“No hay dinero, pero hay seis o siete partidos por delante para ver lo que hacemos”. Éstas fueron parte de las declaraciones del técnico mexicano Javier Aguirre en sala de prensa, tras finalizar su debut en el banquillo del Real Zaragoza ante el Getafe. Las pronunció después de ser preguntado por un periodista sobre la posibilidad de traer nuevos hombres en el mercado invernal.
Sin lugar a dudas, ese reconocimiento de escasez de presupuesto para fichar rompe muchas esperanzas. Con Aguirre, entrenador que todavía necesita tiempo para juzgar su labor adecuadamente, el equipo ya ha experimentado algunos síntomas de mejora. La defensa, sin ir más lejos, dio la impresión de ser más sólida, más compacta y más eficaz.
Sin embargo, tras el minuto noventa no se pudo cumplir aquéllo de “nuevo entrenador, victoria segura”. El empate supone un punto más para seguir luchando por la salvación, pero no la victoria necesaria para salir del farolillo rojo.
En definitiva, el técnico es ahora otro hombre que podrá ser mejor o peor, pero los jugadores que saltan al césped jornada tras jornada siguen siendo los mismos. En los logros y en las deficiencias de un equipo son también los de corto los que responden. Ningún entrenador, venido de México o de cualquier otro lugar del Mundo, dispone de una varita que incremente la calidad del portero, de los defensas, de los centrocampistas y de los delanteros por arte de magia. El sombrero y la chistera no tienen lugar en el fútbol.
Por otro lado, la situación no se torna a favor en lo que a árbitros se refiere. En el encuentro del lunes el colegiado fue decisivo con acciones como una expulsión no merecida a Ponzio en segunda tarjeta amarilla, que no le permitirá jugar en el próximo partido liguero frente al Villarreal. También cabe destacar un penalti a Bertolo en favor del equipo zaragocista y que no se pitó, pudiendo ser clave en el luminoso.
Dos frentes parecen estar abiertos. Malas actuaciones arbitrales de este y de otros partidos, resaltadas incluso por algunos jugadores del club, y la necesidad de fichar con la ausencia de dinero que el propio entrenador reconoce.