Van a rodar una película, y al oír a los que la van a protagonizar, me recuerda- no sé por qué- a la “memoria histórica”. Por lo oído, sólo se fijan en lo que de truculento hubo en la “conquista” del Nuevo Mundo. Se fijan y copian, burdamente, la triste Leyenda Negra que enturbia aquello que de memorable tuvo el descubrimiento de América. Fray Bartolomé de las Casas hizo un flaco servicio a España y a la verdadera historia. Se fijó sólo en los abusos- y los hubo-que protagonizaron los que fueron a medrar, cubriendo de sombras y oscureciendo aquello que se dictó en las disposiciones y en el testamento de de Isabel la Católica. Los aborígenes de aquellas tierras fueron considerados como ciudadanos hispanos.

Hubo matrimonios de españoles con indígenas- no sólo abusos y violaciones-y la población actual de Hispanoamérica nos habla por sí sóla, abundando en población que es mezcla de las dos sangres; fruto de la caballerosidad de los “invasores”.

Recuerdo aquel diálogo de un español-la película es antigua-en la que ella, de color, le preguntaba al hombre que compartía su vida con ella, ¿qué es la caballerosidad española? La caballerosidad española es que…yo, hombre blanco, me he casado contigo, mujer de color-

Ya está bien de confundir y tirar piedras sobre tu propio tejado-Hay un refrán castellano que dice, “ningún tonto tira piedras sobre su propio tejado”. Pues hay tontos y malintencionados españoles que lo hacen. Ignoro qué intereses tienen o qué buscan. Desde luego los españoles honrados y fieles a la historia juzgada con objetividad- que es lo que hacen las personas honestas-no buscan la moda antiespañola que tuvo su auge cuando éramos la envidia de todas las naciones, que intentaron- y a veces consiguieron- enturbiar lo que la hombría y el valor de los ejércitos españoles consiguieron, pasear por todo el mundo con orgullo la bandera bicolor.

Sus campañas, como en toda confrontación, generaron vencedores y vencidos. La grandeza del hombre está en saber ganar y en saber perder. La derrota, es triste cubrirla con denostar al vencedor, sin reconocer la inferioridad en todos los sentidos, incluso morales.

Es el antiespañolismo de los españoles perdedores.