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Alberto Mendo

Hablando en el campo

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Comienza, ahora sí, la semana del clásico, con permiso de la Champions. Nos esperan siete intensos días de declaraciones, piques, directas e indirectas hasta que el próximo lunes empiece a rodar el balón en el Camp Nou. Para entonces, el partido, más que calentito, estará seguro recalentado. Aún están recientes las jugosas y desafortunadas palabras de Piqué asegurando que los árbitros siembre benefician al Real Madrid (en definitiva, la cantinela de siempre), y otras de Mourinho aludiendo a que algunos equipos (como el Barcelona, aunque él no lo concretó) tienen la suerte de terminar jugando 11 contra 10. Con estos precedentes, no hay duda de que parte del espectáculo mediático estará fuera del terreno de juego, en las salas de prensa. Por eso, convendría llamar a la moderación, para que todos los protagonistas del choque piensen dos veces lo que van a decir.

El juego limpio es tan importante dentro del campo de fútbol como fuera. Aún colea el último pique polémico de nuestra Liga, entre Mourinho y Preciado, que debe servir de lección para lo que no hay que hacer. A ambos se les puede dar la razón en cuanto al fondo del asunto, pues el portugués expresó una regla básica de cualquier competición (siempre hay que salir a ganar) y el español le respondió que él pone de titular a quien quiere. Sin embargo, el técnico del Sporting se equivocó gravemente en las formas: insultar es la peor forma de defenderse pues sólo demuestra falta de argumentos. El rifi-rafe debió haber acabado ahí pero no, pues continuó tras el partido en El Molinón con gestos y provocaciones entre los técnicos, y da igual quien empezara ese día. Encima, cuando parecía que el fuego se apagaba, Antiviolencia echó más leña al fuego proponiendo sanciones; creo que el comité merece castigarse a sí mismo.

La lección, ahora más que nunca, es que el balón, los futbolistas, el juego y la sana competitividad deben prevalecer sobre el resto. Con esta base, el espectáculo, y no la polémica, será lo que marque un clásico que se presenta tremendamente igualado y que, a estas alturas, es decisivo. El Real Madrid podría salir más líder, con cuatro puntos de ventaja sobre el Barcelona, o ceder esa primera posición al conjunto culé. Además, los dos equipos llegarán con el buen sabor de boca que dejan las goleadas. Cristiano Ronaldo y Messi, en estado de gracia, protagonizarán un nuevo capítulo en la batalla por el trofeo pichichi, tan encarnizada como la de sus equipos por el título de Liga. Sin embargo, al igual que se enfrentarán dos de las delanteras más letales del campeonato, también se medirán las dos mejores defensas de toda Europa. Además, Casillas y Valdés no serán meros espectadores, como les sucede en muchos partidos, sino que resultarán decisivos en el resultado final.

Habrá duelo entre delanteros, en las porterías… y en los banquillos. El morbo del nuevo enfrentamiento entre Mourinho y Guardiola volverá a quitar presión a los jugadores, que permanecerán en un segundo plano hasta el pitido inicial. Parte del morbo del partido estará en cómo celebrará el entrenador madridista los goles de su equipo, en los recaditos que le mandará a su homólogo azulgrana, en si Guardiola entrará al trapo, en si encenderán los riegos del Camp Nou en el caso de victoria visitante… Es la importancia de los gestos. Yo lo descubrí cuando Raúl hizo callar el feudo barcelonista en un clásico como éste hace justo una década. Sacando mi vena forofa, reconoceré que es uno de mis momentos preferidos en la historia de los clásicos. Por cierto, el “7” sigue demostrando su talento; su hat-trick de este sábado demuestra que su nivel está por encima de la media de un Shalke que se le queda pequeño.

Del clásico, sólo un apunte más. Como los próximos días estarán marcados por las porras en todos los trabajos y colegios, no me resistiré a dar mi pronóstico. 1-2, con goles de Messi, Cristiano Ronaldo e Higuaín. Queda confiar también en que el árbitro, Iturralde González, no influya decisivamente en el partido. En cualquier caso, el espectáculo está servido, y aún quedan siete días…

Hablando en el campo

Alberto Mendo
Alberto Mendo
lunes, 22 de noviembre de 2010, 08:54 h (CET)
Comienza, ahora sí, la semana del clásico, con permiso de la Champions. Nos esperan siete intensos días de declaraciones, piques, directas e indirectas hasta que el próximo lunes empiece a rodar el balón en el Camp Nou. Para entonces, el partido, más que calentito, estará seguro recalentado. Aún están recientes las jugosas y desafortunadas palabras de Piqué asegurando que los árbitros siembre benefician al Real Madrid (en definitiva, la cantinela de siempre), y otras de Mourinho aludiendo a que algunos equipos (como el Barcelona, aunque él no lo concretó) tienen la suerte de terminar jugando 11 contra 10. Con estos precedentes, no hay duda de que parte del espectáculo mediático estará fuera del terreno de juego, en las salas de prensa. Por eso, convendría llamar a la moderación, para que todos los protagonistas del choque piensen dos veces lo que van a decir.

El juego limpio es tan importante dentro del campo de fútbol como fuera. Aún colea el último pique polémico de nuestra Liga, entre Mourinho y Preciado, que debe servir de lección para lo que no hay que hacer. A ambos se les puede dar la razón en cuanto al fondo del asunto, pues el portugués expresó una regla básica de cualquier competición (siempre hay que salir a ganar) y el español le respondió que él pone de titular a quien quiere. Sin embargo, el técnico del Sporting se equivocó gravemente en las formas: insultar es la peor forma de defenderse pues sólo demuestra falta de argumentos. El rifi-rafe debió haber acabado ahí pero no, pues continuó tras el partido en El Molinón con gestos y provocaciones entre los técnicos, y da igual quien empezara ese día. Encima, cuando parecía que el fuego se apagaba, Antiviolencia echó más leña al fuego proponiendo sanciones; creo que el comité merece castigarse a sí mismo.

La lección, ahora más que nunca, es que el balón, los futbolistas, el juego y la sana competitividad deben prevalecer sobre el resto. Con esta base, el espectáculo, y no la polémica, será lo que marque un clásico que se presenta tremendamente igualado y que, a estas alturas, es decisivo. El Real Madrid podría salir más líder, con cuatro puntos de ventaja sobre el Barcelona, o ceder esa primera posición al conjunto culé. Además, los dos equipos llegarán con el buen sabor de boca que dejan las goleadas. Cristiano Ronaldo y Messi, en estado de gracia, protagonizarán un nuevo capítulo en la batalla por el trofeo pichichi, tan encarnizada como la de sus equipos por el título de Liga. Sin embargo, al igual que se enfrentarán dos de las delanteras más letales del campeonato, también se medirán las dos mejores defensas de toda Europa. Además, Casillas y Valdés no serán meros espectadores, como les sucede en muchos partidos, sino que resultarán decisivos en el resultado final.

Habrá duelo entre delanteros, en las porterías… y en los banquillos. El morbo del nuevo enfrentamiento entre Mourinho y Guardiola volverá a quitar presión a los jugadores, que permanecerán en un segundo plano hasta el pitido inicial. Parte del morbo del partido estará en cómo celebrará el entrenador madridista los goles de su equipo, en los recaditos que le mandará a su homólogo azulgrana, en si Guardiola entrará al trapo, en si encenderán los riegos del Camp Nou en el caso de victoria visitante… Es la importancia de los gestos. Yo lo descubrí cuando Raúl hizo callar el feudo barcelonista en un clásico como éste hace justo una década. Sacando mi vena forofa, reconoceré que es uno de mis momentos preferidos en la historia de los clásicos. Por cierto, el “7” sigue demostrando su talento; su hat-trick de este sábado demuestra que su nivel está por encima de la media de un Shalke que se le queda pequeño.

Del clásico, sólo un apunte más. Como los próximos días estarán marcados por las porras en todos los trabajos y colegios, no me resistiré a dar mi pronóstico. 1-2, con goles de Messi, Cristiano Ronaldo e Higuaín. Queda confiar también en que el árbitro, Iturralde González, no influya decisivamente en el partido. En cualquier caso, el espectáculo está servido, y aún quedan siete días…

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