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María García

Érase una vez...la libertad

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Ciertos medios de comunicación unidos a determinadas fuerzas políticas han intentado una y otra vez regular los contenidos que aparecen en la red. Lo que en principio era una nueva forma de afrontar el periodismo se consolida, dejando atrás las publicaciones de gran tirada, lo que supone que el pánico entre los “manipuladores de contenidos” siembra su estela en forma de alegatos jurídicos y demás herramientas cuyo único objetivo es tener en sus manos a la opinión pública de nuestro país.

Es lógico y, además viable, que la mayoría escoja el camino de la libertad: Internet nos permite fácilmente publicar nuestras reacciones ante lo que sucede en el mundo sin tapujos y sin ningún tipo de filtro. Sin embargo, no sólo se trata de que las personas que no son profesionales de la información lo hagan, sino que también nacen vías para los periodistas que no quieren responder ante presiones externas y que ven en su labor la obligación de buscar la verdad sea al precio que sea.

Llegados a este punto yo me pregunto: ¿qué tiene de malo la red? ¿por qué hay que regularlo todo? ¿es que un profesional no es capaz de saber dónde está la línea para, por ejemplo, proteger a los menores? Es el único medio que ha conseguido remontar a la prensa, incluso es el más completo… El problema es que a “los grandes señores de España” les escuece un poquito que haya quienes puedan contar su versión y se refugian en argumentos vagos con el único objetivo de confundir a todos aquellos que creen en la dignidad, que no es otra cosa que ser fiel a unas ideas que, por supuesto, pueden ser diferentes a las de otros.

Lo que para cada uno es la verdad depende de sí mismo y cómo la cuente también: todo lo dicho esta semana sobre la biografía Kapuscinsky escrita por Arthur Domoslawski no son más que interpretaciones de lo que individualmente se cree, pero nunca responde a intereses económicos. Si un periodista decide introducir un elemento inexistente en la realidad para recrear mejor lo que en ese momento se está viviendo debe ser libre para hacerlo, debe tener la posibilidad de elegir, pero si estamos condicionados tenemos que poner la dichosa lagrimita por narices. Un crítico de teatro normalmente no necesita responder ante una compañía, es decir, puede ir a ver un montaje de Yllana, decir que es perfecto, al siguiente no gustarle nada y nadie se extraña, pero esta industria no mueve apenas dinero: carece de poder. Hoy en día, la cultura se ha establecido como un elemento de ocio, es para olvidarse de lo que sucede, de ahí que lo más exitoso sean las comedias, por eso no necesita responder ante ninguna fuerza política.

El hecho de que haya un Laboratorio de la APM donde no se pueda comprar la opinión de los periodistas es un asunto que revoluciona los métodos para medir audiencias y calcular estrategias. Esto no puede perjudicar a nadie, ya que, detrás no hay nada, nada más allá que ser y sentirse libre.

Érase una vez...la libertad

María García
María García
lunes, 22 de noviembre de 2010, 12:57 h (CET)
Ciertos medios de comunicación unidos a determinadas fuerzas políticas han intentado una y otra vez regular los contenidos que aparecen en la red. Lo que en principio era una nueva forma de afrontar el periodismo se consolida, dejando atrás las publicaciones de gran tirada, lo que supone que el pánico entre los “manipuladores de contenidos” siembra su estela en forma de alegatos jurídicos y demás herramientas cuyo único objetivo es tener en sus manos a la opinión pública de nuestro país.

Es lógico y, además viable, que la mayoría escoja el camino de la libertad: Internet nos permite fácilmente publicar nuestras reacciones ante lo que sucede en el mundo sin tapujos y sin ningún tipo de filtro. Sin embargo, no sólo se trata de que las personas que no son profesionales de la información lo hagan, sino que también nacen vías para los periodistas que no quieren responder ante presiones externas y que ven en su labor la obligación de buscar la verdad sea al precio que sea.

Llegados a este punto yo me pregunto: ¿qué tiene de malo la red? ¿por qué hay que regularlo todo? ¿es que un profesional no es capaz de saber dónde está la línea para, por ejemplo, proteger a los menores? Es el único medio que ha conseguido remontar a la prensa, incluso es el más completo… El problema es que a “los grandes señores de España” les escuece un poquito que haya quienes puedan contar su versión y se refugian en argumentos vagos con el único objetivo de confundir a todos aquellos que creen en la dignidad, que no es otra cosa que ser fiel a unas ideas que, por supuesto, pueden ser diferentes a las de otros.

Lo que para cada uno es la verdad depende de sí mismo y cómo la cuente también: todo lo dicho esta semana sobre la biografía Kapuscinsky escrita por Arthur Domoslawski no son más que interpretaciones de lo que individualmente se cree, pero nunca responde a intereses económicos. Si un periodista decide introducir un elemento inexistente en la realidad para recrear mejor lo que en ese momento se está viviendo debe ser libre para hacerlo, debe tener la posibilidad de elegir, pero si estamos condicionados tenemos que poner la dichosa lagrimita por narices. Un crítico de teatro normalmente no necesita responder ante una compañía, es decir, puede ir a ver un montaje de Yllana, decir que es perfecto, al siguiente no gustarle nada y nadie se extraña, pero esta industria no mueve apenas dinero: carece de poder. Hoy en día, la cultura se ha establecido como un elemento de ocio, es para olvidarse de lo que sucede, de ahí que lo más exitoso sean las comedias, por eso no necesita responder ante ninguna fuerza política.

El hecho de que haya un Laboratorio de la APM donde no se pueda comprar la opinión de los periodistas es un asunto que revoluciona los métodos para medir audiencias y calcular estrategias. Esto no puede perjudicar a nadie, ya que, detrás no hay nada, nada más allá que ser y sentirse libre.

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