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Kathleen Parker

La nueva herejía

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NUEVA YORK - En una cultura política en la que la moderación es la nueva herejía, el centrismo se está convirtiendo en el fondo de armario imprescindible.

Los que políticamente no encajan -- ni muy Republicanos ni muy Demócratas -- están creando nuevas alianzas en una búsqueda común de "morada". Cansados del extremismo y fervientemente deseosos de cambio real, cada vez más estadounidenses se alejan de la demagogia en favor del pragmatismo.

Dentro de poco podrían tener opciones donde elegir. El mes que viene se presenta en Nueva York un nuevo grupo político, No Labels (www.nolabels.org). Encabezado por el estratega Republicano Mark McKinnon y la recaudadora Demócrata de fondos Nancy Jacobson, la organización ha recibido más de un millón de dólares. Entre los que han dado su apoyo están Andrew Tisch, co-presidente de Loews Corp.; Ron Shaich, fundador de Panera Bread, o Dave Morin, antiguo ejecutivo de Facebook.

El colectivo espera atraer tanto a políticos que piensen haber perdido las elecciones por ser demasiado moderados como a votantes que se sientan desesperados. Hay un montón de las dos cosas.

La popularidad históricamente baja del Congreso, el aire de ataque a los funcionarios electos de las legislativas, y ahora el influjo de candidatos con el respaldo del movimiento fiscal -- por no hablar de la concurrida tentativa de Stephen Colbert y Jon Stewart de concentrarse en defensa de la cordura -- todo es testamento del descontento con los defectos sistemáticos de Washington.

Por desgracia, hay pocas razones para esperar que las cosas cambien o mejoren cuando el nuevo Congreso abra sesión en enero. Los Republicanos parecen decididos a continuar su estrategia del "en ningún caso". Los nuevos legisladores del movimiento fiscal parecen decididos combatir a los Republicanos de la institución, diluyendo así la influencia Republicana. Los Demócratas pretenden aguantar el tirón.

Parálisis legislativa.

Como prueba de apoyo, fíjese en la reciente reacción a las reformas fiscales bipartidistas recomendadas por Erskine Bowles (Demócrata) y Alan Simpson (Republicano), ambos respetados por su enfoque bipartidista en la resolución de problemas. Ninguna de las formaciones se mostraba entusiasmada, siendo la presidenta de la Cámara Nancy Pelosi la más enérgica a la hora de poner pegas. "Bajo ningún concepto" ya no es únicamente cosa de Republicanos.

Cuando la sopa está muy caliente o muy fría, es el momento propicio de algo intermedio. Más estadounidenses se identifican ya como independientes en lugar de Republicanos o Demócratas, incluso si pueden verse obligados a votar en sentidos tradicionales a causa de la falta de alternativas.

Pero ¿y si hubiera una alternativa? Hay poco de atractivo en cualquiera de unas formaciones dominadas por un electorado que guarda escaso parecido con quiénes somos como nación o con la forma en que llevamos nuestras vidas la mayoría de nosotros.

Pero aun así, los Demócratas moderados y los Republicanos moderados han sido desterrados por igual. Purgados se diga como se diga. Algunos de ellos han aterrizado en el bando de No Labels.

Jun Choi, un antiguo alcalde Demócrata de Edison, N. J., decía al Wall Street Journal que perdió por no ser lo bastante extremo. Maggie Hassán, senadora de New Hampshire, piensa que perdió por ser demasiado moderada.

En Carolina del Sur, el congresista Republicano Bob Inglis perdió por no vilificar a Barack Obama. En una entrevista reciente me decía que se negó a decir que Obama es musulmán, o que no nació en Estados Unidos, o que el presidente es socialista. Inglis fue advertido por un estratega Republicano que reconocer la legitimidad de Obama le acarrearía problemas. De hecho, Inglis fue derrotado por el candidato del movimiento fiscal.

Inglis es por lo demás uno de los conservadores más racionales que se atreve a sugerir que sí, que tenemos que hacer dolorosos recortes en materia social. Y, herejía de herejías, reconoce que el cambio climático es real y que el impuesto de las emisiones, compensado a través de deducciones fiscales en otros terrenos, es un enfoque plausible de regulación.

El prudente y pensativo tono de Inglis corresponde a una escuela diferente de pensamiento político a la que dominó esta pasada campaña electoral. Racional y tranquilo, se resistió a la búsqueda de culpables y a la hipérbole que tienden a llamar la atención y los votos.

¿Puede sobrevivir un Inglis a una cultura así? Si no, ¿qué nos queda?

La respuesta podría ser evidente en parte en la elección de Lisa Murkowski en Alaska como candidata independiente de lista. Primera candidata de lista que tiene éxito en una carrera al Senado desde que fuera elegido Strom Thurmond en el año 1954, Murkowski se hizo con el término medio. Derrotada en las primarias Republicanas por el favorito de Sarah Palin, Joe Miller, Murkowski se negó a ingresar en la relación de viejas glorias de la historia.

Conservó su escaño a base de promover ideas y soluciones y reprendiendo el partidismo.

Los habitantes de Alaska son independientes por naturaleza y reconocidos rebeldes, como el país ha sido testigo. De manera que podría ser demasiado conveniente extrapolar conclusiones a un movimiento más amplio, pero el centrismo tiene cabida en la mesa en virtud de las importantes cifras de estadounidenses de centro, lo acusado de su descontento, y la magnitud de nuestros problemas.

Todo lo que le falta a un movimiento centrista que pudiera ser formidable es un líder.

La nueva herejía

Kathleen Parker
Kathleen Parker
lunes, 29 de noviembre de 2010, 08:22 h (CET)
NUEVA YORK - En una cultura política en la que la moderación es la nueva herejía, el centrismo se está convirtiendo en el fondo de armario imprescindible.

Los que políticamente no encajan -- ni muy Republicanos ni muy Demócratas -- están creando nuevas alianzas en una búsqueda común de "morada". Cansados del extremismo y fervientemente deseosos de cambio real, cada vez más estadounidenses se alejan de la demagogia en favor del pragmatismo.

Dentro de poco podrían tener opciones donde elegir. El mes que viene se presenta en Nueva York un nuevo grupo político, No Labels (www.nolabels.org). Encabezado por el estratega Republicano Mark McKinnon y la recaudadora Demócrata de fondos Nancy Jacobson, la organización ha recibido más de un millón de dólares. Entre los que han dado su apoyo están Andrew Tisch, co-presidente de Loews Corp.; Ron Shaich, fundador de Panera Bread, o Dave Morin, antiguo ejecutivo de Facebook.

El colectivo espera atraer tanto a políticos que piensen haber perdido las elecciones por ser demasiado moderados como a votantes que se sientan desesperados. Hay un montón de las dos cosas.

La popularidad históricamente baja del Congreso, el aire de ataque a los funcionarios electos de las legislativas, y ahora el influjo de candidatos con el respaldo del movimiento fiscal -- por no hablar de la concurrida tentativa de Stephen Colbert y Jon Stewart de concentrarse en defensa de la cordura -- todo es testamento del descontento con los defectos sistemáticos de Washington.

Por desgracia, hay pocas razones para esperar que las cosas cambien o mejoren cuando el nuevo Congreso abra sesión en enero. Los Republicanos parecen decididos a continuar su estrategia del "en ningún caso". Los nuevos legisladores del movimiento fiscal parecen decididos combatir a los Republicanos de la institución, diluyendo así la influencia Republicana. Los Demócratas pretenden aguantar el tirón.

Parálisis legislativa.

Como prueba de apoyo, fíjese en la reciente reacción a las reformas fiscales bipartidistas recomendadas por Erskine Bowles (Demócrata) y Alan Simpson (Republicano), ambos respetados por su enfoque bipartidista en la resolución de problemas. Ninguna de las formaciones se mostraba entusiasmada, siendo la presidenta de la Cámara Nancy Pelosi la más enérgica a la hora de poner pegas. "Bajo ningún concepto" ya no es únicamente cosa de Republicanos.

Cuando la sopa está muy caliente o muy fría, es el momento propicio de algo intermedio. Más estadounidenses se identifican ya como independientes en lugar de Republicanos o Demócratas, incluso si pueden verse obligados a votar en sentidos tradicionales a causa de la falta de alternativas.

Pero ¿y si hubiera una alternativa? Hay poco de atractivo en cualquiera de unas formaciones dominadas por un electorado que guarda escaso parecido con quiénes somos como nación o con la forma en que llevamos nuestras vidas la mayoría de nosotros.

Pero aun así, los Demócratas moderados y los Republicanos moderados han sido desterrados por igual. Purgados se diga como se diga. Algunos de ellos han aterrizado en el bando de No Labels.

Jun Choi, un antiguo alcalde Demócrata de Edison, N. J., decía al Wall Street Journal que perdió por no ser lo bastante extremo. Maggie Hassán, senadora de New Hampshire, piensa que perdió por ser demasiado moderada.

En Carolina del Sur, el congresista Republicano Bob Inglis perdió por no vilificar a Barack Obama. En una entrevista reciente me decía que se negó a decir que Obama es musulmán, o que no nació en Estados Unidos, o que el presidente es socialista. Inglis fue advertido por un estratega Republicano que reconocer la legitimidad de Obama le acarrearía problemas. De hecho, Inglis fue derrotado por el candidato del movimiento fiscal.

Inglis es por lo demás uno de los conservadores más racionales que se atreve a sugerir que sí, que tenemos que hacer dolorosos recortes en materia social. Y, herejía de herejías, reconoce que el cambio climático es real y que el impuesto de las emisiones, compensado a través de deducciones fiscales en otros terrenos, es un enfoque plausible de regulación.

El prudente y pensativo tono de Inglis corresponde a una escuela diferente de pensamiento político a la que dominó esta pasada campaña electoral. Racional y tranquilo, se resistió a la búsqueda de culpables y a la hipérbole que tienden a llamar la atención y los votos.

¿Puede sobrevivir un Inglis a una cultura así? Si no, ¿qué nos queda?

La respuesta podría ser evidente en parte en la elección de Lisa Murkowski en Alaska como candidata independiente de lista. Primera candidata de lista que tiene éxito en una carrera al Senado desde que fuera elegido Strom Thurmond en el año 1954, Murkowski se hizo con el término medio. Derrotada en las primarias Republicanas por el favorito de Sarah Palin, Joe Miller, Murkowski se negó a ingresar en la relación de viejas glorias de la historia.

Conservó su escaño a base de promover ideas y soluciones y reprendiendo el partidismo.

Los habitantes de Alaska son independientes por naturaleza y reconocidos rebeldes, como el país ha sido testigo. De manera que podría ser demasiado conveniente extrapolar conclusiones a un movimiento más amplio, pero el centrismo tiene cabida en la mesa en virtud de las importantes cifras de estadounidenses de centro, lo acusado de su descontento, y la magnitud de nuestros problemas.

Todo lo que le falta a un movimiento centrista que pudiera ser formidable es un líder.

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