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Pablo Lázaro

Ya es hora de tomarlos en serio

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Ya era hora. En su segundo intento, el flamenco ha conseguido el reconocimiento de la UNESCO como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. La semana pasada, este organismo añadió 47 nuevas candidaturas internacionales a su lista de 232 elegidas, entre las que podemos encontrar el Cante jondo junto a otras dos españolas: los “castells” catalanes y el canto de la Sibila mallorquina. Además se incluyen la dieta mediterránea y la cetrería, presentadas por España en candidatura conjunta con otros países.

Para la UNESCO, el flamenco es una expresión artística resultante de la fusión de la música vocal, el arte de la danza y el acompañamiento musical. Es un signo de identidad de numerosos grupos y comunidades, sobre todo de la comunidad étnica gitana que ha desempeñado un papel esencial en su evolución. Este arte, originado en Andalucía en el siglo XVIII, ha sabido resistir el paso de los años y adaptarse a los nuevos tiempos, sin perder ni un ápice de su esencia. Desde sus inicios, el flamenco se ha convertido en parte esencial del folklore y la cultura de nuestro país, y ahora, lo es también de la Humanidad.

Los "castells" son torres humanas erigidas generalmente con motivo de la celebración de festividades anuales en ciudades y pueblos de Cataluña por grupos de aficionados mantenedores de esta costumbre. Se colocan sucesivamente unos encima de los hombros de los otros, formando torres humanas de seis a diez pisos. Lo mantienen en su parte inferior hasta cinco hombres extremadamente robustos sobre los que descansan muchachas o muchachos jóvenes más esbeltos. Por último, los tres últimos pisos de la torre la conforman niños y niñas.

El canto de la Sibila se interpreta la noche del 24 de diciembre en todas las iglesias de la isla de Mallorca, durante el oficio de maitines de la vigilia de Navidad. Lo entona un niño o una niña, a quien acompañan por lo menos dos acólitos. Recorriendo la iglesia en procesión hasta llegar al coro, el cantante camina con una espada que mantiene erguida delante del rostro y los acólitos lo rodean llevando cirios encendidos. Al finalizar la procesión, el cantante traza una cruz en el aire con la espada.

El fin último de este reconocimiento es dar a conocer estos elementos en todo el mundo, para fortalecerlos y mantenerlos vivos en un mundo cada vez más globalizado, que tiende a una uniformización cultural cada vez mayor. Pero también, debe servir para que de una vez por todas nos demos cuenta de lo que tenemos y empecemos a valorarlo como se merece. Si unos expertos internacionales han dicho en Nairobi que el flamenco, los “castells” y el canto de la Sibila (que nunca hemos sabido apreciar del todo) merece formar parte del Patrimonio de la Humanidad, pues oye, por algo será, ¿no? Seguro que ahora empezaremos a tomarlos en serio.

Ya es hora de tomarlos en serio

Pablo Lázaro
Pablo Lázaro
jueves, 25 de noviembre de 2010, 12:35 h (CET)
Ya era hora. En su segundo intento, el flamenco ha conseguido el reconocimiento de la UNESCO como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. La semana pasada, este organismo añadió 47 nuevas candidaturas internacionales a su lista de 232 elegidas, entre las que podemos encontrar el Cante jondo junto a otras dos españolas: los “castells” catalanes y el canto de la Sibila mallorquina. Además se incluyen la dieta mediterránea y la cetrería, presentadas por España en candidatura conjunta con otros países.

Para la UNESCO, el flamenco es una expresión artística resultante de la fusión de la música vocal, el arte de la danza y el acompañamiento musical. Es un signo de identidad de numerosos grupos y comunidades, sobre todo de la comunidad étnica gitana que ha desempeñado un papel esencial en su evolución. Este arte, originado en Andalucía en el siglo XVIII, ha sabido resistir el paso de los años y adaptarse a los nuevos tiempos, sin perder ni un ápice de su esencia. Desde sus inicios, el flamenco se ha convertido en parte esencial del folklore y la cultura de nuestro país, y ahora, lo es también de la Humanidad.

Los "castells" son torres humanas erigidas generalmente con motivo de la celebración de festividades anuales en ciudades y pueblos de Cataluña por grupos de aficionados mantenedores de esta costumbre. Se colocan sucesivamente unos encima de los hombros de los otros, formando torres humanas de seis a diez pisos. Lo mantienen en su parte inferior hasta cinco hombres extremadamente robustos sobre los que descansan muchachas o muchachos jóvenes más esbeltos. Por último, los tres últimos pisos de la torre la conforman niños y niñas.

El canto de la Sibila se interpreta la noche del 24 de diciembre en todas las iglesias de la isla de Mallorca, durante el oficio de maitines de la vigilia de Navidad. Lo entona un niño o una niña, a quien acompañan por lo menos dos acólitos. Recorriendo la iglesia en procesión hasta llegar al coro, el cantante camina con una espada que mantiene erguida delante del rostro y los acólitos lo rodean llevando cirios encendidos. Al finalizar la procesión, el cantante traza una cruz en el aire con la espada.

El fin último de este reconocimiento es dar a conocer estos elementos en todo el mundo, para fortalecerlos y mantenerlos vivos en un mundo cada vez más globalizado, que tiende a una uniformización cultural cada vez mayor. Pero también, debe servir para que de una vez por todas nos demos cuenta de lo que tenemos y empecemos a valorarlo como se merece. Si unos expertos internacionales han dicho en Nairobi que el flamenco, los “castells” y el canto de la Sibila (que nunca hemos sabido apreciar del todo) merece formar parte del Patrimonio de la Humanidad, pues oye, por algo será, ¿no? Seguro que ahora empezaremos a tomarlos en serio.

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