabemos, no le ha ido mal del todo.

El problema que tiene Paco Gómez es que no puede dirigir al Cartagena como si fuera una de sus empresas. Al menos no del todo. Alrededor de un club de fútbol hay elementos, como los aficionados o la prensa, que no puede controlar como a él le gustaría y frente a los que, conocedor de sus limitaciones, se siente inseguro. Si él pudiera presidir el Cartagena y alcanzar su sueño de darse un garbeo por los palcos de primera sin necesidad de apechugar con su entorno, sería el hombre más feliz del mundo. Pero no puede, y eso le molesta profundamente, le irrita. En su empresa, si amenaza con cerrar las oficinas y llevárselas a otro lugar nadie le cuestiona, nadie le tose; pero si hace lo propio con el Cartagena, o con cualquier club de fútbol, por mucho que sea de su propiedad, resulta que la gente lo critica. Habrase visto... ¡Qué desfachatez!

Su forma de rebelarse frente a todos esos factores que, al contrario que en sus empresas, no puede dominar, es despreciarlo. A los aficionados, más o menos, los traga porque no tiene más remedio. De vez en cuando les suelta algún puntapié pero, en el fondo, sabe que son un mal necesario: pagan el abono y conviene no soliviantarlos demasiado. Además, una de las fórmulas que encontró para ejercer cierto grado de gobierno sobre ellos fue la creación ad hoc de un órgano –La Federación de Peñas- que hace tiempo que se convirtió en una correa de transmisión del propio Club.

Con la prensa lo tiene más complicado. Le fastidia que hablen mal de él y, para su desgracia, no puede crear una “Federación de Medios del FC Cartagena” ni regalarle un cargo en el club a cada uno de sus representantes. No hay para todos y sería demasiado descarado. Además, por muy mal y desunida que esté la prensa en Cartagena, quieras que no, conserva algo de independencia. ¡Malditos periodistas!

Desgraciadamente, para Paco Gómez la prensa no es un vehículo a través del cual llegar a los aficionados y transmitirles algo de cercanía sino un impedimento para manipularlos como él quiere. De ahí que, por ejemplo, nos acuse de haber hecho fracasar la campaña de abonos. Desde su perverso punto de vista fueron los titulares de los medios de comunicación, alertando de la subida en el precio de los carnés, los que le fastidiaron la campaña y evitaron que se llegara a los diez mil abonados previstos. Nada tuvo que ver que la subida fuera, efectivamente, desproporcionada o que la acompañara con desafortunadas declaraciones sobre la venta de voluntades de algunos futbolistas.

La salida de Rufete del FC Cartagena, volviendo al tema, es imposible de entender sin tener en cuenta este contexto previo de desafección del Presidente hacia los periodistas y hacia Cartagena toda. En un momento determinado, Javier Rufete, que ha estado en el otro lado de la barrera y sabe, por tanto, de la importancia que, para la propia institución, tiene el hecho de que la prensa realice de forma eficiente su labor, posiblemente intentó mediar en el creciente conflicto entre ésta y el Presidente. Tal vez intentó reconducir el tema del veto en las entrevistas de jugadores o algo parecido pensando que era lo mejor para todos. Paco Gómez, al que, seguramente, no le venía haciendo demasiada gracia la tozudez del lorquino por dotar al club de mayor transparencia, terminó de percibir entonces a Rufete como alguien más cercano a la prensa -a la que tanto odia- que a él mismo y, sencillamente, se lo cargó. Él no tolera otra cosa que no sean las adhesiones inquebrantables ni acepta que se cuestionen sus decisiones. Así nos luce el pelo.

Pero la pregunta no es si esto es bueno, malo o regular. Por muchas otras virtudes que tenga Paco Gómez -que las tiene- está claro que así no puede funcionar un club profesional. La pregunta es hasta cuándo va a aguantar la prensa de Cartagena, y la afición del Efesé, que la sigan pisoteando. Ayer fue la prohibición de entrevistas por parte de los jugadores, hoy la destitución de Rufete, precisamente por defendernos e intentar que hiciéramos bien nuestro trabajo ¿Y mañana? ¿Qué será lo siguiente? ¿Nos obligarán a ir uniformados a las ruedas de prensa? ¿Se le quitarán las acreditaciones a algún medio? ¿Qué es lo que tiene que pasar para que, de una vez por todas, la prensa se ponga las pilas y le enseñe los dientes a este… vinatero?

Como sigamos agachando el lomo y no demos una respuesta unánime o medianamente contundente a todos estos desafueros, ya no nos va a quedar dignidad que defender. Para entonces el Efesé no será Efesé, sino el EfeGé... y la culpa no será ya de Paco Gómez, sino nuestra.

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