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Robert J.Samuelson

La siniestra correccion de Europa

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WASHINGTON - Lo que necesita saber de la crisis económica de Irlanda es que no guarda relación con Irlanda: un pequeño país de poco más de 4 millones de habitantes y una economía que ronda los 200.000 millones de dólares. Se refiere a Europa. Durante décadas, Europa ha perseguido dos grandes empresas políticas. Una de ellas es el estado del bienestar democrático, concebido para cultivar la justicia económica a través de diversas redes de protección social. La otra es la unidad europea, simbolizada en la creación en 1999 de la moneda única - el euro - utilizada ya en 16 países. El hecho de que las dos contribuyeran a la tesitura de Irlanda sugiere que Europa podría estar al borde de una crisis generalizada.

Los problemas de Irlanda no son aislados, y de confirmarse que auguran una debacle más extendida, ello apuntaría a una peligrosa nueva fase del caos económico global que comenzó en 2007. Europa supone alrededor de la quinta parte de la economía mundial, porcentaje comparable al norteamericano. Si el continente recayera en la recesión, el nacionalismo económico mundial se agravaría, a medida que la recuperación global ya débil vacilara y los países compitieran por la escasa demanda. Por ejemplo: Europa adquiere alrededor del 25% de las exportaciones de América, que acusarían la situación. El proteccionismo y las prácticas abusivas serían más frecuentes.

La batería de medidas de rescate (por un importe al parecer de hasta 120.000 millones de dólares) negociada por Irlanda, el resto de socios de la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional podría sostener a las castigadas entidades bancarias de Irlanda. El objetivo es contener el contagio demostrando que Europa sabe capear sus propios problemas. Pero el rescate implica toda una demostración de valor, porque algunos de los acreedores (Portugal, España, Italia) están fuertemente endeudados y son probables candidatos a futuros rescates. Hasta Alemania o Francia tienen considerables deudas brutas, el 76% y el 86% de su economía real en el ejercicio 2009. ¿Cuánta deuda nueva puede amasarse con la antigua?

Que Irlanda, después de Grecia, haya mordido el polvo es irónico. Hasta hace poco era apodada el Tigre Celta por emular a los países asiáticos a la hora de atraer la inversión exterior - Intel entre otras - y lograr un rápido crecimiento alimentado por la exportación. De 1987 a 2000, el crecimiento económico anual registrado fue del 6,8% de media; el paro descendió progresivamente del 16,9% al 4,3%. Pero entonces el sólido crecimiento cedió el paso a la expansión y la burbuja inmobiliaria cuyo colapso dejó a los bancos irlandeses inmersos en préstamos de dudosa amortización.

Una causa fueron las acciones crediticias imprudentes posibilitadas por el euro. Con su propia divisa, Irlanda podía regular el crédito. Si parecía estar abaratado, el Banco Central de Irlanda podía subir los tipos de interés. Adoptar el euro se tradujo en que Irlanda deponía esta función en manos del Banco Central Europeo (BCE), que marca una política monetaria única para todos los socios de la zona euro. Los tipos del BCE, correctos tal vez en el caso de Francia o Alemania, eran demasiado bajos en el de Irlanda entre otros socios. Además, los mercados financieros presionaron los tipos de la deuda pública de los países de la zona euro a la baja con el fin de reducir los tipos germanos. En 1995, los tipos de Irlanda superaban a los de Alemania en más de un punto porcentual; hacia el año 2000, eran casi idénticos.

Irlanda podría haber compensado el abaratamiento del crédito subiendo los impuestos o recortando el gasto público. Pero esto habría exigido gran autocontención. El rápido crecimiento del sector inmobiliario en la economía generó un flujo de recaudación fiscal procedente de la construcción, la venta de vivienda y el consumo inducido por la sensación de riqueza. De 1996 a 2006, el precio de la vivienda prácticamente se cuadriplicó. La construcción pasó del 11% de la economía al 21%. Los presupuestos registraban superávit a pesar del elevado gasto social y los salarios públicos más altos. "Cuando tengo dinero, lo gasto", decía un ex ministro de economía. "Cuando no lo tengo, no".

De manera que ahora llega el momento de ajustar cuentas. En Irlanda, la debacle de la burbuja inmobiliaria dejó un masivo déficit presupuestario y elevó el paro al 14%. La mayoría de las economías europeas sufren a causa de los nocivos efectos de alguna combinación entre crédito abaratado, gasto social insostenible y enorme déficit presupuestario. Los países están conectados entre sí, de manera que hay efectos de contagio. Las entidades bancarias europeas -- con los bancos británicos, alemanes, franceses y belgas a la cabeza -- tienen 500.000 millones de dólares en préstamos e inversiones en Irlanda, informa Financial Times. Las grandes pérdidas podrían convertirse rápidamente en una crisis generalizada de la banca.

El reto de Europa ya no es únicamente económico. También es social y político. Valores e ideales muy estimados son objetivo de ataques. El euro, concebido para fomentar la sensación de unidad, ha alimentado la discordia a medida que los países buscan culpables y discuten el reparto de la factura. El contrato colectivo vuelve a ser redactado, recortadas las prestaciones y las garantías públicas. En Irlanda, el gobierno de coalición parece condenado; un partido minoritario ha retirado su apoyo.

El rescate de Irlanda propuesto, como el de Grecia antes, representa la arriesgada apuesta a que Europa puede atajar las dudas crecientes y lograr hacerse con la paciencia de los portadores de la deuda pública y de los votantes: la de los inversores, para que no sigan vendiendo deuda pública en masa (la de Irlanda entre otros países) presa del pánico, lo que sube los tipos de interés y podría precipitar un colapso económico propio; y la de la ciudadanía de a pie, para que tolere la austeridad (paro más alto, menor protección social, más impuestos) sin recurrir a paralizantes manifestaciones ni coaliciones parlamentarias ineficaces. Que la apuesta tenga éxito dista de estar claro, como las consecuencias potencialmente caóticas si no lo tiene.

La siniestra correccion de Europa

Robert J.Samuelson
Robert J. Samuelson
martes, 30 de noviembre de 2010, 08:13 h (CET)
WASHINGTON - Lo que necesita saber de la crisis económica de Irlanda es que no guarda relación con Irlanda: un pequeño país de poco más de 4 millones de habitantes y una economía que ronda los 200.000 millones de dólares. Se refiere a Europa. Durante décadas, Europa ha perseguido dos grandes empresas políticas. Una de ellas es el estado del bienestar democrático, concebido para cultivar la justicia económica a través de diversas redes de protección social. La otra es la unidad europea, simbolizada en la creación en 1999 de la moneda única - el euro - utilizada ya en 16 países. El hecho de que las dos contribuyeran a la tesitura de Irlanda sugiere que Europa podría estar al borde de una crisis generalizada.

Los problemas de Irlanda no son aislados, y de confirmarse que auguran una debacle más extendida, ello apuntaría a una peligrosa nueva fase del caos económico global que comenzó en 2007. Europa supone alrededor de la quinta parte de la economía mundial, porcentaje comparable al norteamericano. Si el continente recayera en la recesión, el nacionalismo económico mundial se agravaría, a medida que la recuperación global ya débil vacilara y los países compitieran por la escasa demanda. Por ejemplo: Europa adquiere alrededor del 25% de las exportaciones de América, que acusarían la situación. El proteccionismo y las prácticas abusivas serían más frecuentes.

La batería de medidas de rescate (por un importe al parecer de hasta 120.000 millones de dólares) negociada por Irlanda, el resto de socios de la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional podría sostener a las castigadas entidades bancarias de Irlanda. El objetivo es contener el contagio demostrando que Europa sabe capear sus propios problemas. Pero el rescate implica toda una demostración de valor, porque algunos de los acreedores (Portugal, España, Italia) están fuertemente endeudados y son probables candidatos a futuros rescates. Hasta Alemania o Francia tienen considerables deudas brutas, el 76% y el 86% de su economía real en el ejercicio 2009. ¿Cuánta deuda nueva puede amasarse con la antigua?

Que Irlanda, después de Grecia, haya mordido el polvo es irónico. Hasta hace poco era apodada el Tigre Celta por emular a los países asiáticos a la hora de atraer la inversión exterior - Intel entre otras - y lograr un rápido crecimiento alimentado por la exportación. De 1987 a 2000, el crecimiento económico anual registrado fue del 6,8% de media; el paro descendió progresivamente del 16,9% al 4,3%. Pero entonces el sólido crecimiento cedió el paso a la expansión y la burbuja inmobiliaria cuyo colapso dejó a los bancos irlandeses inmersos en préstamos de dudosa amortización.

Una causa fueron las acciones crediticias imprudentes posibilitadas por el euro. Con su propia divisa, Irlanda podía regular el crédito. Si parecía estar abaratado, el Banco Central de Irlanda podía subir los tipos de interés. Adoptar el euro se tradujo en que Irlanda deponía esta función en manos del Banco Central Europeo (BCE), que marca una política monetaria única para todos los socios de la zona euro. Los tipos del BCE, correctos tal vez en el caso de Francia o Alemania, eran demasiado bajos en el de Irlanda entre otros socios. Además, los mercados financieros presionaron los tipos de la deuda pública de los países de la zona euro a la baja con el fin de reducir los tipos germanos. En 1995, los tipos de Irlanda superaban a los de Alemania en más de un punto porcentual; hacia el año 2000, eran casi idénticos.

Irlanda podría haber compensado el abaratamiento del crédito subiendo los impuestos o recortando el gasto público. Pero esto habría exigido gran autocontención. El rápido crecimiento del sector inmobiliario en la economía generó un flujo de recaudación fiscal procedente de la construcción, la venta de vivienda y el consumo inducido por la sensación de riqueza. De 1996 a 2006, el precio de la vivienda prácticamente se cuadriplicó. La construcción pasó del 11% de la economía al 21%. Los presupuestos registraban superávit a pesar del elevado gasto social y los salarios públicos más altos. "Cuando tengo dinero, lo gasto", decía un ex ministro de economía. "Cuando no lo tengo, no".

De manera que ahora llega el momento de ajustar cuentas. En Irlanda, la debacle de la burbuja inmobiliaria dejó un masivo déficit presupuestario y elevó el paro al 14%. La mayoría de las economías europeas sufren a causa de los nocivos efectos de alguna combinación entre crédito abaratado, gasto social insostenible y enorme déficit presupuestario. Los países están conectados entre sí, de manera que hay efectos de contagio. Las entidades bancarias europeas -- con los bancos británicos, alemanes, franceses y belgas a la cabeza -- tienen 500.000 millones de dólares en préstamos e inversiones en Irlanda, informa Financial Times. Las grandes pérdidas podrían convertirse rápidamente en una crisis generalizada de la banca.

El reto de Europa ya no es únicamente económico. También es social y político. Valores e ideales muy estimados son objetivo de ataques. El euro, concebido para fomentar la sensación de unidad, ha alimentado la discordia a medida que los países buscan culpables y discuten el reparto de la factura. El contrato colectivo vuelve a ser redactado, recortadas las prestaciones y las garantías públicas. En Irlanda, el gobierno de coalición parece condenado; un partido minoritario ha retirado su apoyo.

El rescate de Irlanda propuesto, como el de Grecia antes, representa la arriesgada apuesta a que Europa puede atajar las dudas crecientes y lograr hacerse con la paciencia de los portadores de la deuda pública y de los votantes: la de los inversores, para que no sigan vendiendo deuda pública en masa (la de Irlanda entre otros países) presa del pánico, lo que sube los tipos de interés y podría precipitar un colapso económico propio; y la de la ciudadanía de a pie, para que tolere la austeridad (paro más alto, menor protección social, más impuestos) sin recurrir a paralizantes manifestaciones ni coaliciones parlamentarias ineficaces. Que la apuesta tenga éxito dista de estar claro, como las consecuencias potencialmente caóticas si no lo tiene.

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Hoy quisiera invitarlos a reflexionar sobre un aspecto de la vida actual que parece extremadamente novedoso por sus avances agigantados en el mundo de la tecnología, pero cuyo planteo persiste desde Platón hasta nuestros días, a saber, la realidad virtual inmiscuida hasta el tuétano en nuestra cotidianidad y la posibilidad de que llegue el día en que no podamos distinguir entre "lo real" y "lo virtual".

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