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Kathleen Parker

Pasarse una imagen de la raya

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NUEVA YORK - En medio del precipitado debate de los cacheos aeroportuarios que parecen una tercera cita torpe y las imágenes corporales que rozan el voyeurismo de cabinas, es difícil encontrar un lugar cuerdo donde aterrizar.

¿En serio es por nuestro bien? O estamos canjeando lo que nos queda de dignidad humana participando en una farsa kafkiana más parecida a un experimento psicológico de fraternidad universitaria ideado a pie de barra:

"Vale, este es el plan. Los estadounidenses tienen un miedo atroz a un terrorista en un avión, ¿no? Veamos entonces hasta dónde pueden ser conducidos si les prometemos seguridad”.

"¿Como qué?"

"Ni idea, tocarles los huevos y utilizar imágenes para exponerlos desnudos, cosas así"

“¡Ni de coña!"

En las tres semanas transcurridas desde que la Agencia de Seguridad en el Transporte iniciara su nuevo protocolo de imagen/ cacheos, cientos de usuarios han protestado realmente. Algunos han presentado quejas a las agencias del consumidor y la Unión Americana de Libertades Civiles diciendo haber sido palpados agresivamente en la zona genital. Otros han dado parte de comentarios inadecuados acerca de su forma física.

Pregunta oportuna: ¿Todo esto vale la pena? ¿Qué precio en términos de privacidad y dignidad estamos dispuestos a pagar por la ilusión de la seguridad? No es que volar sea una experiencia deliciosa sin el acoso sexual.

Esta fiesta de Acción de Gracias, un buen número de viajeros descontentos planea manifestar su oposición a la ampliación de competencias de la Agencia protestando en los mostradores de embarque o boicoteando directamente el transporte aéreo. Las garantías de la Agencia, mientras tanto, no son edificantes precisamente.

Incluso si, sí, las imágenes revelan esencialmente la talla de su paquete y el tamaño de su sujetador, los inspectores están en otra parte y no conocen la identidad del cuerpo de la imagen.

Tampoco, suponemos, les interesa. La ausencia de aeropuertos para nudistas no se encuentra en muchas de las listas de lamentables olvidos de la sociedad.

Los que no quieran someterse a la exploración corporal, por modestia o por inquietud a causa de la exposición a la radiación, pueden someterse en su lugar al cacheo de su zona íntima. A los menores de 12 años se les dispensan cacheos modificados, aunque no es un gran consuelo. ¿Se supone que ahora es guay del Paraguay manosear a un chaval o chavala de 13 años, la criatura más sensible del planeta?

Calculando mis propios planes de vuelo, he determinado que haciendo el viaje de ida y vuelta a casa por Acción de Gracias, se me va a proyectar o cachear una vez por viaje. Mi inclinación a fecha de este escrito: El pavo tampoco me gusta tanto.

Esto no es únicamente una cuestión de modestia, aunque hay un matiz. No me gusta la idea de que algún extraño vaya examinando mis concesiones a la gravedad sin mi permiso. Rendirse a la norma no debería de confundirse con dar permiso. Una cosa es obediencia; otra una invitación al consentimiento mutuo.

En cuanto a la alternativa, no gracias. La idea de un extraño, incluso una del mismo sexo, recorriendo con las manos mis privacidades es simplemente inaceptable. Olvide el factor repelús, que es suficiente; considere el principio - ¡rápido! - antes de acostumbrarse a la noción de que el gobierno tiene derecho a hacer Lo que Sea Necesario para Protegerle.

¿De qué, además de esto?

No está claro en absoluto, mientras tanto, que esos cacheos garanticen una mayor seguridad. Teóricamente la idea es protegernos de futuros "terroristas navideños". Se acordará del tipo que trató de volar por los aires un vuelo comercial detonando material explosivo oculto en su ropa interior. Así que ahora ninguno de nosotros tenemos derecho al amparo de los pantalones.

Dios nos coja confesados cuando el próximo terrorista inepto oculte sus explosivos en la región más baja. ¿Necesitarán de exploración dentro de poco nuestras cavidades internas para garantizar que el sistema funciona?

Es más reconfortante recordar que el terrorista de Navidad se vio frustrado en su misión cuando otro pasajero lo inmovilizó. A lo cual, la Secretario de Interior Janet Napolitano anunciaba que la inmovilización era prueba de que "el sistema funciona". Ah.

¿Y qué pasa con estas gloriosas imágenes de estadounidenses deshumanizados una vez que sus cuerpos son escaneados? ¿Cuánto tiempo pasará antes de ver un montaje de los desnudos digitales en alguna página web?

A pesar de las promesas de lo contrario por parte de la administración, se podrían almacenar. A principios de este año, los Marshal norteamericanos reconocían que alrededor de 35.000 imágenes del escáner de un arco de seguridad en una audiencia judicial de Florida se habían almacenado.

La Agencia de Seguridad en el Transporte insiste que aunque el almacenamiento es posible, la opción de almacenamiento no está activada cuando los dispositivos se instalan en los aeropuertos. Triste consuelo.

Pero más alarmante que los instrumentos es nuestra disposición a hacer concesiones progresivamente. Paso a paso nos adaptamos a que se nos vaya despojando de las libertades civiles hasta que, con el paso del tiempo y el guiño del recuerdo generacional, ya no nos acordemos de cuando las cosas eran diferentes.

Pasarse una imagen de la raya

Kathleen Parker
Kathleen Parker
lunes, 22 de noviembre de 2010, 08:37 h (CET)
NUEVA YORK - En medio del precipitado debate de los cacheos aeroportuarios que parecen una tercera cita torpe y las imágenes corporales que rozan el voyeurismo de cabinas, es difícil encontrar un lugar cuerdo donde aterrizar.

¿En serio es por nuestro bien? O estamos canjeando lo que nos queda de dignidad humana participando en una farsa kafkiana más parecida a un experimento psicológico de fraternidad universitaria ideado a pie de barra:

"Vale, este es el plan. Los estadounidenses tienen un miedo atroz a un terrorista en un avión, ¿no? Veamos entonces hasta dónde pueden ser conducidos si les prometemos seguridad”.

"¿Como qué?"

"Ni idea, tocarles los huevos y utilizar imágenes para exponerlos desnudos, cosas así"

“¡Ni de coña!"

En las tres semanas transcurridas desde que la Agencia de Seguridad en el Transporte iniciara su nuevo protocolo de imagen/ cacheos, cientos de usuarios han protestado realmente. Algunos han presentado quejas a las agencias del consumidor y la Unión Americana de Libertades Civiles diciendo haber sido palpados agresivamente en la zona genital. Otros han dado parte de comentarios inadecuados acerca de su forma física.

Pregunta oportuna: ¿Todo esto vale la pena? ¿Qué precio en términos de privacidad y dignidad estamos dispuestos a pagar por la ilusión de la seguridad? No es que volar sea una experiencia deliciosa sin el acoso sexual.

Esta fiesta de Acción de Gracias, un buen número de viajeros descontentos planea manifestar su oposición a la ampliación de competencias de la Agencia protestando en los mostradores de embarque o boicoteando directamente el transporte aéreo. Las garantías de la Agencia, mientras tanto, no son edificantes precisamente.

Incluso si, sí, las imágenes revelan esencialmente la talla de su paquete y el tamaño de su sujetador, los inspectores están en otra parte y no conocen la identidad del cuerpo de la imagen.

Tampoco, suponemos, les interesa. La ausencia de aeropuertos para nudistas no se encuentra en muchas de las listas de lamentables olvidos de la sociedad.

Los que no quieran someterse a la exploración corporal, por modestia o por inquietud a causa de la exposición a la radiación, pueden someterse en su lugar al cacheo de su zona íntima. A los menores de 12 años se les dispensan cacheos modificados, aunque no es un gran consuelo. ¿Se supone que ahora es guay del Paraguay manosear a un chaval o chavala de 13 años, la criatura más sensible del planeta?

Calculando mis propios planes de vuelo, he determinado que haciendo el viaje de ida y vuelta a casa por Acción de Gracias, se me va a proyectar o cachear una vez por viaje. Mi inclinación a fecha de este escrito: El pavo tampoco me gusta tanto.

Esto no es únicamente una cuestión de modestia, aunque hay un matiz. No me gusta la idea de que algún extraño vaya examinando mis concesiones a la gravedad sin mi permiso. Rendirse a la norma no debería de confundirse con dar permiso. Una cosa es obediencia; otra una invitación al consentimiento mutuo.

En cuanto a la alternativa, no gracias. La idea de un extraño, incluso una del mismo sexo, recorriendo con las manos mis privacidades es simplemente inaceptable. Olvide el factor repelús, que es suficiente; considere el principio - ¡rápido! - antes de acostumbrarse a la noción de que el gobierno tiene derecho a hacer Lo que Sea Necesario para Protegerle.

¿De qué, además de esto?

No está claro en absoluto, mientras tanto, que esos cacheos garanticen una mayor seguridad. Teóricamente la idea es protegernos de futuros "terroristas navideños". Se acordará del tipo que trató de volar por los aires un vuelo comercial detonando material explosivo oculto en su ropa interior. Así que ahora ninguno de nosotros tenemos derecho al amparo de los pantalones.

Dios nos coja confesados cuando el próximo terrorista inepto oculte sus explosivos en la región más baja. ¿Necesitarán de exploración dentro de poco nuestras cavidades internas para garantizar que el sistema funciona?

Es más reconfortante recordar que el terrorista de Navidad se vio frustrado en su misión cuando otro pasajero lo inmovilizó. A lo cual, la Secretario de Interior Janet Napolitano anunciaba que la inmovilización era prueba de que "el sistema funciona". Ah.

¿Y qué pasa con estas gloriosas imágenes de estadounidenses deshumanizados una vez que sus cuerpos son escaneados? ¿Cuánto tiempo pasará antes de ver un montaje de los desnudos digitales en alguna página web?

A pesar de las promesas de lo contrario por parte de la administración, se podrían almacenar. A principios de este año, los Marshal norteamericanos reconocían que alrededor de 35.000 imágenes del escáner de un arco de seguridad en una audiencia judicial de Florida se habían almacenado.

La Agencia de Seguridad en el Transporte insiste que aunque el almacenamiento es posible, la opción de almacenamiento no está activada cuando los dispositivos se instalan en los aeropuertos. Triste consuelo.

Pero más alarmante que los instrumentos es nuestra disposición a hacer concesiones progresivamente. Paso a paso nos adaptamos a que se nos vaya despojando de las libertades civiles hasta que, con el paso del tiempo y el guiño del recuerdo generacional, ya no nos acordemos de cuando las cosas eran diferentes.

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