Val del Omar no es el nombre de un escritor árabe de tiempos remotos, ni tampoco la rúbrica de un pintor flamenco (o casi). Val del Omar es el nombre de uno de los pioneros del cine experimental español, cuya obra, vida e ideas se recogen desde Octubre y hasta finales de Febrero en el Museo Reina Sofía, bajo la exposición que lleva por título “:desbordamiento de VAL DEL OMAR”.
Poco conocido por el gran público, e incluso en ocasiones por el público cinéfilo, la figura de Val del Omar es reivindicada hoy como la de un cineasta libre, un creador desprejuiciado que gracias a una firme convicción en la heterodoxia formal, investigó, filmó y firmó la obra Tríptico Elemental de España, formada por Acariño Galaico, Fuego en Castilla y Aguaespejo Granadino. La segunda de las tres partes, le valió al creador granadino el premio de la Comisión Superior Técnica del Cinema Francés en el Festival de Cannes de 1961.
Y es que, en efecto, Val del Omar era un enamorado de la técnica y definía al cineasta ideal como un “poeta meca-místico”, aquél capaz de enlazar la mecánica (y la electrónica) con la mística. Sus películas buscan siempre un camino a la trascendencia a través de una imagen que combina lo documental con lo plástico, imágenes de la España tradicional de entonces con una estética vanguardista creada en laboratorio, experimentando con luces vibratorias, filtros, formatos o sonidos (suya es la invención del sonido diafónico).
Precisamente el laboratorio en el que creó en Madrid en sus últimos años es re-creado (literalmente, pues es trasladado) en la exposición del Reina Sofía. Llevaba por nombre PLAT: tientos en Picto-Lumínica-Audio-Táctil y en él experimentó con diapositivas, láser y pequeños films rodados en Súper 8. Ésta es quizás una de las partes más interesantes y sorprendentes de la exposición, que consigue realmente trasladar al visitante a ese universo de creación en movimiento, regido por la búsqueda y el atrevimiento, y alejado del cánon cinematográfico de su época.
El cine de Val del Omar tiene más que ver, en muchos sentidos, con el cine de vanguardia de principios del siglo XX (el que podían realizar Man Ray o Duchamp, y por supuesto Buñuel) que con la producción nacional de los años 50 y 60, lapso en el que ruedaEl Tríptico Elemental de España. De ahí su condición de pionero o por lo menos instigador, por así decirlo, del cine experimental español, aunque a posteriori.
Su obra es desconcertante, áspera por momentos, bella y delicada por otros. Racional y visceral a partes iguales, su cine persigue un estado de trance y elevación que, para quien esto escribe, no siempre consigue, pero que intenta siempre con pasión y convicción.
La recuperación de su obra, y de su figura, es esencial para recuperar también ese otro cine que se ha hecho en este país pero del que no siempre se ha hablado ni escrito. En realidad, en muchas ocasiones, ni siquiera se ha visto. Cine en la tangente que repiensa, anula y dinamita sus propias fronteras.
En el documental FRAGMENTOS para una historia del otro cine español, dirigido por Andrés Hispano, se califica a creadores como Val del Omar -y otros de su estirpe- como francotiradores cinematográficos. Y tal parece, ya que a veces a la libertad creativa, la acompaña también una marcada soledad. Por suerte, en esta ocasión, no les acompaña a ambas el olvido.