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Noelia Vera

Cuando habla el alma

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El flamenco es la manifestación musical más pura y sentida del alma y cuando ésta habla, no existen galardones ni críticas que valgan. Esta semana el cante jondo ha sido declarado Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por parte de la UNESCO, reconocimiento que llega tras mucho zapateao sobre los escenarios internacionales y con poquito veraneo. Ningún premio, sin embargo, es remedio para los enfermos de comprensión y los faltos de sensibilidad artística y aunque la noticia intente propiciar una época de esplendor económico para Andalucía y España, al flamenco, que es la cuestión, no le hacía tanta falta este premio como a la política autonómica. Pero en fin, funcionen como funcionen los entresijos del interés que promueven este tipo de recompensas universales y que aunque me huelan mal yo no entiendo bien, hoy se habla de flamenco, y eso siempre es una alegría, como las de Cái.

Alegrías, bulerías, fandangos, granaínas, malagueñas, seguiriyas, soleares, tangos y tarantas son, en su conjunto, el resultado de dos siglos de descarte de influencias tonales e instrumentales de otras partes del mundo y la emanación de un género propio, único y superior en matices y densidad artística al resto de músicas folclóricas de occidente. Ese es el mérito: convertirse en el género más representativo geográfica y culturalmente por su virtud de contagiar cualquier emoción al público a través del laberinto de sus entonaciones y melodías. Todas las músicas provienen de otras y en este caso, los orígenes más claros se sitúan en torno a los primeros gitanos árabes. Pero tras muchos años de historia y diversos estilos universales, nuestro arte andaluz se convirtió en una incomparable expresión del sentimiento del pueblo a través del cante. Después ya llegarían los acompañamientos instrumentales y el baile en forma de improvisación cultural.

La trayectoria internacional del flamenco, a pesar de todo, es relativamente corta. Dos grandes artistas de Cádiz se convirtieron durante la dictadura franquista en los embajadores más emblemáticos que ha tenido el flamenco en la industria universal: Camarón de la Isla, al cante, y Paco de Lucía, a la guitarra. La concepción del folclore andaluz cambió con ellos durante los años sesenta. Pioneros en el mestizaje de sonidos, abrieron un camino que aún hoy no hay llegado a su final con la fusión de nuestro género con ritmos del jazz, la salsa caribeña o la bossa nova brasileña.

Estos tiempos de mixtura de estilos, de mayor o menor calidad, (casi siempre de menor) han llegado de forma más directa a los países extranjeros. Incluso hay quienes piensan que el "Bulería" de David Bisbal es flamenco. El cante jondo y puro, sin embargo, sigue teniendo cabida hoy con artistas como La Paquera de Jerez, reina de las bulerías para muchos, la familia Morente o el todavía aplaudido por sus "Lágrimas Negras", Diego el Cigala.

Las familias gitanas (o no) del sur español siguen celebrando sus fiestas navideñas, nupciales o sus reuniones sociales con un cante y un baile espontáneo alrededor de un fuego o en el patio de la casa entre geranios rojos. Los andaluces seguimos expresando nuestros sentimientos de genio con unas bulerías y nuestro desgarro abrumador con una soleá. He visto como los turistas, ante un buen espectáculo improvisado, han llorado de empatía o se han intentado arrancar por palmas entre risas y alboroto.

Nuestro flamenco tiene historia, tiene pasión, garra, sentido y complejidad musical suficiente como para entrar en cualquier corazón, japonés, indio, latino, árabe o yanqui. Sobran las palabras y los premios, aunque para la Junta de Andalucía no sobra el turismo en las costas y el premio, por qué no decirlo, no viene mal. Como dice el artista José el de la Tomasa y al que personalmente le doy la razón como periodista de Cádiz y amante de mi cultura: "El arte flamenco está por encima de todas estas cosas porque cuando habla el alma no existen galardones que valgan. El alma es lo único que queda en esta vida". Y mientras quede eso, a cantar y a bailar para echar pa fuera lo que nos sobre, con patrimonio o sin el.

Cuando habla el alma

Noelia Vera
Noelia Vera
domingo, 21 de noviembre de 2010, 08:58 h (CET)
El flamenco es la manifestación musical más pura y sentida del alma y cuando ésta habla, no existen galardones ni críticas que valgan. Esta semana el cante jondo ha sido declarado Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por parte de la UNESCO, reconocimiento que llega tras mucho zapateao sobre los escenarios internacionales y con poquito veraneo. Ningún premio, sin embargo, es remedio para los enfermos de comprensión y los faltos de sensibilidad artística y aunque la noticia intente propiciar una época de esplendor económico para Andalucía y España, al flamenco, que es la cuestión, no le hacía tanta falta este premio como a la política autonómica. Pero en fin, funcionen como funcionen los entresijos del interés que promueven este tipo de recompensas universales y que aunque me huelan mal yo no entiendo bien, hoy se habla de flamenco, y eso siempre es una alegría, como las de Cái.

Alegrías, bulerías, fandangos, granaínas, malagueñas, seguiriyas, soleares, tangos y tarantas son, en su conjunto, el resultado de dos siglos de descarte de influencias tonales e instrumentales de otras partes del mundo y la emanación de un género propio, único y superior en matices y densidad artística al resto de músicas folclóricas de occidente. Ese es el mérito: convertirse en el género más representativo geográfica y culturalmente por su virtud de contagiar cualquier emoción al público a través del laberinto de sus entonaciones y melodías. Todas las músicas provienen de otras y en este caso, los orígenes más claros se sitúan en torno a los primeros gitanos árabes. Pero tras muchos años de historia y diversos estilos universales, nuestro arte andaluz se convirtió en una incomparable expresión del sentimiento del pueblo a través del cante. Después ya llegarían los acompañamientos instrumentales y el baile en forma de improvisación cultural.

La trayectoria internacional del flamenco, a pesar de todo, es relativamente corta. Dos grandes artistas de Cádiz se convirtieron durante la dictadura franquista en los embajadores más emblemáticos que ha tenido el flamenco en la industria universal: Camarón de la Isla, al cante, y Paco de Lucía, a la guitarra. La concepción del folclore andaluz cambió con ellos durante los años sesenta. Pioneros en el mestizaje de sonidos, abrieron un camino que aún hoy no hay llegado a su final con la fusión de nuestro género con ritmos del jazz, la salsa caribeña o la bossa nova brasileña.

Estos tiempos de mixtura de estilos, de mayor o menor calidad, (casi siempre de menor) han llegado de forma más directa a los países extranjeros. Incluso hay quienes piensan que el "Bulería" de David Bisbal es flamenco. El cante jondo y puro, sin embargo, sigue teniendo cabida hoy con artistas como La Paquera de Jerez, reina de las bulerías para muchos, la familia Morente o el todavía aplaudido por sus "Lágrimas Negras", Diego el Cigala.

Las familias gitanas (o no) del sur español siguen celebrando sus fiestas navideñas, nupciales o sus reuniones sociales con un cante y un baile espontáneo alrededor de un fuego o en el patio de la casa entre geranios rojos. Los andaluces seguimos expresando nuestros sentimientos de genio con unas bulerías y nuestro desgarro abrumador con una soleá. He visto como los turistas, ante un buen espectáculo improvisado, han llorado de empatía o se han intentado arrancar por palmas entre risas y alboroto.

Nuestro flamenco tiene historia, tiene pasión, garra, sentido y complejidad musical suficiente como para entrar en cualquier corazón, japonés, indio, latino, árabe o yanqui. Sobran las palabras y los premios, aunque para la Junta de Andalucía no sobra el turismo en las costas y el premio, por qué no decirlo, no viene mal. Como dice el artista José el de la Tomasa y al que personalmente le doy la razón como periodista de Cádiz y amante de mi cultura: "El arte flamenco está por encima de todas estas cosas porque cuando habla el alma no existen galardones que valgan. El alma es lo único que queda en esta vida". Y mientras quede eso, a cantar y a bailar para echar pa fuera lo que nos sobre, con patrimonio o sin el.

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